Como una introducción, y también como una especie de explicación sobre el título, lo primero que aparece en la pantalla es la frase tomada de un antiguo brindis escocés que reza "Ojalá te encuentres en el cielo media hora antes de que el diablo sepa que has muerto". En ese instante, cuando aún la historia no ha comenzado, es difícil comprender la explicación de tamaña aseveración. Pero, a medida que los personajes sean presentados y la imagen gris y difusa vaya acompañándolos, se puede intuir que estos seres hace tiempo que están muertos, sólo esperando el arribo de ese diablo que les permita finalizar sus agonías.
Andy (Philip Seymour Hoffman) y Hank Hanson (Ethan Hawke) son dos hermanos cuyas existencias parecen cualquier cosa menos placenteras.
El primero está muy enamorado de su mujer, Gina (Marisa Tomei), aunque desconozca que ella mantiene una relación en secreto con su hermano Hank. Posee un trabajo estable pero aburrido y gasta mucho más de la cuenta para mantener un estilo de vida ostentoso y sus adicciones.
El menor, por su parte, no sólo se acuesta con su cuñada sino que vive tratando de conseguir el dinero que su ex mujer le reclama para la manutención de la pequeña hija de ambos.
Sin que las causas sean muy claras sino más como una salida de emergencia a la de
sesperación que inunda sus días, los Hanson deciden realizar un robo a una joyería. Claro que no será cualquier local sino el de sus propios padres.
En la mente de Andy la idea resulta perfecta: ellos se quedan con las joyas, sus progenitores con el dinero del seguro y la vieja empleada del negocio sólo se llevará un gran susto.
Hank parece el ideal para cometer el acto pero, preso de su acostumbrado temor, "contrata" a un amigo para que se encargue de la proeza. Y la cosa saldrá mal, muy mal.
Desde un comienzo, el veterano director Sidney Lumet, mezcla la acción con flashbacks que van desnudando la desazón cotidiana de estos seres, crudeza que irá creciendo cuando el malogrado robo se haga realidad, brindándole protagonismo a Charles Hanson, el padre de Andy y Hank. En una decisión claramente adrede, el realizador, apenas permite algunos diálogos o rápidas imágenes del anciano (notablemente interpretado por Albert Finney) durante la primera hora de proyección, para que comience a crecer a medida que aumenta, también, su propia impotencia y odio ante el reconocimiento de lo que sus hijos fueron capaces de perpetrar.
El guión de Kelly Masterson permite el lucimiento del elenco, en especial de Finney, Hawke y Hoffman aunque desaprovecha a Marisa Tomei, quien aparece algo desdibujada a pesar de que su belleza física sea la que más llame la atención frente a la cámara. La fotografía de Ron Fortunato apuesta por los colores pálidos que reafirman la angustia que Lumet les brinda a sus criaturas.
El director, que este año cumplió 84 años, vuelve a demostrar su calidad a la hora de narrar, en un proyecto que lo acerca más a éxitos de su extensa carrera como "Sérpico" (1973), "Tarde de perros" (1975), "Network" (1976) o "Será justicia" (1982), que a su última producción con Vin Diesel, "Find me guilty".
En el desenlace, todo lo que el espectador sospecha (y más también) se hará realidad. No habrá ganadores. Ningún discurso falsamente ético ni moralejas bienintencionadas. Sólo el diablo, feliz al fin, de haber consumado su labor.
ALEJANDRO LOAIZA
aloaiza@rionegro.com.ar