Domingo 05 de Octubre de 2008 Edicion impresa pag. 12 > Municipales
LA SEMANA EN BARILOCHE: ¿Buenas noticias?

Según sea el caso, la periódica difusión de números "macro" en materia económica suelen producir euforias o lamentos colectivos; sensación de impotencia, de confianza en el futuro o escalofríos diversos. Pero la regla común es el distanciamiento y en general no muchos encuentran un vínculo entre esos cuadros de situación y las pequeñas decisiones de todos los días.

El Centro de Estudios Regionales dio a conocer su último estudio de PBI, donde demuestra que la economía de Bariloche mejora sin parar desde que comenzaron con los registros metódicos (hace tres años) y que la curva incluso supera a la media nacional.

En 2007 el PBI de Bariloche alcanzó los $ 3.567 millones, cuando dos años antes era de $ 2.767 millones. La suba acumulada fue del 28,9%. El PBI "per cápita" local llegó en el último año a los $ 24.450, un 18,5% por encima del promedio nacional.

Según el CER, la cifra del desempleo en la ciudad también es alentadora, ya que se redujo a un 5,9% en las altas temporadas y a un 7,1% en los momentos de "declive estacional".

Pero semejante profusión de "buenas noticias" topa de nariz con el fracaso absoluto de los poderes públicos para instrumentar un reparto ecuánime de esa renta.

Con una desocupación que en el peor de los casos no supera el 8%, todavía el 31,2% de los barilochenses son pobres y el 11,1% (aun teniendo trabajo) son indigentes.

Más graves aún son los datos de la desigualdad. Según la medición del CER, en diciembre pasado el 10% más rico de la población local percibía un ingreso 32 veces superior al 10% más pobre ($ 198.380 anuales para los primeros contra $ 6.180).

Pero el escándalo aparece al revisar los datos de mayo de 2003, cuando esa relación era de 36. Es decir que las penurias de los más pobres son indiferentes al crecimiento económico, aun cuando las cifras de la bonanza sean históricas e irrepetibles.

Además de ofrecer al mundo sus paisajes de ensueño, Bariloche va en camino de alimentar una fama más triste: la de ser reconocida como la capital de la injusticia social.

En pocos sitios del país debe existir evidencia tan clara de hasta qué punto el crecimiento económico deja afuera a una inmensa franja de la población. No faltarán los fundamentalistas que los consuelen diciendo que sin crecimiento les iría peor.

El CER interpretó que la crisis de distribución es tan profunda que "no podrá resolverse sólo con medidas emanadas desde el gobierno" y que los caminos de solución surgirán sólo de "un vasto consenso colectivo, que probablemente deba gestarse en una mesa de concertación social, que involucre y contenga en su seno a los actores más representativos de los campos público y privado".

Sin embargo, las responsabilidades no son parejas. El Estado y sus administradores deben abandonar el rol de testigo doliente.

La Pastoral Social alertó también por estos días sobre las graves consecuencias que provocó la ausencia del Estado en su cometido de garantizar el acceso a la tierra y la vivienda.

Si no existe tal ausencia, al menos los que fueron votados para diseñar políticas públicas han lucido invariablemente acomplejados y a la defensiva, y sin herramientas para impedir que los proyectos de redistribución del ingreso terminaran fracasando.

A nivel municipal es frecuente escuchar que los resortes para cambiar la ecuación entre ricos y pobres escapan al poder de decisión de los gobiernos locales. Es verdad que los rumbos elegidos en despachos nacionales y aun en los transfronterizos pueden borrar de un plumazo cualquier esfuerzo local, pero ni siquiera en lo que sí es posible hacer hubo hasta ahora voluntad alguna de caminar hacia una sociedad menos injusta.

Durante años los gobiernos municipales de distinto signo reconocieron la desigualdad en las cargas tributarias de Bariloche, que gravan con la misma tasa a una gran empresa y a una pequeña vivienda unifamiliar.

Luego de largos tironeos, en febrero pasado resultó aprobada una reforma fiscal de tímido sesgo, que atenuó apenas esas diferencias y que, para peor, todavía se aplica a medias.

El intendente Cascón prometió revisar la cuestión "en el mediano plazo". Mientras tanto, la iniquidad social no para de echar raíces y el poder político mira para otro lado. O bien aplica un gradualismo que, dadas las urgencias de la hora, es por sí solo una declaración de principios.

 

DANIEL MARZAL

dmarzal@rionegro.com.ar

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