Miércoles 01 de Octubre de 2008 > Carta de Lectores
Mercados al borde de la histeria

En el mundo entero, los mercados financieros reaccionaron con caídas estrepitosas ante la negativa de la Cámara de Representantes norteamericana a aprobar el paquete de rescate confeccionado por el gobierno del presidente George W. Bush. Mientras que la bolsa neoyorquina perdió el 6,98 por ciento, la paulista bajó el 9,4 por ciento y la porteña el 8,7 por ciento. Sin embargo, al día siguiente se produjeron alzas en todas las plazas principales que se atribuyeron a la convicción de que en Washington los legisladores, aleccionados por el impacto de su decisión, terminarían apoyando el uso de 700.000 millones de dólares -o más- aportados por los contribuyentes para frenar la crisis financiera antes de que provoque estragos en "la economía real" no sólo de Estados Unidos sino también de muchos otros países. Es posible que estén en lo cierto quienes piensan que todo depende del destino del plan de rescate, pero también lo es que si bien algunas instituciones importantes corren peligro, la situación diste de ser tan sombría como quisieran hacer creer el presidente estadounidense y los operadores financieros que, por motivos nada misteriosos, están muy a favor de la inyección de una cantidad fenomenal de dinero público a los mercados. Por cierto, es ésta la actitud no sólo de los 133 republicanos y 95 demócratas que votaron en contra de la propuesta. Sospechan que Bush, el secretario del Tesoro Henry Paulson y el jefe de la Reserva Federal Ben Bernanke han exagerado la gravedad de la crisis a fin de asustarlos y que por lo tanto podrían darse el lujo de pasar por alto sus advertencias.

Para Bush, el rechazo por parte de la Cámara de Representantes del salvataje propuesto por el Tesoro fue un revés sumamente doloroso, pero también lo fue para los dos candidatos presidenciales, el demócrata Barack Obama y el republicano John McCain que, si bien sin demasiado entusiasmo, lo apoyan porque según sus asesores económicos es necesario. Si realmente es así es algo que podremos saber muy pronto. Hasta ahora, las instituciones más afectadas por la crisis han sido los bancos de inversión que merced al "apalancamiento" y la "estructuración" de deudas pudieron adquirir cantidades inmensas de dinero en los buenos tiempos pero que resultaron ser terriblemente vulnerables en los malos, y las que se especializaban en deudas hipotecarias. Aunque la desaparición de tales entidades en medio de pérdidas colosales ha sacudido a todos los mercados, a juicio de algunos analistas la purga resultante podría tener consecuencias positivas al reducir el riesgo de que se generen más burbujas financieras en los años próximos, pero el panorama sería muy distinto si comienzan a tambalear grandes bancos que se han limitado a desempeñar un papel más tradicional y menos riesgoso. Mientras que el hundimiento de Lehman Brothers y entidades afines puede considerarse un problema sólo para Wall Street, de producirse una corrida bancaria generalizada toda la economía estadounidense, y con ella los ahorros e ingresos de muchos millones de personas, estaría en peligro. En tal caso, los legisladores que se opusieron al rescate tendrían motivos de sobra para temer la reacción del electorado que a inicios de noviembre irá a las urnas.

El gobierno norteamericano se las ha arreglado para agravar la crisis financiera manejándola de manera muy confusa. Luego de rescatar a algunas instituciones, dejó caer a otras como Lehman Brothers. En sus esfuerzos por convencer a los legisladores de las bondades de un plan de salvataje claramente improvisado, el presidente Bush trató de conmoverlos afirmando que a menos que sea puesto en marcha en seguida las consecuencias económicas serían devastadoras. Por tratarse de un mandatario saliente que ostenta índices de aprobación muy bajos conforme a los criterios estadounidenses, los correligionarios republicanos de Bush no se sintieron impresionados por la urgencia que manifestó, y muchos demócratas, conscientes de la proximidad de las elecciones, prestaron más atención al estado de ánimo de "la calle", que es hostil a la mera idea de dar dinero a financistas ya ricos, que a las exhortaciones de sus líderes nominales, de ahí el desbarajuste soberano que se ha producido y que persistirá hasta que se haya restaurado la confianza en el sistema.

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí