Desde el 2003, la Argentina experimentó un crecimiento económico inédito en los últimos cincuenta años. Las tasas que se multiplicaron con el correr de los años le otorgan una fortaleza impensada en momentos como la crisis del 2001, cuando parecía que la única salida era Ezeiza.
En el 2006, las estadísticas todavía creíbles del INDEC nos informaban que, de un pico de pobreza de más del 50% en los peores años de las crisis, habíamos pasado a un 24. De manera inexplicable, en enero del 2007 el gobierno decidió destruir la confiabilidad del Instituto Nacional de Estadísticas y Censos. A partir de entonces, los números oficiales sugieren que el índice de pobreza continuó su tendencia descendente y se ubica hoy en los 17 puntos. En cambio, mediciones del sector privado, que tienen razón de ser y existir gracias a las mentiras oficialistas, ubican en 31 el porcentaje de habitantes con necesidades básicas insatisfechas.
En salud, la estadística fundamental a la hora de medir el desarrollo de un país es la mortalidad infantil. Y sucedió algo parecido a lo descripto con el índice de pobreza. Entre el 2003 y el 2006 se registraron descensos abruptos, mientras que desde ese año, por lo menos en la provincia de Buenos Aires, la más importante del país, la cantidad de neonatos muertos aumentó. En el 2008, si la tendencia del primer semestre se confirma en diciembre, sería el segundo año consecutivo en aumento.
En una conferencia de prensa con medios extranjeros, la ministra de Salud Graciela Ocaña explicó las cifras del 2007 y consideró que uno de los factores primordiales para entenderlas era la ola de frío del año pasado, en la que se llegó a registrar una nevada inédita desde principios de siglo sobre suelo bonaerense. En el 2008 el invierno ya pasó, no fue ni por asomo tan riguroso como el anterior y sin embargo la mortalidad infantil, en el primer semestre y según cifras oficiales, aumentó.
Los médicos que trabajan en el sector público manejan otras hipótesis. Atribuyen a las septicemias (infecciones intrahospitalarias) el aumento en la mortalidad y explican el fenómeno de una manera muy simple: sucede porque falta personal, las condiciones de trabajo son paupérrimas, los presupuestos no alcanzan y los insumos tampoco. Durante su campaña presidencial, hoy manchada por los casos Forza y Antonini Wilson, la presidenta Cristina Fernández prometió que continuaría con políticas para aumentar la distribución de la riqueza por medio de las jubilaciones, la salud y la educación.
La mandataria había admitido que la salud era una asignatura pendiente que no había podido resolverse durante el período de su esposo. La idea, hacia adelante, era instalar un debate a partir de mediados del 2008 para poder elaborar una ley federal de salud que funcionara como pilar para estructurar un sistema que proveyera más y mejor acceso sanitario a los sectores de la población que no lo tienen.
Lo sucedido es historia conocida. El conflicto con las cámaras empresariales del sector agropecuario hizo esfumar la primera mitad del año. En medio de los cortes de rutas y las protestas la presidenta anunció 30 hospitales a financiarse con el dinero de las retenciones móviles; el voto del vicepresidente fue no positivo y a las promesas se las llevó el viento.
El Consejo Legislativo que pretende elaborar la ley que regirá la salud nacional se reunió una sola vez y el único debate instalado en esa área tiene que ver con el asesinato del empresario Sebastián Forza, que tendría vínculos con el narcotráfico, con la venta de medicamentos falsos o adulterados y con el financiamiento de la campaña proselitista de los Kirchner en el 2007. La transparencia de los actos públicos y del manejo de los fondos, y de los personajes que manejan los fondos, es una condición sin igual para que un sistema democrático funcione correctamente. Las dotes de Ocaña como investigadora están harto probadas.
En políticas de salud, la realidad es diferente y los números están hablando. Segundo año de mortalidad infantil en ascenso en la provincia más gravitante del país, hospitales públicos raleados e inequidad reinante.
El objetivo del crecimiento debería ser poder traducirlo en desarrollo, en justicia social, y esto es imposible sin un sistema de salud pública de calidad. Reconstruir los sistemas de atención que fueron el orgullo del país en otra época sería una excelente medida para redistribuir la riqueza.
DANIEL CASSOLA (*)
(*) Médico sanitarista y periodista. curarconopinion.com
Especial para "Río Negro"