Muchos gestos afectuosos, pero poca política. Estas condiciones caracterizaron la visita a Río Negro de la presidenta Cristina Fernández.
Evitó definiciones sobre la Concertación. No quiso incomodar a ningún anfitrión.
Más allá de sus diferencias partidarias, CFK conoce de la fidelidad de Miguel Saiz y Miguel Pichetto. Aquel fiel escudero y éste tradicional crítico de esa alianza programática.
La presidenta mantuvo esa omisión oratoria incluso cuando Saiz exageró en el Centro Cultural en su devoción al proyecto K. Tampoco participó cuando en el cierre de la ceremonia se generalizó la marcha peronista, entonada por dirigentes y militantes justicialistas que integraban el auditorio viedmense.
Todo quedó reducido a señales menores. Esa condición potenció la rectificación nacional de que la presidenta no aceptara la Residencia sino que utilizara un hotel para su descanso nocturno en Viedma. La mandataria compensó ese "desplante" con otros gestos hacia Saiz. Anteanoche, concurrió a la Residencia para cenar con el gobernador. Asistó con Pichetto, el ministro Florencio Randazzo, el secretario General, Oscar Parrilli y el vocero Miguel Nuñez. A Saiz lo acompañaban Bautista Mendioroz, Pablo Federico Verani, Crístina Uría, José Luis Rodríguez y Francisco Gonzalez.
Fiambres, pollos y bifes con verduras. Diálogos desestructurados, ajenos a cuestiones políticas y de gestión. Ni ese cónclave desentonó en la impuesta neutralidad en esta provincia K.