| ||
Cristina en NY | ||
Los presidentes viajan al exterior con el presunto propósito de conseguir ventajas para su país, lo que hoy en día significa convencer a los anfitriones y otros de que la economía está en buenas manos. Todo lo demás -el protagonismo mediático, los encuentros imprevistos, los discursos públicos- debería subordinarse a dicho objetivo. Pues bien: aunque es evidente que la presidenta Cristina Fernández de Kirchner entendió que la balanza de su visita a Nueva York para, entre otras cosas, asistir a la sesión de la ONU en que mandatarios del mundo entero nos informan de sus puntos de vista, dependería en última instancia de los resultados económicos, razón por la que antes de emprender viaje anunció que nuestro país saldaría su deuda con los miembros del Club de París y reabriría el canje con quienes rehusaron aceptar la oferta que les hizo el entonces presidente Néstor Kirchner en el 2005. Mientras estuvo en Estados Unidos se mostró más interesada en difundir sus opiniones acerca de la debacle financiera que tiene en vilo a buena parte del mundo que en llamar la atención a las oportunidades que podría brindar la Argentina. Dadas las circunstancias, puede entenderse que Cristina haya encontrado irresistible la tentación de responder a quienes suelen criticar con dureza el manejo de la economía argentina recordándoles que en su propio país se han cometido errores igualmente graves, pero sus comentarios en tal sentido no habrán ayudado a persuadir a nadie de que aquí se hacen las cosas mucho mejor. En cuanto a su defensa a un tiempo displicente y quijotesca del INDEC, le hubiera convenido más asegurar que es consciente de que ciertas estadísticas oficiales no son consideradas confiables por todos pero que su gobierno está resuelto a hacer cuando resulte necesario para eliminar las dudas. Puesto que en la actualidad las comunicaciones son instantáneas, aquellos empresarios y economistas de otros países que se preocupan por lo que está sucediendo aquí saben tanto como los argentinos mismos sobre la disparidad entre la evolución del índice minorista en muchas provincias por un lado y la atribuida a la Capital Federal por el otro, además, claro está, de la brecha enorme que se da entre la "sensación térmica" percibida por los empresarios y la temperatura supuestamente auténtica registrada por quienes acatan las órdenes del secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno. Así las cosas, para tranquilizar a los escépticos Cristina hubiera tenido que echar mano a argumentos decididamente más sofisticados que los elegidos para responder a una pregunta formulada luego de que hiciera su exposición ante el Consejo de las Américas en lo que fue la actuación más importante de su gira. En este momento, criticar el estado de las finanzas norteamericanas, contrastándolas con las propias, es una actividad popular no sólo aquí sino también en virtualmente todos los demás países del mundo, pero para la presidenta hacerlo no debería ser una prioridad. Las secuelas de lo que está ocurriendo podrían tener grandes repercusiones internacionales y si bien culpar por ellas a los norteamericanos tendría algún sentido político, no servirá para atenuarlas. Asimismo, sería aventurado suponer que a raíz de la crisis actual Estados Unidos ya ha dejado de desempeñar un papel clave en la economía internacional. Tarde o temprano se recuperará de lo que el presidente George W. Bush calificó de la "borrachera de Wall Street" y a pesar de la pérdida de prestigio e influencia que le ha costado el colapso de tantas instituciones financieras, seguirá estando en condiciones de premiar a sus amigos y castigar a quienes no lo son. Por lo tanto, acaso sería mejor que en base a nuestra propia experiencia nacional la presidenta asumiera una postura más comprensiva frente a un desbarajuste financiero que se debe no sólo a la falta de regulación imputada a los entusiasmados por la libertad de mercados sino también a las presiones de una serie de gobiernos norteamericanos, tanto demócratas como republicanos, contra los bancos para que prestaran dinero a personas de recursos limitados, en especial a los integrantes de minorías étnicas, que aspiraban a comprar una casa propia, y las medidas que tomaron para asegurar que pudieran hacerlo. | ||
Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí | ||