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Hubiera sido mejor que la corrección masiva que está en marcha se produjera de forma gradual, pero sucede que cuando todo parece ir viento en popa escasean los gobiernos que estén dispuestos a intentar enfriar la economía a fin de ahorrarle males que aún parecen meramente hipotéticos. En Estados Unidos, los alarmados por las nefastas hipotecas basura no pudieron convencer al Congreso de la necesidad de tomar medidas que según los legisladores perjudicarían a "las minorías" mayormente pobres. Asimismo, los preocupados por la proliferación de novedosos mecanismos financieros que, el apalancamiento y la "estructurización" mediante, permitían que los bancos de inversión ganaran miles de millones de dólares, temían que si los forzaran a obrar con más transparencia serían acusados de cegar una fuente de riqueza al parecer inagotable. A la luz de lo que está ocurriendo, es muy fácil culpar a los gobiernos de los países ricos por no haber actuado preventivamente antes de que las distorsiones se hicieran tan extremas que provocarían un terremoto financiero pero, como sabemos muy bien, no es nada frecuente que en cualquier parte los políticos acepten la necesidad de tomar medidas contundentes. Como sonámbulos, la mayoría suele avanzar hacia el precipicio confiada en que todo saldrá bien y sólo cuando todo empieza a caer resultarán capaces de reaccionar con el vigor exigido por la situación. No cabe duda de que en esta ocasión tardaron demasiado en reaccionar, pero de haber intervenido tres o cuatro meses antes los gobiernos de Estados Unidos, el Reino Unido y otros países para nacionalizar parcialmente los sistemas bancarios de sus países respectivos, en la actualidad casi todos estarían acusándolos de haber transformado un problema menor en una catástrofe mayúscula. De todos modos, es una suerte que la llamada economía real sea mucho menos volátil que el mundo de las finanzas. Si bien las pérdidas gigantescas que se han registrado en las distintas bolsas han obligado al FMI y al Banco Mundial a revisar hacia abajo sus pronósticos en cuanto a la evolución de la economía internacional, los cambios que prevén no tan grandes como pensarían los asustados por la película de horror que están protagonizando los mercados financieros. Según el FMI, el año que viene los países ricos podrían sufrir una recesión menor, produciendo entre el 0,1 y el 0,2% menos, pero se espera que el mundo en su conjunto crezca un tres por ciento. Para los acostumbrados a las "tasas chinas" de los años últimos, se trataría de una cifra mediocre, pero la perspectiva así supuesta dista de ser tan catastrófica como quisieran los resueltos a convencernos de que el mundo entero está en vísperas de una gran depresión. Desde luego, es probable que en esta ocasión los economistas del FMI y del Banco Mundial se hayan sentido obligados a ser relativamente optimistas, pero a juzgar por el impacto de otras crisis financieras internacionales, como la de 1987, no es inevitable que el derrumbe generalizado de las semanas últimas tenga las consecuencias tétricas que algunos están vaticinando. Por lo demás, no todo ha sido negativo. En muchos países los precios inmobiliarios han sido tan exageradamente altos que muy pocas familias jóvenes podían soñar con adquirir una vivienda, razón por la que el colapso en dicho mercado podría resultar socialmente beneficioso. Por motivos tanto económicos como geopolíticos, también es bueno que el precio del petróleo haya caído. Hace algunos meses, se preveía que el costo del barril pronto alcanzaría los 200 dólares, lo que sería una noticia excelente para personajes como el venezolano Hugo Chávez, el iraní Mahmoud Ahmadinejad y el ruso Vladimir Putin, pero un desastre para muchos otros; pues bien, después de llegar a aproximadamente 150 dólares se ha reducido a 80, un nivel muy elevado en comparación con los considerados normales antes de iniciarse el boom de los commodities pero así y todo tolerable. Claro, desde nuestro punto de vista es una lástima que la soja y los granos ya no rindan tanto como en la primera mitad del año corriente pero, puesto que en aquel entonces se advertía que el mundo se enfrentaba con una crisis alimentaria gravísima, millones de pobres en el resto del mundo se sentirán aliviados por el cambio.
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