En estos días de turbulencias, que nos vienen allende los mares y los argentinos multiplicamos, con notable habilidad para crear crispación, la evolución del dólar nos toma la fiebre, como aquel termómetro que nos llenaba de enigmas en la niñez.
El billete norteamericano, contra más de un pronóstico, se revaloriza en el mundo a pesar de que su fuente de origen es la principal responsable de una hecatombe sólo comparable a la crisis del 29/30, creando de la nada un negocio gigantesco y global con pies de barro, cual ídolo predispuesto a la desgracia: las hipotecas basura.
Y en la Argentina, acaso como en pocos lugares del planeta, el dólar es más que una reserva de valor frente a la incertidumbre... es una obsesión. Pero ha de saberse que si el Banco Central debe vender 250 millones en un día para "administrar la flotación" en un mercado chico como el argentino, no es sólo por pequeños ahorristas atemorizados, sino más bien por la presión de los medianos y grandes tenedores.
En cualquier caso, lo que está claro es que, para muchos, el viejo billete verde calma la ansiedad, a pesar de que está respaldado por el país más endeudado del plantea: los Estados Unidos.
Ahora bien, la revalorización del dólar no es un fenómeno localizado y afecta en más de un sentido las economías regionales. En el caso de San Martín de los Andes, la escalada más preocupante podría no ser la que tiene lugar en la city porteña, sino la que también se está produciendo en Chile, cuyos turistas venían salvando los febreros de cada año, desde que aquí cayó la convertibilidad.
En octubre, la divisa norteamericana experimentó una fuerte alza contra el peso chileno. Se disparó a lo largo del mes en 123,8 pesos de ese país (al 30 de octubre), en una paridad que pivotea en torno de los 680 pesos.
El marcado retroceso del precio del cobre, que llegó a su valor más bajo en tres años, precipitó también el reposicionamiento del dólar en el país trasandino, aunque con una leve recuperación en los últimos días y luego de que se conociera la decisión de la Fed de bajar tasas.
Como fuere, la evolución del dólar en Chile debería ser una alarma inquietante para los operadores turísticos regionales, pues el peso argentino -merced a la intervención del Central- está lejos de compensar el ritmo devaluatorio que experimentó hasta aquí el peso chileno.
En efecto, tomando octubre como referencia en el pico de la crisis internacional, el peso chileno se depreció un 20% respecto del dólar, mientras que el peso argentino lo hizo en 8%.
Si bien el turismo tiene su fortaleza en la calidad de servicios y en la relación precio-producto y satisfacción, la diferencia cambiaria es un aspecto sustantivo a la hora de elegir destino.
Como se apuntó, con la caída de la convertibilidad, la región experimentó un notorio incremento de la presencia de turistas chilenos de verano. Esa performance se hizo más ostensible en febrero. Para más de un empresario regional, ese mes, en el que declina el turismo nacional, se venía sosteniendo con buena rentabilidad a favor de los visitantes trasandinos. Pero a precios de hoy, somos un país más caro para los hermanos chilenos.
Si la actual tendencia se mantiene, el próximo verano podría ser muy corto por estas tierras.
FERNANDO BRAVO
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