Sábado 18 de Octubre de 2008 22 > Carta de Lectores
Gobernar en tiempos de malaria

Sólo jugaba con palabras la presidenta Cristina Fernández de Kirchner cuando dijo que "si hubiéramos enfriado la economía como nos pedían, hoy la Argentina sería un inmenso glaciar". Si por "enfriar" quería decir tomar medidas destinadas a corregir las distorsiones provocadas por la decisión de apostar todo al crecimiento macroeconómico, hubiera sido cuestión de preparar al país para el fin previsible de la etapa de vacas gordas que comenzó poco antes de la llegada de su marido a la Casa Rosada.

Así las cosas, la negativa, motivada por cálculos electoralistas, a efectuarlo a tiempo ha significado que al gobierno que ella encabeza le será aún más difícil hacer frente al vendaval internacional que ya nos está golpeando con fuerza, de lo que hubiera sido el caso de haberse frenado el crecimiento explosivo del gasto público y la proliferación de subsidios de todo tipo antes de que el viento de cola virara, transformándose en un huracán que nos sopla de frente. Durante la campaña electoral del año pasado, el vocero de la Coalición Cívica, Alfonso Prat Gay, advirtió que si el gobierno no enfriaba la economía los mercados lo harían de forma mucho más brutal. Aunque no pudo prever que el cambio sería tan abrupto, la realidad no ha tardado en mostrar que tenía razón.

Al igual que todos los demás gobiernos del mundo, el de Cristina entiende que ha llegado la hora de aplicar políticas anticíclicas keynesianas para impulsar la actividad económica, pero carece de los recursos necesarios porque ya los utilizaron cuando creyó, como tantos otros engañados por la burbuja que acaba de estallar, que una coyuntura mundial que nos era insólitamente favorable se prolongaría por muchos años más. Por desgracia, ya sabemos que se trataba de una ilusión. A raíz de la caída abrupta del precio de la soja y de los granos, además de la virtual imposibilidad de conseguir créditos internacionales a tasas de interés soportables, el gobierno se verá pronto ante un panorama fiscal alarmante que le impedirá continuar despilfarrando dinero al ritmo al que se ha habituado. No le gustará para nada, pero tendrá forzosamente que manejar el gasto público con sumo cuidado, reduciéndolo en cuanto le resulte posible, lo que no le será del todo fácil en el año electoral que le espera. Mientras que en otras latitudes los gobiernos están en condiciones de impulsar programas de obras públicas ambiciosos para que la economía no pierda aliento, dicha alternativa nos está vedada hasta que se recuperen los commodities lo suficientemente como para que se aumente de nuevo el superávit comercial.

Por fortuna, parecería que los integrantes del gobierno nacional ya se han dado cuenta de que el desafío planteado por la crisis es enorme y que, como dijo la presidenta, "la malaria" ha llegado a la Argentina también. La reacción inicial ha consistido en intentar promover una especie de pacto social en que los empresarios se verían beneficiados por más barreras proteccionistas si moderan los aumentos de precios y ponen fin a los despidos. Por su parte, se espera que los sindicatos entiendan que no es el momento más oportuno para reclamar grandes aumentos salariales. El objetivo consiste en mantener estable la situación actual, lo que dadas las circunstancias resulta una opción válida, pero los eventuales acuerdos alcanzados terminarán deshaciéndose si la crisis se prolonga más de un par de meses.

Como siempre sucede en las etapas de crisis, todos quieren que se dé prioridad a sus propios reclamos, postergando a los de los demás sectores, así que los industriales quieren un peso más barato o, como lo califican, más "competitivo", a pesar de que los perjudicados serían los asalariados porque una consecuencia previsible consistiría en el aumento de los precios no sólo de los bienes importados sino también de los alimentos, lo que con toda seguridad desataría una nueva ofensiva sindical. Encontrar la forma de compatibilizar los intereses a menudo contradictorios de los diversos sectores era fácil cuando la economía crecía a "tasas chinas", pero en adelante el gobierno tendrá que procurar hacerlo en, a lo mejor, el contexto de un ritmo de crecimiento mucho menos vigoroso que aquel de los años últimos o, a lo peor, en medio de una recesión exasperante similar a las que ya se han iniciado en casi todos los países desarrollados.

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí