Emigre cada noche" es el lema publicitario que se puede leer en el diario económico más importante de Rusia, "Vedemosti". En la página, se ve un molino de ladrillos cursi iluminado por la luna a orillas de un lago. En el fondo, brillan las ventanas de distinguidas mansiones. El lugar al que se pretende atraer a los rusos de buen pasar económico se llama "Pueblo Belga". Pero no está a miles de kilómetros sino sólo a doce de la capital rusa, Moscú.
Cada vez más rusos prefieren una casa propia en las afueras de la mayor ciudad de Europa en lugar de una vivienda en pleno centro. Las razones para esta emigración de la ciudad son múltiples: el ruido, el gigantesco caos de tráfico, el aire contaminado y los vecinos molestos.
Antes, los moscovitas huían del estrés de la gran ciudad a sus "dachas". Pero aquellas tradicionales casas rusas de fin de semana con el baño en el jardín ya no tienen nada en común con la cultura de las nuevas urbanizaciones. Las nobles residencias que se levantan como hongos en los alrededores de Moscú prometen a sus habitantes una forma de vida occidental cada día.
La oferta es cada vez más amplia. Una de las constructoras más importantes ofrece a sus clientes terrenos en el "Pueblo Austríaco", la "Venecia Moscovita", así como en "Escandinavia", "Villa Italia" o "Normandía".
También para los seguidores de la forma de vida británica existe un lugar para refugiarse no muy lejos de la capital rusa. Los habitantes de la urbanización "Hyde Park" pueden hacer compras en Bond Street, enviar a sus hijos al jardín de infantes "Eaton" y relajarse en el lago "Blue Water". Welcome, quien pueda pagarlo. Este mundo de decorados tiene su precio: las casas en estos pueblos europeos cuestan al menos un millón de euros (1,3 millones de dólares).
En general, las residencias de lujo están a sólo entre diez y veinte kilómetros de Moscú. Pero quien por la mañana tenga que trasladarse al trabajo en la ciudad, a más tardar es alcanzado por las plagas de la metrópolis en la autopista de circunvalación. Es habitual que tarden hasta dos horas para atravesar los atascos de kilómetros de largo hasta llegar a su puesto de trabajo en el centro.
También se parece poco al idilio europeo el entorno de estas urbanizaciones de los nuevos ricos: en las cercanías suele haber pueblos en decadencia, habitados en su mayor parte por jubilados empobrecidos. Cuando echan un vistazo por encima de los muros de al menos tres metros de altura de sus pueblos de lujo, suelen ver la huerta de alguna anciana "babushka" (abuela).
Este contraste parece molestar a muy pocos. Lo importante es que dentro de sus pueblos cercados se viva en otras condiciones. Así el "Pueblo Belga", de 28 hectáreas de tamaño, que ya está casi todo vendido, pretende recordar al norte de Flandes. Todas las casas están construidas con ladrillo belga original. El recinto del pueblo abarca un minisupermercado, un parque y un pequeño lago con muelle para embarcaciones y playa. Para que los fugitivos de la gran ciudad no se aburran en la naturaleza, se están erigiendo un centro de ocio y un club para niños.
Además de los obligatorios muros gigantes, el idilio también se ve perturbado por los vigilantes que patrullan el recinto día y noche. "Nuestros clientes son casi exclusivamente hombres de negocios, mayores de 40, que desean tranquilidad, confort y seguridad para ellos y sus familias", dice uno de los vendedores, que se presenta como Igor.
Los visitantes curiosos no tienen permitido tomar fotografías. "Existe el peligro de que algún propietario disponga de un arma de fuego", advierte Igor. "Porque muchos de los que poseen un patrimonio millonario en Rusia lo consiguieron con negocios sucios. Y quieren seguir siendo anónimos a cualquier precio".
El carácter artificial de las residencias no intimida a la clientela. "Nuestros clientes quieren vivir entre personas como ellos", comenta Svetlana Turovzeva, directora de proyecto del pueblo "Baden Baden".
Prefieren el mundo ilusorio entre muros a la vida caótica y fatigosa de la Rusia real. "No es el aislamiento sino la Europa tranquila y limpia lo que intentan encontrar en sus urbanizaciones cerradas", explica. El hecho de que sus clientes nunca hayan estado en la verdadera ciudad de Baden Baden no parece tener ninguna importancia.