Una de las mayores ilusiones en la sociedad capitalista es la extendida convicción de que inteligencia y riqueza marchan de la mano. La realidad no confirma esta presunción y en la mayoría de los casos la riqueza resulta consecuencia de factores aleatorios. Los mismos que hacen que en el llamado sillón de Rivadavia no se sienten los mejores, sino los que han sido premiados por "la fortuna", un factor imponderable que Maquiavelo incorporó a la teoría política.
En el mundo financiero es donde la creencia de que la inteligencia genera riquezas está sólidamente afincada. Los que se consideran más listos o informados inician un movimiento comprador de determinadas acciones en la Bolsa. De esta manera se produce un movimiento que confirma las expectativas creadas. La euforia dura hasta que alguien advierte que hay una sobrevaloración de esos activos y comienzan a vender. La tendencia se autorrefuerza y llega un momento en que todos intentan escapar, lo que resulta imposible porque no hay compradores, sólo vendedores. La burbuja se pincha y el precio de las acciones se derrumba.
Estos ciclos de auge y caída se producen periódicamente. Esto es debido que, según Galbraith, la memoria del público sobre los peligros de las burbujas financieras no alcanza más allá de un par de décadas. Por consiguiente, los ciclos se repiten. Los que participan en este juego y pierden se revuelven contra los "especuladores". Son los profesionales que salen bien parados de la crisis porque, debido a su experiencia, han tenido la capacidad e intuición para adelantarse a los acontecimientos. Pero en ocasiones, cuando son fondos de gran tamaño, más que prever los acontecimientos, los provocan.
La historia registra casos divertidos del encantamiento que produce en las personas la creencia de que tienen a su alcance la posibilidad de enriquecerse. Alrededor de 1593 el embajador austríaco en Holanda llevó a este país una serie de bulbos provenientes de Turquía. Eran los famosos tulipanes, que hicieron furor entre los holandeses por la vistosidad que daban estas flores a los jardines. El precio de los bulbos comenzó a subir y cuanto más subían más convencidos estaban los inversores de que aquélla era una buena inversión.
Un bulbo de tulipán llegó a cambiarse por un carruaje con dos caballos. Hicieron su aparición, ya entonces, las "opciones de compra" de bulbos, que permitían adquirirlos por un precio pactado en el futuro, entregando sólo un porcentaje del precio vigente en el mercado al momento de firmar la opción. En enero de 1637, los precios se habían multiplicado por veinte. Fue entonces cuando alguien debió considerar que estaban demasiado elevados y comenzó a vender. Se produjo entonces el famoso efecto "manada" y los precios se desplomaron. La crisis que se desató a continuación afectó la economía productiva y Holanda se vio envuelta en una grave depresión económica que duró varios años.
Otros fenómenos similares tuvieron lugar en el mundo a lo largo del lento despliegue del capitalismo. En 1711 se creó en Inglaterra la Compañía de los Mares del Sur, con la idea de equipar barcos con esclavos africanos para venderlos en Sudamérica. El negocio, que había atraído a miles de inversores, fracasó estrepitosamente por la elevada tasa de mortalidad de los embarcados.
En Francia, en 1716, se creó la Compañía del Mississippi, que emitió valores que serían cancelados con la explotación de los yacimientos de oro que, se suponía, existían en la Luisiana francesa. Para ganar la confianza de los ahorristas se reclutó a un batallón de mendigos de París, a los que se hizo desfilar por sus calles con picos y palas. Cuando alguien descubrió que los mendigos seguían deambulando por las calles en vez de estar navegando rumbo a América, se corrió la voz y las acciones de la compañía se hundieron estrepitosamente.
En 1815, un empresario de Boston importó media docena de merinos procedentes de Andalucía. Pronto circuló la idea de que los norteamericanos podían desplazar a los británicos en el comercio de lanas, y una flota de barcos privados atravesó el Atlántico para comprar merinos en Andalucía. Las ovejas que valían un dólar en España, pronto alcanzaron el precio de 1.200 dólares en Estados Unidos. Pero, como en otras ocasiones, finalmente el mercado se derrumbó y las ovejas terminaron vendiéndose a 20 austeros dólares.
Un viejo aforismo de los especuladores en bolsa aconseja "ser cauto cuando los demás se muestren codiciosos y ser codicioso cuando los demás sean cautos". Lo acaba de citar el multimillonario Warren Buffet en un artículo en "The New York Times" donde anuncia su propósito de entrar a comprar en la deprimida Bolsa norteamericana. Lo que Buffet no dice es que él es el primer interesado en que los inversores vuelvan a depositar sus esperanzas en la renta variable: su cartera de valores acumula importantes pérdidas en lo que va del año. Una muestra más de los riesgos que asumen los que se internan en la intrincada selva financiera.
ALEARDO F. LARÍA (*)
Especial para "Río Negro"
(*) Periodista y abogado