La felicidad también puede ser un corrido mexicano. Lo ha demostrado con increíble precisión Israel Moreno, quien en la noche final del Primer Festival Internacional de Marimba se atrevió a transportar a su público a un espacio real pero invisible a los ojos donde vive su cultura. Y que es donde radica su energía como músico. Los géneros pasaron por sus manos y fueron creciendo a lo largo del concierto: corridos, zapateados, boleros. Nada le fue ajeno.
Un poco antes Ángel Frette, el organizador de esta atrevida apuesta, había sorteado entre los estudiantes que se encontraban presentes una serie "detalles", donados por los maestros. Durante la semana alumnos y artistas mantuvieron un fluido contacto que se graficó en clases y conciertos. Del encuentro participaron estudiantes del Alto Valle, Córdoba, Buenos Aires y Santiago, Chile. "Frette es alguien que está haciendo mucho por la difusión de la marimba y por el repertorio de marimba", explicó Moreno. Este festival es una prueba más de ello.
El ambiente se notaba distendido, listo para los juegos rítmicos que tenía preparado este excelente músico mexicano. Cuando parecía que la noche se apagaba, Moreno sacó del sombrero un conejo jazzero. "Allá la gente grande, los viejitos le llaman descomponer a la música esto que hacemos. A mi me gusta fusionar", señaló con una risa cómplice. Acto seguido, junto al Grupo de Jazz de la Fundación Patagonia, interpretó un repertorio tradicional mexicano, "descompuesto" en clave de jazz.
La improvisación es la materia más alta de Israel Moreno, su patrimonio indiscutible. En los compartimentos elásticos de la música mexicana, se explayó de un modo perfecto. El grupo de jazz estuvo a la altura, especialmente Mauricio Lusardi, quien debió hacer de compañero de ruta de un inspirado Moreno. Con los años, este joven que fuera alumno de Gabriela Guala, ahora radicada en Alemania, se ha convertido en uno de los mejores y más inteligentes intérpretes de jazz de la región. Hay que estar atento a su evolución y cuidarlo.
En el final, William Moersch, Keiko Kotoku, Ángel Frette y el propio Moreno, se subieron al escenario a jugar el juego que más les gusta. Se entrelazaron en un divertido corrido que levantó al público de sus butacas.
Claudio Andrade
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