Lunes 22 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 12 y 13 > Opinion
La muerte digna

Leí hace poco una información acerca de la posibilidad científica de que la vejez, la enfermedad y el deterioro físico puedan ser aplazados, e incluso vencidos, en un plazo no muy lejano. Hasta se podía fantasear, ya puestos, sobre la no inevitabilidad del morir. Si Kafka, que era alguien, vino a escribir que el sentido de la vida es la muerte, de cumplirse plenamente tan optimistas previsiones nos encontraríamos con que la vida carecerá de sentido. Pero no quiero meterme en berenjenales, porque seguramente estoy tergiver- sando a aquel gran pesimista.

El suicidio asistido, de eso quería hablar, porque hasta este Beirut de un Líbano que permanentemente juega a la ruleta rusa con sus gentes ha llegado el guirigay de voces mostrencas que se han disparado ante la iniciativa del ministro de Sanidad español, Bernat Soria, y siempre esperando que a la publicación de este artículo el hombre no se haya echado atrás. Me da igual que sea cortina de humo o globo sonda, ya era hora de que la cuestión se pusiera sobre el tapete y de airear las leyes para que se les caiga el moho arcaico.

Parece mentira que en una sociedad en la que vemos como normal que alguien se dedique a clonar a sus mascotas -esas criaturas que deberían sernos tan únicas como para no ofenderlas repitiéndolas- y en la que las viudas pueden inseminarse con los espermatozoides del difunto sin haberle pedido permiso, las entidades religiosas o políticas continúen oponiéndose a una práctica que, previas todas las garantías legales, resulta claramente una opción individual tan sagrada, por lo menos, como esa fe que esgrimen para castigar a quienes preferimos ahorrarnos un final indigno de esta ya de por sí difícil vida.

¿De verdad creen los fariseos que si el Jesús con el que se llenan la boca existiera ahora no incluiría semejante gracia en los evangelios? Suicidio a cargo de la Seguridad Social, dijo al poco de saberse el anuncio un ser capullesco y lo dijo en estéreo. ¿Por qué no asesinos, también, como las y los pro abortistas? Será para no repetirse. Autoasesinos sería una variante. Hortera, pero variante al fin.

Yo siempre pienso en la plácida muerte inducida de Edward G. Robinson en "Cuando el destino nos alcance". Viejo y desengañado puede, en un mundo de mierda -destruido por la propia humanidad-, cierto, pero tranquilo, tumbado en una camilla, morir escuchando su música predilecta y viendo una filmación de su paisaje predilecto, ya desaparecido de la faz de la tierra. Y les aseguro que, si es posible, en un mundo todavía habitable, también me gustaría morir así. Inducida, digna, feliz de desaparecer escuchando y contemplando lo que más amo, que puede ser mi gente, mi paisaje, mis mejores recuerdos, mi música...

A propósito de recordar. Tengo muy frescos en mi memoria los tiempos en que la pía Iglesia Católica no admitía a los suicidas en sus camposantos. Qué lástima que, como entonces oficialmente no existía el aborto (sólo practicado en la clandestinidad, sobre una mesa de cocina, cantidad de mujeres sacrificadas en aras del secreto; o en el extranjero, las que podíamos), no se les negara también el eterno descanso a las abortistas y sus colaboradores. Claro que, recuerdo, tanto el suicidio como el aborto no existían en aquella feliz España a la que tantos querrían volver y están en su derecho, si lo consiguen. Como yo lo estoy, en mi pleno derecho, a resistirles y rebelarme y desear un país mejor.

Que no me hablen de la ley de un dios. A Alá también lo usan para justificar a quienes se vuelan con una bomba encima llevándose por delante a quien sea, a pesar de que el islam también prohíbe el suicidio. Hay componendas para todo lo que hace daño. ¿No puede haberlas también para que se cumpla la voluntad del individuo, para atenuar los dramas humanos y familiares? Pero a los que se les llena la boca con la palabra familia no les importan sus sufrimientos.

Y que no me nombren el juramento hipocrático. Redactado ahora, debería incluir lo de mantener al paciente en vida sólo mientras conserve calidad de ídem. (El País Internacional)

ROSA MONTERO

Especial para "Río Negro"

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