Todos los humanos, desde la cuna hasta el ataúd, usan diariamente la madera. Si ésta se produce en plantaciones, se conservan y protegen los bosques nativos. Como la humanidad sigue aumentando, mayor es la necesidad de este recurso renovable. La deforestación global fue producto de la sobreexplotación de los bosques nativos hasta que se los agotó. Se utilizaron estos campos para la ganadería o la agricultura, lo que evitó la regeneración natural. El ejemplo más conocido es la región del Amazonas, el pulmón verde del mundo y su sistemática destrucción. En los últimos cien años, la Argentina perdió el 70% de sus bosques naturales.
Si no logramos parar el carro urgentemente, el cambio del clima será catastrófico.
Pero, ¿qué hacemos? si sin la madera no podemos vivir y si la sacamos del bosque nativo, lo terminaremos, como quedó demostrado. La árida estepa patagónica puede tener un gran futuro. Actualmente se encuentra en un proceso de erosión que la empobrecerá y la hará desierto. Pero si logramos hacer crecer árboles, pararemos este proceso y lograremos una producción, sin quitarle tierra a la ganadería ni a la agricultura. Si se lo maneja bien, se crea un recurso renovable de rendimiento sustentable a perpetuidad. Protegemos eficientemente al bosque nativo y logramos un cambio favorable de la situación socioeconómica de esta vasta región. Con la creación de bosques implantados se generan muchos puestos de trabajo permanente en los viveros, plantación, poda, raleo, cosecha, industrialización y comercialización. Se necesitarán obreros especializados, técnicos, ingenieros y doctores en ciencias forestales. Ello representará un arraigo para muchísima gente.
La estepa patagónica es seca, árida y poco o nada productiva. Se ocupan muchas hectáreas para alimentar un animal y por eso escasean las fuentes de trabajo. Con la plantación de árboles protegemos la tierra, la que se hace húmeda y fresca al parar los eternos vientos desecantes. A su vez, cuando caen fuertes lluvias, se retiene el agua y no escurre superficialmente. Ningún árbol provoca erosión ni mengua la capa freática. El fenómeno de la desertificación se produce después de la tala de bosques, sean nativos o implantados.
Lo cierto es que el tema forestal en la Argentina, especialmente en nuestra región, nació mal. Cuarenta años atrás, Nación implementó un subsidio para la plantación porque nadie puede enterrar su dinero por treinta años.
El Instituto Forestal Nacional (Ifona) reglamentaba el proceso y una de las cláusulas era plantar los arbolitos a 2 por 2 metros; si no, no se cobraba. Eso se controlaba. Se supone que alguien había leído que en Europa se plantaba así. Pero no sabía que allá existe un amplio mercado del árbol de Navidad y así ya se hacía un raleo fuerte, lo que permitía un buen crecimiento a la masa restante. Este mercado acá no existe y, por falta de fondos, generalmente las forestaciones quedaron sin ningún trabajo silvicultural. Realmente estos bosques son muy feos, secos, apretados, impenetrables y realmente un tremendo error. Los ecologistas tienen toda la razón en su crítica. Pero la culpa no la tienen los árboles, que en su tierra son muy apreciados, bien pagados y considerados pilares de la economía, además de su gran belleza.
¿Cómo es la situación forestal en nuestra región?
Para hacerle lugar a la hacienda, se provocaron grandes incendios forestales. La madera no tenía interés alguno, no había industrias, caminos, ni mercado. El bosque era más bien un enemigo que no dejaba pastorear a los animales. La primera información sobre el tema es del ingeniero forestal Max Rothkugel, quien acompañaba al señor Bailey Willis. En su libro "Los bosques patagónicos" escribe en 1916: "Hay que hacer entender al poblador que no puede quemar una legua de bosque para sacar dos vacas para su venta". Eso nos da una idea de la situación. Rothkugel, quien era alemán, acompaña su libro con excelentes mapas de toda la región y uno se pregunta cómo lo logró, andando a caballo y sin camino o sendas.
Después vinieron los madereros. Parques Nacionales otorgaba concesiones, se coimeaba a los guardaparques, se sacaba todos los árboles buenos y se dejaba los malos y eso lo llamaron "entresaca mejorador". Primero se sacaban todos los raulíes, de madera más valiosa. Las casas de la antigua San Martín de los Andes eran de raulí (hoy son de pino). La destrucción del bosque era increíble. En el lago Lácar había cinco escuelas primarias para los hijos de los obreros forestales, hoy queda una sola. Nadie replantaba un solo arbolito. En la década del '60 sólo en la estancia forestal "Quechuquina" se reforestaba para asegurar un manejo sustentable del bosque. Para cada árbol grande que se cosechaba se plantaron 20 pinitos promedio y Parques Nacionales aplaudía. Por lo menos alguien repuso algo.
