Varios fueron los factores que inclinaron la balanza a favor de Mar del Plata. Obviamente quedó claro que, al menos en este evento, la Federación Internacional de Tenis no se dejó influenciar y aunque en las series los que proponen son los países anfitriones, quien dispone es justamente la ITF.
Si bien el Orfeo cordobés ofrecía mejores posibilidades en cuanto a la cantidad de público que podía albergar, lo cierto es que la ITF fue seducida por otras bondades del estadio de La Feliz.
Por un lado, la facilidad de acceso, tanto a la ciudad balnearia como al reducto donde se enfrentarán argentinos y españoles. También la capacidad hotelera y las facilidades, siempre comparando con Córdoba, que brindará el tránsito en esa época del año (del 21 al 23 de noviembre).
Ya dentro del estadio, a la veedora de la ITF le gustaron más las posibilidades que ofrece El Islas Malvinas para la instalación de las carpas de auspiciantes, gastronomía y del sector corporativo. Si bien estas grandes empresas no tienen la última palabra, siempre poseen peso en la decisión final.
El otro gran factor que inclinó la balanza tiene que ver con que la ITF entendió que Mar del Plata le permitiría no perder el control de la organización, algo que, siempre desde su óptica, podía llegar a peligrar en Córdoba con la presencia del grupo inversor que maneja el Orfeo y del mismísimo gobierno provincial, que había transformado esta final en una cuestión casi de Estado.
La desilusión del gobernador Juan Schiaretti es clara evidencia de ello