Fíjense qué coincidencia. Unos días después de que una fuente oficial confirmara que el déficit de viviendas en Neuquén sería de unas cuarenta mil, nos enteramos de que una nenita de once meses murió quemada cuando dormía en una vivienda precaria del barrio Villa Ceferino de la capital neuquina.

Fue el miércoles pasado. Pero hubo otra coincidencia más: el incendio se produjo una semana después de que la policía reprimiera a gente que ocupó un predio municipal situado en el barrio Confluencia e instaló algunos albergues precarios -de esos que se queman rápido- con la intención de tener allí su vivienda definitiva. Es ésa una más entre las "tomas" que se suceden en la capital neuquina, a las que no son ajenos intereses políticos opuestos a la gestión del intendente Farisano pero que, como quiera que sea, encuentran eco entre quienes necesitan un lugar para vivir sin riesgos y no pueden pagarlo.

Y, por fin, esos acontecimientos coinciden con que en la provincia existe desde hace mucho un Instituto Provincial de Vivienda y Urbanismo, el IPVU, que cuando gobernó Felipe Sapag sirvió para construir viviendas populares con financiación del Fondo Nacional de la Vivienda (Fonavi), pero que ahora no sirve para nada.

No sirve, aunque sigue existiendo, porque hace cuatro años quien era entonces gobernador, Jorge Omar Sobisch, decidió crear una "Agencia de Desarrollo Urbano Sustentable" (ADUS), así llamada porque, supongo, el desarrollo urbano -esto es, la construcción de viviendas populares que muchos de sus ocupantes no pagaban- deterioraba las cuentas, no del todo claras, del Estado. Sobisch envió un proyecto de ley a la Legislatura que, adivinen, fue aprobado.

En su mensaje a la Legislatura del 1 de mayo de 2005 que -vuelvan a adivinar- fue muy aplaudido por la barra, Sobisch habló de este asunto. Comenzó haciendo público un descubrimiento: "La vivienda propia familiar -dijo- es uno de los sueños más anhelados por toda la población, es una de las bases más sólidas para el crecimiento del núcleo primario de cada persona". Por eso, dicho sea de paso, es que él tiene unas cuantas. El primer jefe de la ADUS, José Oser (antes gerente general del BPN con la presidencia de Luis Manganaro), también lo entendió así. Fue por eso que le compró a la familia Salvadó la casa encerrada entre sólidas paredes que rodean un predio de diez mil metros cuadrados en el barrio Jardines del Rey, sobre la calle Leguizamón.

Por el significado que daba a la vivienda propia familiar, Sobisch -que definió al Fonavi como "el sistema más perverso de la Argentina, donde lo que menos importa es la calidad de la vivienda, privilegiando los negocios que disfrutan unos pocos y que pagamos todos los argentinos" (a Sobisch siempre le repugnaron los negocios que disfrutan unos pocos)- creó la ADUS y puso allí a Oser, una garantía de que el nuevo organismo no sería un negocio del que disfrutan unos pocos.

El nuevo sistema era una maravilla: con él "cada ciudadano accede a una vivienda, eligiendo comprarla o construirla, en donde quiera y como quiera", dijo Sobisch entre aplausos. Hicieron eso los que pudieron acceder a un préstamo de la ADUS. Pero hoy, según cifras oficiales, hay unas 40.000 familias neuquinas que no pudieron.

En aquel mensaje Sobisch también habló del Plan Integral de Seguridad. Empezó por enterar a quienes lo escuchaban que "hoy la seguridad se enfrenta a nuevas amenazas globales como el terrorismo, el flagelo de las drogas y nuevos delitos a los que nuestra población no está acostumbrada".

Es verdad que no estábamos acostumbrados. Nunca, que yo sepa, se había producido un fraude en perjuicio del BPN (o sea, de todos nosotros), como el atribuido a la empresa Temux y a algunos funcionarios del banco, por un monto tan elevado, del orden de los 20 millones de pesos. Tal vez pasado mañana, cuando declare en la causa Temux, el ex ministro de Hacienda, Claudio Silvestrini, pueda aportar datos útiles que nos ayuden a conocer la responsabilidad del banco y de sus funcionarios en la defraudación.

Pero estábamos en lo de la vivienda. Sobisch decía que como Neuquén era la provincia de mayor ingreso per cápita (en promedio, porque hay unas pocas cápitas que embolsan más que muchas), se tornaba imprescindible evitar que se pudiera "convertir en un bocado apetecible para las bandas organizadas". Seguramente él, con tantos años en el poder, sabía bastante de esas bandas.

Decidió, por lo tanto, invertir 150 millones de pesos en el plan de seguridad que ese mismo año 2005 puso en marcha Luis Manganaro, ministro del ramo que también sabía de esas bandas. La mayor parte de esa inversión fue para la empresa Damovo, que nos sorprendió hace algunos meses cuando supimos que había depositado una parte de ese dinero (doce millones) en cuentas corrientes del grupo Temux en el BPN.

Con esa inversión Neuquén tendría -dijo Sobisch- "el sistema de seguridad más moderno del mundo". Más que, por ejemplo, que el de los Estados Unidos, que no logró impedir el ataque a las Torres Gemelas. Con esta provincia, Osama no se atreve.

Lamentablemente, el plan no incluyó al déficit de vivienda. Si bien se mira, el plan se instrumentó para dar seguridad a los propietarios contra los delincuentes que -salvo aquellos que cometen delitos como el fraude de Temux- son, como los autores de los delitos contra la propiedad, todos pobres y en su mayoría jóvenes.

El resultado de esa política -sin contar cierto tufo a corrupción que el gasto público exhala cuando lo cubre el mayor de los secretos- es que, con una concepción tan estrecha de la seguridad, la pobreza desatendida aumenta y con ella el delito. Naturalmente, no falta quien, por más pobre que sea, no delinque. Pero que el delito aumenta, aumenta.

Por cierto, cuando me refiero al delito no estoy pensando en una nena que, como las brujas perseguidas por la Inquisición, muere en una hoguera. No, eso es producto de la fatalidad.

JORGE GADANO

jagadano@yahoo.com.ar