NEUQUÉN (AN).- "Ahora negro, negro porque el papá es carbonero o deshollinador", invita a cantar, guitarra en mano, Luis María Pescetti a un grupo de chicos relajados en una ronda.
"¡Mi papá es vampiro!", acota una vocecita femenina.
"Ah tu papá es vampiro, buenísimo", contesta Pescetti. "Negro, negro, es todo lo que tengo; negro, negro, tengo todo yo, porque yo amo todo lo que es negro, porque mi padre es deshollinador... y el de ella, vampiro", canta el humorista.
El color de los padres, la relación entre hermanos, los amigos, los miedos, la escuela, el barrio, las simples cosas son algunos de los temas tratados con humor en las canciones del escritor, músico y humorista infantil Luis María Pescetti. ¿Por qué hablarle a los chicos de las peleas entre padres e hijos o de cómo nacen los bebés? Quizás, porque al igual que la imaginación, las emociones de los hechos reales forman el cuerpo visible e invisible de la infancia. Y como escribió Miguel Ángel Viola alguna vez, "si todo eso crece con uno, habremos crecido verdaderamente".
Por teléfono, en una entrevista en la que mostró su hablar pausado y reflexivo, antes de presentarse en el Teatro Español de Neuquén el sábado próximo (en dos funciones: a las 11 y a las 16), Pescetti confesó que su primer acercamiento al humor infantil fue por un signo de agotamiento. "Corría el año 1994 y me había cansado un poco del circuito de humor para adultos, entonces decidí cambiar de público", dijo.
Aquella aventura que empezó en México con una pila de canciones para chicos, se convirtió en la profesión de este hombre de 50 años, sin hijos "todavía", que supo entender el ritmo del pensamiento de los chicos y se conecta con ellos a través de la música y la palabra. Movido por el afán de superar el desencanto con la risa, para que "chicos y grandes encuentren palabras para decirse, sin drama, esas cosas que son parte de la vida cotidiana".
-¿Cambiaste de público y con los chicos se produjo un encantamiento?
-Sí, tienen mucha fuerza. Después ocurre algo que no sucede cuando trabajas para adultos que es que vienen los papás con enormes agradecimientos. Hay una expresión un poco fuerte que te voy a contar, pero que es cierta y me ha pasado más de una vez. Uno siempre dice qué libros te llevarías a una isla, y esa es una forma de medir cuáles son tus libros queridos. Pero hay otra manera de hacer esta pregunta que es muy reveladora también. Preguntar qué libros le llevarías a tu hijo en un hospital. Es fuerte, pero me ha pasado. Y ahí ves que están contentos, se ríen? yo no sé como se puedan definir o formular en palabras ese lugar del humor en la vida de la personas.
-La infancia necesita juego y mucha risa...
-Sí, también mucha seriedad. Sobre todo te diría no dramatizar, considerar importantes las cosas que son importantes. Las otras son errores humanos que se pueden ir corrigiendo.
-Jorge Marziali dijo que si el niño aprende a querer las palabras, es como entrar más fortalecido a la vida de adulto, ¿coincidís con él?
-Coincido en que la palabra es un recurso que no tiene parangón. Cuando más palabras tenga un chico, una persona, para identificar lo que le pasa, mejor preparado está para seguir adelante. A ver? el grueso de mi trabajo pasa por nombrar lo decible, las cosas que nos pasan, pero nombrarlas como anécdota. Con los chicos una cosa es decir que hay que ser bueno y otra es poner una anécdota o experiencia de vida. (...) Entonces cuando te digo para qué ayudan las palabras, es para reconocernos en la experiencia de la vida cotidiana.
-¿Hay un libro o personaje de historieta al que recurrías siempre de chico ?
-Libro, "Ramo de cuentos" de Andersen, un libro de una historia fuerte. Y personaje, Astroboy. Porque podía volar, ayudaba, era bueno, era un genio.
-En tus shows usas palabras como caca, moco, pedo y los chicos y grandes se matan de risa. ¿Hay algún tema prohibido?
-En general los temas que hablo son aquellos que se pueden tratar con humor. Hablan de la realidad que viven los chicos. Ellos preguntan y uno trata de ponerle palabras y ayudar a organizar la información.
-¿Hay diferencias entre los chicos de la ciudad y la zona rural?
-Son las diferencias más grandes, mucho más que de país a país. Un chico de las afueras de Neuquén seguramente se parezca más a un chico de las afueras de Buenos Aires.
-¿Qué le exigen los chicos a los adultos?
-Coherencia. Que no digan doble mensaje. Los chicos necesitan coherencia para aprender el mundo, sino se vuelven locos. La coherencia es armar el mundo como un rompecabezas. No le podes poner un rompecabezas, un pedazo de vidrio roto, basura o chocolate carísimo, porque no puede armar nada con eso. Un chico es como un emigrante: si una persona se va a Alemania, Rusia, o a País Vasco, que para leer el idioma no tiene raíces en latín, lo que necesita es que quien sea su guía sea coherente. Si no te vuelve loco y no podes atender las reglas de ese lugar.
FLORENCIA LAZZALETTA
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