La gran masa de, más que lectores, admiradores que tiene esta columna, viene insistiendo en querer saber qué fue el "día D" del Bantotal, el sistema informático que, puesto en dificultosa marcha hace más de cinco años, todavía sigue siendo fuente de dificultades para la clientela del Banco Provincia del Neuquén que, de tanto en tanto, es informada de que "se cayó el sistema". Como siempre, tenemos la información, así que ahí va.
El "día D" fue el nombre con que Luis Manganaro, pensándose a sí mismo como un émulo de Dwight "Ike" Eisenhower cruzando el Canal de La Mancha hacia Normandía, bautizó a la jornada en que el nuevo sistema informático -concebido para que ninguna irregularidad en las operaciones pudiera ser ocultada a la legión gerencial del BPN- iniciaría su marcha triunfal. No está de más destacar que este nuevo sistema -que reemplazó al denominado Solbank- fue contratado en forma directa, sin licitación pública, con la empresa uruguaya HST/DL&A (léase De la Robla y Asociados). Fue así como Manganaro quiso inscribir el negocio dentro de una sólida tradición emepenista, consistente en evitar la licitación pública, sobre todo cuando se trata de montos millonarios como, por ejemplo, los del Plan de Seguridad (que no es cualquier plan porque es "integral").
Antes del "día D" se hicieron unas llamadas "pruebas integrales" (todo era integral entonces), en las que participó todo el personal, la empresa oriental, un equipo del grupo ASSA encabezado por Susana Yaramani y, desee el puente de mando, Adriana Velasco.
La prueba simulaba cargar un día completo de operaciones del Solbank al Bantotal para ver qué pasaba. Para decirlo en tres palabras: fue un caos.
Manganaro, sin embargo, no perdió la serenidad. O, la verdad sea dicha, la perdió en privado pero la recuperó en público. Y llegó el "día D" .
Todo tenía que salir bien porque un tiempo después, al término del segundo mandato de Jorge Sobisch, Manganaro dejaría el banco para ir al Ministerio de Seguridad (allí, para no perder la costumbre, contrataría a las empresas del Plan, Damovo entre ellas, en forma directa).
El "día" no terminó bien. Quedaron operaciones pendientes y hubo diferencias en las cuentas. Pero Manganaro supo mantenerse sereno para el gran público, como lo demostró en un comunicado dirigido a los "Estimados integrantes del BPN SA", firmado por él, el gerente general José Oser y un representante de la empresa HST, Gustavo Steglich.
Naturalmente, no podía decir con su firma que el Bantotal hacía agua. Pero admitió que había "funcionalidades del nuevo sistema que aún no trabajan correctamente". Otras "funcionalidades" no habían sido instaladas todavía. A la vez, había que educar "tanto en las nuevas rutinas de trabajo como en el nuevo sistema".
Como era de esperar, se crearon tres equipos: un "Comité" de estabilización de Bantotal; un "equipo" también de estabilización y lo más importante, en tercer lugar un "Equipo Bantotal Fase II, liderado por Adriana Velasco".
Estaba todo previsto en esa fase para que cualquier problema se solucionara en días. Y ya sobre el final del comunicado, en un tono que no por prudente dejaba de ser firme, Manganaro decía: "Llegar al 'día D' fue posible gracias al compromiso de todos. El ajuste de la implementación y la superación de los problemas detectados implica renovar este compromiso y trabajar en varias líneas".
Lo de las líneas prefiero omitirlo, porque es más de lo mismo. Pero no puedo dejar de destacar que "el compromiso" fue estimulado por una dulce gratificación.
Ya en funcionamiento -aunque sin algunas "funcionalidades"- el Bantotal siguió su marcha. En su primer año completo de prueba, el 2004, algo falló, porque los muchachos de Temux pudieron llevarse la plata sin que nadie lo advirtiera. Es que seguían faltando las "funcionalidades", aunque no puedo asegurar si la carencia era del sistema, o de los funcionarios que debían ver y no vieron. O sea -curiosidades del lenguaje-fueron funcionales.
Es seguro que Manganaro lo sabe. Lamentablemente, ya no se le puede preguntar nada. Ahora disfruta de la vida privada en la residencia construida en la chacra de Valentina Sur que le compró Juan Pablo Bugner.
JORGE GADANO
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