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Alianza en peligro | ||
Desde principios del 2002, los gobiernos que siguieron al encabezado por el presidente Fernando de la Rúa han privilegiado a los empresarios industriales que Eduardo Duhalde llamaba "productivos" y que para Néstor Kirchner y Cristina Fernández de Kirchner conformarían el núcleo de una futura "burguesía nacional". Últimamente, empero, la alianza estratégica así supuesta se ha debilitado. Durante una visita breve a Brasil, la presidenta Cristina no vaciló en decir que sentía "un poquito de envidia" por la clase empresarial brasileña, manifestando de tal manera su escaso aprecio por la nacional. El viernes pasado fue más lejos al oponerse frontalmente a aquellos industriales que reclamaban una devaluación para que el peso fuera más "competitivo", recordándoles que una tasa de cambio muy alta sería "inconsistente en el marco de una verdadera lucha contra la inflación" y, como si esto no fuera suficiente, les advirtió que "hay que tener cuidado de que la protección no derive en proteccionismo". Huelga decir que las palabras de la presidenta no eran del agrado de los integrantes de la Unión Industrial Argentina, que momentos antes se habían quejado por "la apreciación nominal y real del tipo de cambio" y que, como es su costumbre, raramente dejan pasar una oportunidad para protestar contra "la invasión" de productos brasileños y chinos. Parecería, pues, que Cristina ha abandonado la defensa de lo que hasta hace poco fueron dos pilares del modelo kirchnerista: un dólar alto y la voluntad de tomar medidas proteccionistas. Aunque el cambio de discurso se haya motivado por el fastidio que siente ante las críticas de los empresarios por la negativa oficial a combatir la inflación, se trata de un viraje positivo. A esta altura, no puede atribuirse la incapacidad del empresariado local para competir con sus equivalentes de otras partes del mundo a una tasa de cambio desfavorable o a la maldad de fabricantes extranjeros que por razones perversas insisten en vendernos productos a precios por debajo de sus costos. Si bien las causas son complejas, entre ellas está la ilusión de que en última instancia importa mucho más su relación con el gobierno de turno que -para citar nuevamente a Cristina- "la calidad y el precio" de sus productos. Por lo tanto, protegerlos contra la competencia foránea y de este modo librarlos de la necesidad de mejorar suele ser contraproducente. Lejos de esforzarse por conquistar mercados, propenden a hacer lobby ante el gobierno con la esperanza de que les resuelva todos sus problemas. En términos generales, la devaluación masiva que llevó a cabo Duhalde y el "peso competitivo" resultante no sirvieron para que nuestro sector industrial se hiciera más eficaz. Puede que haya algunas excepciones, pero la mayoría de las empresas se limitaron a aprovechar una situación excepcionalmente favorable signada por salarios magros, la mansedumbre sindical posibilitada por un nivel de desocupación muy elevado y el costo prohibitivo de muchos bienes importados para aumentar sus patrimonios. Tal y como sucediera una y otra vez en el pasado, el régimen proteccionista supuesto por una tasa de cambio artificial contribuyó a impulsar la recuperación después de una crisis muy grave, pero andando el tiempo las desventajas tradicionales comenzaron a surgir ya que, como Cristina se ha dado cuenta, se trata de un esquema esencialmente inflacionario. Asimismo, el que a pesar de la apreciación del real frente al peso y al dólar norteamericano las empresas brasileñas consiguieran incrementar sus exportaciones a la Argentina y que nuestros empresarios no lograran penetrar en el mercado brasileño, demostró que en verdad "la competitividad" depende menos del tipo de cambio que de otros factores como la voluntad de innovar, la investigación y la obsesión por la calidad. Aunque los empresarios brasileños son por naturaleza tan proteccionistas como sus homólogos argentinos, el gobierno del presidente Luiz Inácio Lula da Silva nunca prestó demasiada atención a quienes procuraron convencerlo de devaluar el real. Antes bien se concentró en mantener saneadas las finanzas de su país por entender que, a la larga, la mejor manera de estimular a los industriales locales consistiría en priorizar la estabilidad y el respeto por ciertas reglas internacionales básicas. | ||
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