Viernes 31 de Octubre de 2008 22 > Carta de Lectores
"Castellano, ¿una lengua sin código?"

Desde 1986 leo el diario "Río Negro" por gusto y obligación profesional. No comprendo aún el sentido de su "Palimpsestos" (Real Academia) del pasado martes 21 de octubre. No hay "mitos" en una lengua sino vicios y errores, promovidos involuntariamente por la ignorancia popular o vulgo inculto (no significa: "malvado") y favorecidos por quienes poseen medios masivos de comunicación social estrictamente comerciales.

En efecto, nadie es culpable por "no saber", -excepto las leyes- ("...ningún ciudadano debe alegar, en su defensa, la ignorancia de las leyes e incumplirlas... aún con atenuantes"), salvo que, oportunamente, se le hubieren inculcado conocimientos, posteriormente evaluados, exámenes mediante. Tampoco, hasta ahora, es un delito hablar y escribir mal. No obstante, constituye una clarísima mala praxis profesional jamás sancionada, decir o escribir voces o locuciones tales como: "desapercibido" por "inadvertido"; "desembarcar" por "instalar"; "espera por" por "espera a"; "totalmente destruido" por "destruido"; "vaso medio lleno o vaso medio vacío"; "sí o sí"; "es como que"; "caiga quien caiga" por "caiga quien cayere o cayese" y un sinfín de vulgarismos, barbarismos, "queísmos", "dequeísmos", pleonasmos (o aún mejor: ¿"pleonasnos"? -¡pobres animales, los castigados burros!-); solecismos; sonsonetes, inconcordancias; cacofonías, extranjerismos y sus derivados: anglicismos, galicismos, italianismos, latinismos, germanismos, etcétera.

Como sabemos, una lengua es un código. Un código responde a un acuerdo mediante el cual el ser humano establece normas de entendimiento, sean cuales fueren. Nuestro código lingüístico, nos agrade o disguste, es el castellano con sus eventuales transformaciones, en tanto y en cuanto éstas respondan a ciertas etimologías que enriquezcan y otorguen la razón de ser a la semántica; o siempre y cuando se trate de un neologismo, que justifique luego su aceptación formal a la normativa lingüística por parte de expertos en la materia.

Me pregunto:

¿El periodismo tiene licencia para matar una lengua mediante la difusión masiva y consuetudinaria de errores gráficos u orales?

¿El periodismo argentino es hoy una metáfora literaria ripiosa o incorrecta de moda?

¿Rigurosidad y valía de la cultura o alegre difusión masiva de la ignorancia?

¿Cuestionamiento permanente a la verdad o ésta nunca existió y ha sido mentira?

Me respondo: en última instancia, los gobernantes siguen muy agradecidos frotándose las manos.

Patricio Martín Orlando

DNI 12.491.854

Roca

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