En la década del 70, Parques Nacionales clausuraba todas las concesiones. De los 22 aserraderos que existían en la región quedaban solamente dos. La economía tambaleaba. Con la construcción de las rutas pavimentadas, el aeropuerto y mejoras de la infraestructura, se volcó hacia el turismo con todo éxito.
El autor de esta nota escribió un informe con el título "La segunda conquista del desierto" para el gobernador don Felipe Sapag. Era para explicar las posibilidades forestales como fundamento económico de la provincia del Neuquén. Este caballero, con sabia visión del futuro y consciente de que los pilares del futuro, el gas y el petróleo no eran renovables, decidió crear un recurso multiplicador y re
novable: la forestación. Él dio origen a Corfone. En la misma época también se fundó el asentamiento universario en San Martín para contar con "Técnicos Universitarios Forestales".
En el '78 se presentó un grupo de inversores alemanes que buscaban tierras para realizar forestaciones. En esa época, el presidente del directorio de Parques Nacionales, don Jorge Morello, doctor en Ecología, dijo: "Por favor, compren en la reserva nacional de Parques. El país necesita madera y la región fuentes de trabajo". Los alemanes, conscientes de que su inversión recién a los treinta años empezaría a dar frutos, decidieron comprar el valle de Meliquina y Filo Hua Hum. En este lugar, durante decenios pastoreaban 30.000 ovejas. La tierra era volátil y los vientos fuertes. En 22.000 hectáreas vivían dos gauchos ancianos y una veintena de caballos; el resto era desertificación viva y permanente, con algunos lotes de bosque nativo maltrecho. Se fueron creando bosques y se empezó a plantar en los faldeos ventosos, erosionados. ¿Por qué se plantaban coníferas? Tienen una raíz pivotante que llega muy profundo y con la humedad encuentra nutrientes acumulados que pueden reciclar. Los nativos en cambio desarrollan raíces superficiales y sólo pueden prosperar en su hábitat, que debe ser con abundantes lluvias.
Hoy hay en este valle ocho millones de árboles plantados.
Para evitar el monocultivo, siempre se planta cuatro especies distintas y se incorpora los nativos con sus retoños para apuntar a la mayor biodiversidad posible.
Además existen tres poblaciones para los obreros del sector y sus familias, muy dignas viviendas, una escuela primaria para los chicos de todo el valle, una capilla, tres aserraderos y dos viveros forestales, en los que se producen las plantas para varios programas de la región. Hay obreros que llevan ya 30 años en la empresa y algunos de sus hijos trabajan al lado del padre.
Existe una experiencia más que es digna de comentar. Cuando se inició el proyecto, también se plantaron raulí, lenga, coihue y roble pellín. Todos se secaron, pues no podían prosperar en la aridez. Después de 25 años, se hizo un raleo fuerte y una poda alta en una de las primeras plantaciones, que ya tenían 15 metros de alto. Lo sorprendente: al abrigo de los exóticos que ya habían formado un microclima forestal, todos los nativos prendieron y prosperan.
Otras experiencias en distintas condiciones se están realizando en la "estancia Los Peucos", al norte de Junín de los Andes. Estepa pura, erosión, deterioro, soledad y pobreza. Se plantó más distante y se han dejado mallines y colinas pedregosas sin plantar. El campo está rodeado de tres comunidades mapuches. Con la ayuda de 50 de ellos se han realizado las forestaciones desde hace 10 años. Buen trabajo y además exitoso: hay más de cinco millones de arbolitos plantados. La gente se da cuenta de que aquí se está formando su propia ventaja. Los trabajos forestales les aseguran empleo permanente y les va a cambiar la vida. Los nuevos bosques ya brindan protección, se están criando guanacos en semi cautiverio y ahora también vacunos.
En el campo se observa cómo el pasto va aumentando, al frenarse los fuertes vientos. No sólo se produce madera a largo plazo, sino también valiosa lana de guanaco y carne en el corto plazo. Asegura la financiación sin tener que esperar 30 años. Aquí también los pinos van formando masas forestales donde ni Tata Dios las hizo. Una vez logrado el microclima, se introducirán latifaliadas. Es muy posible que también puedan prosperar las nativas y enriquecer la biodiversidad.
Estos proyectos y su éxito nos demuestran que se puede cambiar la situación socioeconómica de vastas regiones patagónicas. Cabe agregar que los árboles secuestran el carbono del aire y largan oxígeno. Aportan su parte para hacer más habitable nuestro planeta.
Forestando vencemos la erosión, creamos trabajo y arraigo para la región, maderas para el país y oxígeno para el mundo.
EBERARDO HOEPKE (Forestador. San Martín de los Andes)
Especial para "Río Negro"