NEUQUÉN (AN).- El enfrentamiento de los integrantes de la toma no sólo fue con la policía sino también con los habitantes del barrio Confluencia que se encuentra cruzando el arroyo Durán. Ayer muchos vecinos no enviaron a sus hijos a la escuela y no acudieron a sus trabajos por temor a las usurpaciones.
Los vecinos de dicha barriada tuvieron una muy mala noche debido a los incidentes que ganaron las calles, pero así como algunos estaban disconformes otros eran parte de los enfrentamientos por lo que se pudo observar.
"Que se vayan son todos, son unos pendejos malandras", dijo una vecina de la calle Los Eucaliptos por donde se encuentra el deposito y comedor municipal saqueado. "Si registran las casas de algunos de los del barrio van a encontrar todo lo que había en el deposito", advirtió otra vecina denunciando así la complicidad entre la gente de la toma y algunos vecinos.
El miedo sumergió a muchos en una psicosis donde se presagiaba que algo mucho peor pasaría, y a las 11 de la mañana nuevamente irrumpió la policía, esta vez la montada con gases y balas de goma, por lo que todos se encerraron en sus viviendas mientras un nutrido grupos, en su mayoría menores, le hacían frente a pura piedra a los uniformados.
"Ves son los milicos los que no quieren que volvamos a la toma, yo anoche me tuve que venir al barrio con mi nene porque nos sacaron con gases y tiros", narró una joven madre quien tiene a sus parientes en el barrio.
Los incidentes nocturnos llevaron a que muchos no se fueran de sus hogares. "No fuimos a trabajar porque con todo esto tenemos miedo de que nos usurpen la casa", relató una señora que observaba desde la puerta lo que sucedía en las calles.
"Los chicos no fueron a la escuela, nadie se animo a mandarlos", agregó otra vecina.
En efecto, la escuela del barrio estaba cerrada y sin clases pero el rumor de que la Gendarmería Nacional se encontraba en el interior del edificio preparando una embestida contra los desalojados terminó siendo falso.
Una mujer de cabellos blanco huyó literalmente al interior de su vivienda cuando nos acercamos a dialogar con ella. "No quiero que nadie se meta en mi casa, anoche saqué de acá - por la entrada - a muchos pibes. Yo tengo un hijo de 47 años que es discapacitado y no ha podido dormir nada. Le tuve que dar una pastilla para tranquilizarlo", detalló la temerosa madre. Por otro lado, se podía observar en las calles del barrio vecinos que no acusaban recibo de lo que sucedía y continuaban con su ritmo normal del vida como aquellos realizaban sus compras mientras otros los miraban pasar desde la ventana de sus casas.