ROCA.- Existen cosas, como hechos musicales, plásticos o cinematográficos, que no pueden ser explicadas. Se trata de secuencias superadoras del quehacer cotidiano. Uno las percibe y trata de decodificarlas, acaso sin suerte. Cuadro y espectador, músico y audiencia, no alcanzan a establecer el código tradicional en el que ambos saben de antemano qué sucede. En estos casos uno de ellos, el artista, dispone y el otro, el público, revisa la posibilidad de una vibración. Si lo hace, pues, sobran las palabras. Cuando somos partícipes de una experiencia así entendemos que no todo se reduce a un puñado de frases en materia expresiva. Que hay más de tres notas en el repertorio de la música contemporánea.
En parte, es lo que ha estado sucediendo en el Primer Festival Internacional de Marimba que se desarrolla en la Ciudad de las Artes de Roca. Lo inesperado tomó de las solapas a la casa de estudios y a la villa. Estábamos acostumbrados a la mixtura amable que presenta el Festival Internacional de Percusión, que cada año transcurre en el mismo escenario. En esos días de invierno somos testigos de la experimentación compositiva pero también del balanceo contagioso de una música que nos hace recuperar la identidad de cada fibra del cuerpo. Que lo digan, si no, quienes se pusieron en forma al ritmo del Taller de Percusión Huracán Buceo del Uruguay.
El Festival de Marimba ha demostrado ser el laboratorio y la incubadora de una propuesta estética distinta. Ésta es, metafóricamente hablando, una cita gastronómica.
Porque lo que sucede sobre el escenario puede explicarse como un desafío a los sentidos en términos amplios. El sabor explota en la boca al igual que la música en los oídos. El veredicto acerca de lo que provoca este tejido sonoro le corresponde a un alumno aventajado pero también a un público que se deja llevar por la magia de lo inhabitual.
En cada concierto nos enfrentamos a la búsqueda profunda de la originalidad. De lo no dicho hasta hoy. Algunas de las composiciones que ejecutó el miércoles por la noche William Moersch le recordaron a este cronista esas piezas perturbadoras que en ocasiones acompañan a las escenas en sombras de algunas películas.
No todo fue así; en otro momento Moersch condujo un viaje por la materia y la geografía natural. Se llegó a percibir el aroma de los árboles y la textura de la tierra. Cada una de estas postales requieren de la complicidad del espectador. La maestría de un artista como William Moersch se hace visible en el contrato afectivo que firman él y la platea. El arco, el blanco.
El resultado final será invalorable. Descubrir los colores que atraviesan la superficie de la paleta requiere de un gesto de audacia.
Los músicos William Moersch, de 10:30 a 11:30, e Israel Moreno, de 12 a 13:30, serán los encargados de abrir hoy la última jornada del Festival Internacional de Marimba, con sus clases en el Auditorio de la Ciudad de las Artes de Roca.
En ese mismo escenario se recibirá a los diversos participantes del Festival con otro concierto a partir de las 15.
A partir de las 18, realizarán su actuación los Ensambles de Marimba con sus obras de música de cámara, trabajadas junto a los docentes William Moersch, Keiko Kotoku e Israel Moreno.
La despedida del evento, por el cual han pasado tanto alumnos como público en general, reunirá a las 22 en el Auditorio a Israel Moreno, el Grupo de Jazz de Fundación Cultural Patagonia, Keiko Kotoku, William Moersch y Ángel Frette.
Claudio Andrade
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