NEUQUÉN (AN/AC).- Diego Maradona tiene un magnetismo que impresiona. Es increíble ver las sensaciones que genera en un público que no sabe de edades. "La verdad, es grandioso sentir el cariño de la gente. Fijate, el Ruca Che está repleto esperando que salga a la cancha", señaló el ídolo antes de entrar en escena durante un partido caliente ante el seleccionado de Brasil.
Es llamativa la destreza con la que se mueve Maradona, sobre todo pensando en un tipo que visitó varias veces el infierno. "Estoy bárbaro, puede ver a mis hijas a los ojos, disfrutar de mis viejos, me siento feliz", aclaró en el vestuario, mientras se calzaba las medias y recibía la centésima alabanza del "Bambino" Veira.
Maradona es un experto en esto de resucitar. Anoche, ante un Ruca Che repleto, jugó casi todo el partido frente un equipo "carioca" que decidió ser algo más que un simple partenaire. Es más, la rivalidad entre el 10 y los brasileños se profundizó sobre el final del juego (dura 30 y 30).
Estaban 5-5 y Diego, con una pizca de suspenso, puso al equipo de Gustavo Pitasi al frente, cuando el encuentro estaba en su ocaso. Pero en el último suspiro Sergio Goycoechea quedó helado ante una maravillosa chilena que puso el 6-6 definitivo.
El hombre de las mil vidas se conmovió frente al marco de público y antes de los himnos levantó sus brazos para que el estadio se viniera abajo. Luego hizo una reverencia hacia las tribunas para reconocer el buen comportamiento de la gente al escuchar la canción patria de la visita.
Maradona está realmente bien y eso se nota en su estado físico, en sus actitudes y sobre todo en el escaso filo que adoptan hoy sus palabras. Antes del juego volvió a vestirse de mediador en el conflicto de Boca y señaló que Riquelme y JC Cáceres "se tienen que sentar a dialogar". Sí le tiró un "palito" débil a Pedro Pompilio, porque entiende que al presidente "se le escapó un poco el tema de las manos".
En la cancha, fue el fenómeno de siempre. Ordenó, arengó, metió como loco y hasta se zambulló al suelo en busca de varios balones. Cada rapto de su heroísmo (así lo ven sus fanáticos) fue vivado como si el mundo se terminase en ese preciso instante.
El 10, a punto de cumplir los 48 años y de ser abuelo, pasa por un gran momento. Lo demostró en cada movimiento, en la relación eterna que mantiene con sus seguidores, con esas personas que le profesan admiración e idolatría, que se tatúan su cara y recorren cientos, miles de kilómetros para verlo en acción.
Maradona, en la plácida noche neuquina, fue más Diego que nunca. No hizo el gol de la victoria, pero está claro que el partido de la vida lo ha sabido revertir varias veces.