Particular provincia en la que el gobernador pregona fidelidad extrema a extraños y detecta conjuras entre los propios.
Esa íntima sensación arraiga perturbación y ebullición oficial.
Saiz se incomoda en el terreno político, pero exageró frente a la presidenta con un férreo mensaje de lealtad kirchnerista. Lo movilizaron dos razones: un sobreactuado alineamiento con los argumentos de gobernabilidad y un discurso para la dirigencia radical, cada vez más ajena a la devoción K.
La debilidad del gobernador radica en que su Concertación tiene pocos adeptos entre los suyos. CFK no duda del apego de Saiz, pero padece de las rebeldías cercanas.
El caso más paradigmático es el andar del senador Pablo Verani, que encabezó la lista de la Concertación y, actualmente, es un fuerte crítico K en el Senado. No asistió o rechazó cada proyecto estratégico del kirchnerismo. Ahora votará contra el presupuesto. Verani se lo anticipó a Saiz, quien pretende reducir esa negativa al voto en particular. Esto aflorará esta semana cuando la cámara alta comience el análisis de la iniciativa.
Entre otros elementos, esta marcha crítica motiva el fundamentalismo de Saiz en su apoyo al matrimonio presidencial.
Esa posición casi no tiene peso en el Congreso. Verani desconoce ese criterio. El diputado Juan Carlos Scalesi mantiene autonomía. Sólo Hugo Cuevas muestra obediencia en los favores al kirchnerismo.
En Casa Rosada se detectó ese desmanejo. Por eso, el secretario general de la Presidencia, Oscar Parrilli, recomendó a Saiz que el candidato parlamentario del 2009 garantice más pertenencia. ¿Será el ministro César Barbeito? No está decidido.
Miguel Pichetto machaca esa contradicción oficial. "La Concertación no existe en el Congreso", insiste, repasando cada voto opositor. Esta realidad objetiva y el despliegue del senador acotaron al plano exclusivamente institucional la visita de la presidenta Cristina Fernández.
Para Saiz, gestos afectuosos pero señales políticas ausentes.
Los hechos para Río Negro también fueron reducidos. Es cierto que el gobernador consiguió que Nación precise cuál será su aporte al Fondo Frutícola, anuncio que parecía naufragar la semana pasada. Esa circunstancia proyecta incertidumbre. Sus concreciones exigen esfuerzos adicionales.
En la entrega presidencial figuró un aporte de 2 millones en ATN mientras la provincia sigue esperando los 10,5 millones comprometidos para la sequía y las cenizas. Chubut logró ese desembolso en junio pasado.
Mal presagio cuando las finanzas rionegrinas seguirán necesitando de la solidaridad de la Nación.
Un documento de la Auditoria General de la Nación consigna a Río Negro entre las provincias más "vulnerables" por su afectación de los recursos de coparticipación federal al pago de la deuda. En el mediano plazo (hasta el 2011), este Estado mantendrá una presión "particularmente alta" y las retenciones "no serán inferiores al 35%".
La carencia nacional se expone además en la simple cotidianidad. El viernes, Saiz se sorprendió con el decreto de excepción para Río Negro para cambiar el huso horario. Pocas horas antes, el gobierno rionegrino había cumplido con otro acatamiento, sumándose a la norma nacional cuando -coincidentemente- se lo liberaba de esa obligación.
Otra línea de "concertación" y diálogo poco válida.
La fe kirchnerista contrasta con las suspicacias que Saiz proyecta en los funcionarios y la dirigencia radical.
El caso Flavors se insinúa como punto de inflexión. El gobernador está molesto por el desenlace del proceso. La responsabilidad no debería buscarla tan lejos. Se anida en su despacho.
Esta historia comenzó a cerrarse cuando Salud provincial le entregó informes negativos de los alimentos. Ya era difícil sostener la empresa con el retiro de las marcas de leche que distribuía, dispuesto por el Inal. Fue imposible con aquel categórico dato de su organismo.
Después de tres meses de debate y conclusiones técnicas tajantes, Saiz desplazó a Flavors con el mismo fastidio de siempre cuando sus acciones emergen por los sucesos que ya desbordaron sus pausas.
Las acusaciones impactan en Alfredo Pega y el legislador Daniel Sartor. Aquél tiene su partida marcada de Familia. No habrá pedido ni renuncia presentada. El momento depende de la construcción de una salida decorosa.
Incierta ubicación proyecta Sartor, que inicialmente se repitió en su receta de tomarse un tiempo y un espacio del poder gubernamental.
Ese contexto se completa con el vínculo que reconstruyen Saiz y su vicegobernador Bautista Mendioroz, manifiesto antagonista del presidente del bloque oficialista. El mandatario insiste en esos complejos equilibrios, pero gozaría otro presente si su actitud hubiera sido distinta.
Convocó una semana antes de la rescisión de Flavors al gabinete ampliado para reagrupar filas y repudiar a los críticos. Nada es gratis. Su inexplicable defensa por mantener el sistema Flavors derivó en que Saiz tuviera que asegurar hasta a sus íntimos que nada tenía que ver con la empresa.
Conductas dudosas, impensadas en otros momentos. Sospechas -hasta ahora- siempre orientadas a otros dueños del poder.
El Estado no es impermeable a los negocios.
Un ejemplo contundente se ventilará desde esta semana en la Justicia. Se iniciará el martes el juicio por las irregularidades en los juegos de azar en la gestión de Verani. Hay tres imputados, entre ellos, el ex presidente de la Lotería, Miguel Irigoyen. La acusación: pago de coimas. El monto estimado por la Justicia: un millón de pesos (dólares). También serán juzgados Carlos Ferrari y Andrés Santamaría, un basquetbolista y amigo de la familia del ex gobernador, que figura como dueño de una empresa que recibía transferencias desde Lotería.
Ferrari fue eyectado cuando Verani advirtió lo irreversible de la investigación. Este empresario y sus empresas -Varsa y Casinos Río Negro- ya no se benefician con el negocio del juego en la provincia. Pero el senador mantiene su manejo intacto en la Lotería, que hoy conduce su yerno, Gonzalo Sanz. Éste tampoco es indiferente del pasado a juzgar: ocupaba la Asesoría Legal en tiempos de Irigoyen.
Política vieja y nueva.
Estilos y conductas diferentes, pero el gobernador y el senador preservan acuerdos más allá de antiguas amistades y marchas comunes.
Pasaron cinco años y, a pesar de las distancias políticas (como las actuales), el basamento estructural entre ambos se mantiene íntegro. No pudo pero, esencialmente, Saiz no quiso romper esa alianza.
El statu quo garantiza estabilidad y reduce los riesgos. Beneficios pasados.
Es hora de los costos de la continuidad.
ADRIÁN PECOLLO
adrianpecollo@rionegro.com.ar