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Desde un punto de vista filosófico podemos destacar tres aspectos significativos para interpretar la crisis actual: el cambio en la conciencia de la globalización, la revalorización del Estado y el surgimiento de una idea de gobierno mundial.Muchos se gratificaron observando cómo la globalización financiera tenía un efecto "revertido" sobre los Estados Unidos que normalmente dictaba consejos asimétricos sobre la economía de otros países. El funcionamiento de un sistema-mundo implica que cualquiera de sus partes puede afectar a las demás. Pero los Estados Unidos se comportaban como si el "centro" de la globalización fuera inmune a los problemas de la "periferia".Aunque abundan en distintas direcciones las críticas a la globalización, lo que podemos destacar en esta crisis es el avance, no el debilitamiento de la conciencia global. La crisis financiera produce una nueva toma de conciencia respecto de la universalidad de los procesos. Los esquemas mentales anteriores fundados en la idea de "centralidad", "hegemonía" o "aislamiento" se derrumban. Ahora, la Unión Europea está convocando a una cumbre mundial para reformar el sistema financiero.El "capitalismo global" está sujeto a todas las consecuencias de un sistema-mundo. El atraso en los pagos de algunos miles de deudores hipotecarios en Estados Unidos desencadenó una serie de crisis en bancos, bolsas y economías de distintos países. Las conexiones sistémicas en la economía global resultaban evidentes. Pero la cultura especulativa y bursátil se había encerrado en una burbuja autorreferente. Con un alto grado de inconsciencia, quienes se apoyaron en la supremacía del capital financiero practicaron un control hegemónico sobre el resto del mundo, invocando las leyes del mercado. Esta versión del neoliberalismo se había instalado como un dogma. Ahora se encuentra en el epicentro de todas las críticas, afectó al corazón mismo de las metrópolis capitalistas. Keynes y la intervención del Estado fueron llamados al rescate.Sin entrar a discutir las distintas interpretaciones de la crisis financiera actual, quisiéramos destacar el impulso que cobró la cultura especulativa con la "virtualización" de las transacciones a escala planetaria. La nueva economía simbólica asistida por los sistemas de información aceleró los tiempos y suprimió las distancias. Alquimia electrónica. Las finanzas virtuales crearon sus propias reglas de acumulación. Cualquier "target" podía ser objeto de una "burbuja especulativa". La economía real pasó a depender de las especulaciones financieras.Todavía no se han analizado suficientemente las consecuencias de la "economía simbólica" y de la virtualización de la economía. No es un fenómeno aislado, forma parte de un proceso más amplio donde todo lo virtual se ha vuelto real y todo lo real se ha vuelto virtual. Vivimos un cambio en el principio de "realidad". Sygmunt Bauman habla de "tiempos líquidos". En este contexto la economía y las finanzas también se "desrealizaron". El redescubrimiento del Estado El segundo aspecto de la crisis actual es el retorno del Estado. Francis Fukuyama, en su libro El fin de la historia (1992), había declarado la apoteosis del libre mercado. En el 2004 escribió otro libro sobre "La construcción del Estado" para advertir sobre el debilitamiento de las políticas públicas. Inventó allí la categoría de los "estados fallidos", aludiendo a países donde nadie puede ya garantizar la vigencia del Estado de derecho.Ahora, tanto los liberales como otros antiestatistas descubren que sin la intervención de un poder público eficaz no puede existir una economía mundial y tampoco puede subsistir el "Estado de derecho". ¿Podremos hablar de una nueva onda de "neoestatismo"? Seguramente. No tanto por razones ideológicas, sino prácticas. Los problemas económicos, sociales y ecológicos a escala mundial requieren políticas e instrumentos públicos eficaces. La vuelta al Estado surge en el seno mismo de las metrópolis neoliberales como un intento pragmático y desesperado por rescatar sus propias economías.Desde la década de 1980 se propagó en el mundo la crítica a la intervención del Estado desde distintos ángulos ideológicos. En la economía fueron los neo-liberales los que llevaron la voz