| Vientito frío, este fin de semana. Tuve que ir temprano al centro: otra vez camperas, sacos, bufandas...Toda rutina sigue (lo que aparece al principio, ni bien se abre el archivo, es una panorámica desde el aire. Una costa, el mar, gente en la playa, bultos en el agua roja) y como me voy de viaje, debo recordar desactivar un par de turnos médicos y pagar las cuentas. Eso, y lo del sábado. El sábado no fue un finde más. Es el cine testimonial sobre el Cipolletazo y es raro y es hermoso y es estremecedor que ese hombre por el que se puso de pie un pueblo fue mi padre y yo voy a estar ahí (ahora la imagen se acerca, el mar costero está lleno de hombres con ganchos y cuchillas y hachas y sus brazos van y vienen destrozando cientos de delfines, y hay trozos de aletas y la mitad de una cabeza pero casi todos están moribundos y enteros porque los llevan con los ganchos a la costa). Y yo voy a estar allí y los detalles organizativos ocupan el tiempo de descuento, una forma impiadosa y eficaz de poner un poco de coto a las emociones; igual, cuando se desata la polémica, cuando se piensa en el día después, en los días después, como que no se sabe qué es un triunfo, qué una derrota (rito de iniciación, dice la denuncia, porque tal cosa es, y usted pone en el buscador "matanza de animales" y está la cohorte de horrores, éste ocurre en la isla Faroe, Dinamarca, Primer Mundo. De modo que los jóvenes, para demostrar que están en condiciones de ser adultos, salen a cazar y matar delfines, un día de fiesta en la isla, está todo el pueblo en la costa, gente bien vestida con gamulanes y gorros -también está frío allá - mientras la imagen se hace más cercana, la expresión de éxtasis brutal de los iniciados, la señora que señala, el nene que aplaude, y un delfín con su ridícula, tierna nariz puntiaguda buscando el cielo o algo, y está hacia el cielo porque el gancho que el muchachón le clavó en el lomo lo arquea hacia arriba, y agradezco que este video no tenga el sonido de sus gritos, de su aterrada sorpresa, ellos los amigables inteligentes hermosos delfines). Y mis propios recuerdos se mezclan porque cuando me cuentan hicimos esto o lo otro y les brillan los ojos y dicen te acordás de fulana cómo tiraba bolitas a los caballos de la cana puedo entenderlo. Sé lo que es ese instante maravilloso en que una y el resto funcionan en la misma sintonía, producen un cuadro épico personal-grupal inolvidable. Precario. Por eso mismo, más precioso, una suerte de utopía agazapada...Y a lo mejor, eso es el triunfo: "para poder ser yo, he de ser otros, salir de mí, buscarme entre los otros; los otros, que no son si yo no existo, los otros, que me dan plena existencia". ¡Qué hermoso lo dice Alejo Carpentier! (y en el norte de Canadá las autoridades han estimulado la matanza de focas bebés porque hay superabundancia de focas y algún índice económico se desbalancea, así que anda todo el mundo dando rienda suelta al lado oscuro tiñendo de sangre el hielo). ¿Estará el proyector? ¿A quién falta invitar? Tanta gente significativa, en estas cosas cualquiera se puede sentir herido. Debería averiguar lo del pasaje, una supone que en cualquier momento consigue el asiento que quiere, ¿a dónde dejé el número de esta empresa?(Los trofeos se apilan en la orilla. Ellos, tan llenos de sangre como el agua, levantan orgullosos sus armas. Reluce el agua, relucen los filos, relucen los lomos quietos, la marea va haciendo lo suyo, en unas horas tendrán mar limpio y muchos adultos más y muchos delfines menos). Quiero que se vayan de mi mente. Quiero irme. (Y ese mar tan rojo y esa nariz ridículamente tierna y puntiaguda y ese gancho y esa cara de feroz alegría...) | |