| A 25 años de las elecciones históricas del 30 de octubre de 1983, radicales y otros brindaron un homenaje bien merecido al ex presidente Raúl Ricardo Alfonsín. Fue sin duda gracias a su triunfo por un margen muy amplio -consiguió el 51,74 por ciento de los votos contra el 40,15 del peronista Italo Argentino Luder- que el país logró romper con la tradición autoritaria que había contribuido a mantenerlo postrado desde inicios de los años treinta del siglo pasado y que había prolongado la larga hegemonía electoral de un movimiento nacido de un golpe militar. La derrota humillante que experimentó el peronismo en aquella oportunidad sirvió para convencer a una proporción creciente de sus partidarios de la necesidad de comprometerse plenamente con la democracia. A pesar de contar con el apoyo de una mayoría muy amplia, Alfonsín resultó ser un mandatario muy tolerante, lo que facilitó la evolución del peronismo en un movimiento que en adelante respetaría por lo menos las formalidades democráticas. También entendió que sería necesario asegurar que fueran castigados los responsables del baño de sangre que había enlutado al país, tanto los cabecillas terroristas como los jefes militares y quienes habían cometido actos realmente aberrantes, sin por eso dejar de discriminar entre los que dieron las órdenes y los que tuvieron que obedecerlas. Más tarde, cuando las Fuerzas Armadas ya no planteaban un peligro a la democracia, la estrategia elegida por Alfonsín sería criticada con ferocidad, pero dadas las circunstancias fue la mejor disponible. Por lo demás, funcionó: cuando casi seis años más tarde el gobierno de Raúl Alfonsín tambaleaba en medio de un estallido hiperinflacionario, a nadie se le ocurrió que el caos que se difundía por el país justificaría una nueva intervención castrense. Alfonsín, pues, logró desarmar el "poder fáctico" militar y crear una situación en que el peronismo podría democratizarse, de este modo reduciendo al mínimo la violencia política que tantos perjuicios había ocasionado en el medio siglo anterior, pero no supo manejar la economía con la mezcla de rigor y flexibilidad exigida por las circunstancias. Como demasiados políticos de su generación, sus prejuicios, y cierta propensión a creer en teorías conspirativas, le impidieron tomar nota de los cambios que estaban transformando el mundo. Asimismo, debido a una tendencia acaso comprensible a atribuir la condición penosa de la economía a fines de 1983 a un plan militar siniestro, no quería entender que las deficiencias estructurales y también culturales, en el sentido lato de la palabra, antedataban el comienzo del "proceso" por muchos años y que, por lo tanto, suponer que todo saldría bien si pudiera hacer volver el reloj a los setenta o los sesenta era muy poco razonable. Como Alfonsín mismo afirmaría, "no supo, no pudo o no quiso" hacer cuanto resultara necesario para impedir que la economía nacional se precipitara en una de sus esporádicas crisis anárquicas. A la idea, reivindicada indirectamente de esta manera por Raúl Alfonsín, de que, por motivos es de suponer éticos, en ocasiones sea mejor resignarse al fracaso -condenando así a millones de personas a la miseria- que actuar con realismo, puede imputarse la desaparición de la UCR como el partido natural de gobierno que pareció ser en octubre de 1983. En efecto, si bien la UCR, acompañada por el Frepaso, volvió al poder en 1999, la hostilidad de sus integrantes más influyentes, incluyendo a Alfonsín, no tanto hacia la política económica del presidente Fernando de la Rúa cuanto hacia lo económico de por sí, tendría consecuencias tan desastrosas que el radicalismo aún dista de haberse recuperado de la experiencia. El jueves pasado, miembros de la UCR y ex radicales como Elisa Carrió y, mediante un mensaje, Ricardo López Murphy, se reunieron para rendir homenaje al "padre de la democracia" y recordar el momento de triunfo -y de triunfalismo- que disfrutaron un cuarto de siglo atrás. Sería positivo que algunos aprovecharan la oportunidad brindada por el aniversario para reflexionar acerca de las razones por las que en las elecciones presidenciales recientes el movimiento político que nos dio el gobierno más promisorio que haya tenido el país ni siquiera se animó a presentar un candidato propio. Mientras no lo hagan, la UCR seguirá siendo nada más que el partido de la nostalgia. | |