cantante. Parecía haberse agotado el concepto de Estado-Nación. Ahora, en Estados Unidos, último baluarte del individualismo institucional, se está asumiendo que sin regulación del Estado no puede perdurar el sistema financiero nacional y global.Posiciones estatistas y antiestatistas compitieron durante todo el siglo XX en política y en economía. Nadie ha podido eludir las funciones básicas del Estado y a su vez ningún Estado ha podido absorber totalmente la sociedad. Estado y sociedad coexisten en diversos grados de equilibrio. En América Latina se produjo la vuelta a regímenes democráticos a partir de la década de los ´80. En este proceso pasamos del Estado autoritario a una sociedad más autónoma. Algunos pensaron que eliminando las funciones de control, regulación o planificación del Estado se favorecía la democracia.Otro factor a tener en cuenta es el fortalecimiento de los actores individuales. Este fenómeno fue promovido por la escolarización masiva de las poblaciones que crearon sujetos con mayor autonomía (mujeres, pobres, negros, indios, minorías discriminadas). La globalización de la economía y de los medios de comunicación facilitaron el acceso a la sociedad de consumo.De pronto descubrimos que necesitamos el Estado para controlar procesos como el "calentamiento global" que amenazan el futuro del planeta. La violencia crece en las ciudades y se descubre que el Estado está ausente para garantizar el ejercicio de los derechos. Redescubrimos la necesidad del Estado para regular el sistema financiero que amenaza la economía-mundo. La pobreza, aun en los países ricos, no puede enfrentarse sin una fuerte intervención pública.El Estado vuelve, pero seguramente de otra manera. Pensar las nuevas formas del mismo requiere un pensamiento complejo donde habrá que considerar la interdependencia de los individuos, comunidades, estados nacionales, movimientos sociales y el sistema-mundo. El paradigma fragmentario y polarizado que conocemos hasta ahora no puede durar. El horizonte de ungobierno mundial La tercera dimensión filosófica de esta crisis es el surgimiento de una perspectiva de gobierno mundial. Esta conciencia está latente como "conocimiento implícito", pero pocos se atreven a explicitarla. Nada tan espantoso para un ciudadano norteamericano, y de otros países también, como la idea de una entidad supranacional que pueda intervenir en sus asuntos. Los Estados Unidos fueron una usina de ideas y culturas globalizadoras, pero curiosamente las mayores resistencias a un modelo de desarrollo mundial se encuentran en ese país.Si pensamos la globalidad en términos coherentes, el desafío no es sólo de los Estados Unidos sino de todo el mundo. El derrumbe del capitalismo, si se produce, no va a generar automáticamente un nuevo orden económico mundial. Y esta alternativa no se va a resolver de un día para otro en una asamblea planetaria. De modo que tenemos que contar con la formación de un consenso intersubjetivo y con la creación de mecanismos para hacer viable un modelo de desarrollo global.La idea de un gobierno mundial tiene antecedentes históricos y filosóficos. Pero nunca como hoy se presentan las condiciones para crear una comunidad mundial. En 1948 fueron proclamados en Naciones Unidas los derechos humanos universales que constituyen el consenso moral más amplio que jamás se haya logrado. Desde aquel entonces fueron discutidas y aprobadas numerosas declaraciones para responder a los problemas mundiales. Pero al consenso moral le hace falta el contexto de aplicación, o sea, un gobierno mundial.Las Naciones Unidas se han demostrado impotentes para aplicar las generosas y prometedoras declaraciones que surgieron de su seno. Necesita mecanismos de decisión. Carecemos de un consenso pragmático en torno de un modelo de desarrollo mundial que contemple como prioridades la superación del hambre, de la pobreza y de los desastres ecológicos. La crisis financiera actual puede ser una oportunidad para avanzar en ese sentido siempre y cuando las medidas para resolverla no se reduzcan a un rescate del sistema financiero. Está claro que fuera de la humanidad global no hay salvación, pero sin un modelo de desarrollo mundial tampoco hay salvación. Augusto Pérez Lindo Doctor en filosofía
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