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El ultraderechista Jörg Haider, fallecido días atrás luego de que su auto se estrellara en una carretera al sur de Klagenfurt, en Austria, regresaba de una reunión de su partido, la Alianza por el Futuro de Austria, en la que se festejó el resultado de las últimas elecciones nacionales. Allí, los dos partidos de la derecha austríaca, con claras posiciones anti-UE, anti- EE. UU. y antiinmigrantes, sumaron un 29%, sólo 30.000 votos detrás del partido puntero, los Demócratas Sociales, de centroizquierda. De esa manera se convirtieron en la fuerza de su tipo más fuerte en Europa, con una participación en las urnas nunca antes lograda en la Europa Occidental moderna. La muerte de Haider podría acelerar la unión de ambas facciones y posicionar a Heinz-Christian Strache, hasta el momento rival de Haider, como líder absoluto. En Europa, los partidos de extrema derecha desaparecieron, consignados en gran parte a la peor parte de la historia. En Francia, el Frente Nacional está en su punto más bajo en años. En Alemania, estos grupos son marginados e irrelevantes en la política nacional. Pero en Austria, la extrema derecha renace. "SIEG?" fue el mordaz titular en la revista austríaca Profil, sobre una fotografía de Strache y Haider. "Internacionalmente, Austria es la ´tierra de los nazis´ nuevamente", dijo Die Presse en Viena. Y tal vez a nivel doméstico también, con una posibilidad muy real de que los partidos de la corriente dominante de Austria no sean capaces de formar un gobierno sin tener en cuenta a los que, directa o indirectamente, descienden del Partido Nazi Austríaco. Ambas fracciones rechazan cualquier vínculo con los nazis. Pero está claro, por su retórica y su éxito electoral, que Austria aún lucha por superar un legado que el resto de Europa dejó atrás hace mucho. En comparación con los alemanes, los austríacos tardaron y fueron renuentes a aceptar cualquier responsabilidad por su papel en la Segunda Guerra Mundial, viéndose a sí mismos como víctimas del Anschluss más que participantes bien dispuestos. Así que, mientras Alemania prohibió partidos nazis y neonazis en su Constitución de la posguerra y los grupos de otras tendencias prometieron nunca entrar en coalición con la extrema derecha, condenándolos al ostracismo social y político, los partidos de la corriente dominante en Austria "nunca tuvieron el coraje de quitar respetabilidad al ala derecha", dice Anton Pelinka, politólogo austríaco en la Universidad Europea Central, en Budapest. En opinión de Pelinka, parte de la razón para ello, y para la tolerancia del extremismo de Austria, es que, a diferencia de Alemania, la intelectualidad no regresó después de la guerra. En 1986, Austria elegiría a un ex oficial nazi, Kurt Waldheim, como presidente (ciertamente, las críticas internacionales provocaron resentimiento en Austria y ayudaron a su campaña) y ese mismo año Haider asumió el liderazgo del Partido Libertad, descendiente del viejo Partido Nazi Austríaco, acompañado por una ola de sentimiento antioccidental. Moderó sus opiniones, al menos en público, y se separó del Partido Libertad cuando Strache, el más extremista, asumió el poder, en el 2005, formando su Alianza por el Futuro de Austria. Strache hizo un llamado para la prohibición de la construcción de minaretes y prometió crear un ministerio encargado de la deportación de extranjeros. Según se informa, fue fotografiado en lo que los opositores dicen que son ejercicios de entrenamiento paramilitar, aunque él afirmó que eran "balas de pintura". El fuerte resultado de la extrema derecha en las urnas fue visto fuera de Austria como la confirmación de sus políticas antimusulmanas y antiinmigratorias. Pero Christoph Hofinger, del Instituto para Investigación y Análisis Social de Viena, dice que hay más en esto. Ambos partidos moderaron su retórica durante la campaña, y enfatizaron los problemas económicos para atraer a los electores centristas. Las encuestas muestran que los jóvenes y los trabajadores constituyen la mayoría de los nuevos electores de la extrema derecha. "Se está volviendo políticamente aceptable tomar posiciones extremas", dice Simon Tilford, del Centro para la Reforma Europea de Londres. En Italia, los partidos de extrema derecha son los socios júnior en la coalición de gobierno de Silvio Berlusconi. ROD NORDLAND Newsweek
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