María José Aranea sonreía con esas risas francas que alumbran a los que tienen cerca, y Yanina Tolosa era un poco más reservada, aunque las dos formaban una dupla inseparable.
"Eran chicas joviales y buenas alumnas, y se preocupaban por estar arregladas, aunque de las dos María era la más coqueta" expresó Beatriz Fernández, la directora del CEM 38, el colegio en el que cursaban quinto año.
Las dos se habían inscripto recientemente en un curso de mozas que las habilitaría para ingresar a trabajar en el casino, y repartían volantes de una empresa de taxis para contar con algún ingreso propio. María José, además, estudiaba peluquería. La cercanía de sus casas y el hecho de compartir la misma división en la escuela las había tornado inseparables.
El hogar de Yanina, siempre repleto de primos y parientes, contrastaba con el de María José, que vivía sola junto a su madre, que trabaja como doméstica en casas de familia y es el único sostén de su hogar.
El matrimonio Tolosa, en tanto, posee un camión para realizar algunas changas y un pequeño campo en el que junto a los suyos solía ir a cazar liebres y compartir jornadas al aire libre.
Dos años atrás, antes de mudarse definitivamente a SAO, la joven Aranea se había escapado de dos hogares albergue de la línea Sur, a los que su mamá la envió a completar sus estudios. A ella, últimamente, uno de sus profesores la había notado mucho más delgada que lo usual.
El martes, los Tolosa dejaron a Yanina estudiando en su casa, cerca de las 19. Cuándo regresaron hallaron a las chicas juntas, como siempre, aunque esta vez unidas en un inesperado final.