El gobierno municipal inició un esfuerzo válido por terminar con la improvisación en cuestiones relacionadas con lo urbanístico y ambiental. Si bien se trata de un logro a medias que no cumple todavía con todas las prescripciones de la Carta Orgánica, contribuye a romper una inercia que hasta aquí prohijó toda clase de abusos.
Pero el corazón de cualquier gestión (de la actual también, no sobra recordarlo) es la política presupuestaria. Y allí justamente campea desde hace rato la ausencia de planificación y la oscuridad más obstinada.
Aun antes de acceder al cargo, el intendente Cascón manifestó más de una vez su desacuerdo conceptual con el presupuesto 2008, aprobado por el Concejo en febrero pasado a propuesta del entonces titular del Ejecutivo, Darío Barriga.
El 17 de febrero Cascón ya perfilaba su candidatura para las elecciones de mayo y en declaraciones a esta diario prometió "reformular" el presupuesto porque contenía "20 millones de endeudamiento que están calzados con gasto corriente y otra partida que está llamada a funcionar como gastos reservados de la secretaría de Gobierno".
En aquel momento también cuestionó el aumento de tasas del 168 por ciento, que recayó sobre los contribuyentes en forma gradual y a fin de año será de aplicación plena.
El actual intendente aseguró en marzo que estudiaría modificaciones a ese gravamen a fin de "extender su impacto sobre dos ejercicios fiscales, asegurar un aumento ´cero´ para la población de menores recursos, al menos en la primera etapa, y tomar en cuenta la valuación fiscal de las propiedades; además de definir una canasta de costo de prestación de los servicio, que hoy no existe".
En otras declaraciones previas a la elección insistió en su vocación por modificar el presupuesto y efectuar un "corte contable" para revisar a fondo las decisiones económicas del gobierno precedente.
Incluso en una nota con "Río Negro" al día siguiente de su triunfo, Cascón reiteró que una de sus primeras medidas sería "la redefinición del presupuesto anual" y que consideraba necesario "reorientar el gasto público" para concentrarlo "en el área social".
Cuatro meses y medio después, el rumbo del nuevo gobierno se corresponde poco y nada con lo anticipado por Cascón. Los concejales de la oposición no perdieron la oportunidad de hacérselo notar en el reciente debate sobre el nuevo "plan de cuentas", que el intendente reclamó para ajustar el gasto a su organigrama político.
Además de ese detalle de buena administración recomendado por el Tribunal de Contralor, es evidente que el presupuesto necesita un replanteo urgente. Serviría no sólo para ajustar la estimación de ingresos y para que la nueva gestión pueda exponer mejor sus planes y prioridades, sino también para que los concejales, los contralores y la comunidad toda tengan una "hoja de ruta" menos mentirosa para cotejar con la realidad.
Ajeno por completo a sus promesas previas a la elección, Cascón prefirió dejar que el tiempo pase y concentrarse en la elaboración del presupuesto 2009. Mientras tanto el actual arrastra distorsiones e incoherencias que nadie explica.
El gasto salarial se disparó con los últimos aumentos y absorbe ya cerca del 65% de los recursos corrientes. La obra pública con recursos genuinos (modesta ya en el proyecto inicial) es más escuálida que nunca. Se acumulan los subsidios a un ritmo parecido al que le valió justificados reproches al gobierno anterior. Y en un simple repaso de los egresos ejecutados aparecen decenas de partidas que a esta altura del año tienen erogación "cero". Es decir que el presupuesto reservó un dinero para numerosos proyectos que posiblemente no se ejecuten jamás, en beneficio de algunos embudos insaciables como "sueldos", "subsidios" y "alquileres". Es legítimo, desde ya, que un gobierno nuevo tenga criterios diferentes para asignar el gasto, pero debería sincerarlos en el papel, aun a riesgo de darse un esquema rígido y antipático que hoy elude de hecho.
El presupuesto, por definición, es una herramienta indispensable para que el municipio actúe en la economía de la ciudad e incida sobre la puja distributiva. Pero el desmadre actual lo transformó en un dibujo por completo ajeno a la realidad.
La ordenanza que fijó el cálculo de ingresos y egresos para el actual ejercicio ya había perdido veracidad en la era Barriga, pero Cascón la mantuvo sin cambios en una situación que cada vez se parece más al período 1999/2003, cuando en el municipio reinó el descontrol de los presupuestos "prorrogados".
Hoy el famoso financiamiento de los 20 millones sigue vigente sin mayores conflictos, las tasas abusivas no merecieron revisión alguna y el corte contable jamás pasó del enunciado preelectoral. Una dejadez llamativa.
DANIEL MARZAL
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