NEUQUÉN (AN)- Ni un día duraron los juegos pensados para que chicos en sillas de ruedas pudieran "volar" en las hamacas o llegar al cielo en un tobogán de una plaza del barrio Villa María. Sólo quedan los esqueletos metálicos y la tozudez municipal de insistir en arreglarlos una y otra vez a la espera de que se comprenda la importancia de aceptar e integrar a las personas con capacidades diferentes.
Está previsto construir un arenero en altura para que estos chicos puedan jugar con la arena, hacer tortas y figuras. Y poco a poco instalar otros juegos integradores y completar el proyecto para este espacio público.
Ubicada en el corazón del barrio, esta plaza fue remodelada para que puedan jugar niños y jóvenes en sillas de ruedas. Se diseñaron senderos libres de obstáculos y sin desniveles, de un ancho accesible que permite el desplazamiento de personas con problemas de motricidad. Los juegos "especiales" conviven con otros dos grupos de juegos habituales en cualquier parque y un arenero bajo -recién construido- que busca que los chicos puedan interactuar y aceptarse mutuamente. La matriz fue ideada por las arquitectas Laura Fernández, de Arbolado Urbano y Áreas Protegidas, y Eva Rocca, de Mantenimiento de Edificios, de la secretaría de Servicios Urbanos.
Rocca diseñó los juegos y empleados del área construyeron con sus manos un tobogán de amplias dimensiones. Fernández aportó sus conocimientos sobre "barreras urbanas" para socializar la plaza. Pero antes de poner manos a la obra "pusimos el proyecto a consideración de la institución (de paralíticos cerebrales) para asegurarnos -dijo- de que todo estaba en orden para el disfrute de todos los chicos".