Viernes 26 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 22 y 23 > Internacionales
ANALISIS: No busquen la culpa en Washington

WASHINGTON.- ¿Por qué estalló la crisis financiera de Estados Unidos? El presidente George W. Bush ofreció el miércoles por la noche una serie de explicaciones, pero ninguna que sugiriera que Washington tuviera la culpa.

Bush presentó la imagen de un gobierno como espectador inocente mientras la economía se descarrilaba.

Según la interpretación ofrecida por Bush, de alguna forma el país acabó frente al precipicio de "una recesión larga y dolorosa" en momentos en que, al parecer, tanto el Congreso como la Casa Blanca, las autoridades reguladoras y la Fed estaban haciendo exactamente lo que se suponía que debían hacer.

Ahora que la economía se desbarrancó, Bush dice que el gobierno federal está respondiendo con "acción firme".

¿No se supone que las autoridades debían tomar medidas preventivas? "Toda nuestra economía está en peligro", agregó Bush en su discurso a la nación.

Pero en ninguna parte de su discurso de 13 minutos el presidente insinuó que los funcionarios en Washington, que deben de estar alertas al estado de la economía, omitieron un paso, fallaron en hacer sonar las alarmas o dudaron en intervenir.

Los culpables, según la imagen mostrada por Bush, fueron los prestamistas extranjeros con exceso de efectivo, los deudores estadounidenses que contrataron préstamos por encima de lo que eran capaces de pagar, las condiciones fáciles de los créditos, un sistema bancario ávido de cooperar con esta atmósfera y un optimismo excedido sobre el creciente valor de la vivienda.

Bush habló vagamente sobre los bancos de inversión, que "se encontraron endilgados con" recursos incobrables y bancos que "se toparon" con estados contables cuestionables. El desplome económico ocurrió. "Los engranajes del sistema financiero estadounidense empezaron a dañarse hasta detenerse", dijo Bush.

En su discurso a la nación, Bush tuvo un desafío formidable para tratar de persuadir a los estadounidenses nerviosos para que se traguen la medicina amarga que significará que paguen por el rescate, que podría exceder los costos anunciados y que podría ir más allá de un billón de dólares. La verdad dolorosa es que nadie sabe cuán grande será el costo.

Cuando Bush salga, su sucesor heredará un problema de proporciones históricas. (AP)

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