-Cuarenta y dos años en psiquiatría, psicoanálisis, seguramente otorgan un mapa de la psiquis de los argentinos, de sus conductas, de sus personalidades que hablan de tiempos y tiempos. En una nota suya de 11 años atrás usted advertía que el argentino se retiraba de los proyectos colectivos para refugiarse en el individualismo, en la competencia, siempre ajeno al otro, sin importarle el otro. ¿Seguimos en esa senda?

-Seguimos en esa... La competencia, que es un valor de mercado fundamentalmente, implica la subjetividad de las personas y está muy ligada a los comportamientos más individualistas, que es lo opuesto a la solidaridad, entre otras cosas que hacen a las relaciones sociales. Creo que en relación a aquella opinión mía de hace 11 años, este fenómeno se agudizó.

-¿Qué dato encuentra propio de estos tiempos que facilita el individualismo como esquema defensivo? Me refiero a la experiencia que extrae de la práctica profesional.

-El miedo... La gente tiene una relación creciente, acumulativa, con el miedo.

-Bueno, desde lo individual el miedo nos acompaña desde el principio de los tiempos.

-Precisamente, esa es la diferencia con este presente: hoy está instalado un miedo social, amplio, embarga al conjunto de la gente, la atraviesa en todas las direcciones. Miedo a ser blanco de la violencia, a perder el trabajo, miedo proveniente de los anuncios de catástrofes económicas, naturales, etc. Por supuesto que hay diferencias en materia de cómo contrarrestar este miedo y que hay sectores más vulnerables... Pero todo este manojo de miedos facilita notablemente el deslizamiento hacia el individualismo...

-¿Qué produce el miedo en la intimidad individual o del, por caso, grupo familiar?

-Desgasta desde la convicción de que uno está en permanente estado de vulnerabilidad y que por lo tanto hay que estar permanentemente alerta, en vigilancia ante amenazas que están dando vueltas en nuestra cotidianeidad, en nuestro espacio... muchas veces amenazas potenciadas, pero existentes.

-Me recuerda a algunos personajes de "Lituma en los Andes", la novela de Vargas Llosa, embargados de miedo al silencio, a la niebla de las sierras, que presagiaban la aparición sorpresiva de algo malo... senderistas o lo que fuese, pero algo que inyectaba miedo. Entonces se encerraban, trancaban, se amontonaban en un rincón...

-Claro, el sobrevivir. Pero al buscar protección vía el individualismo, volcándose sobre uno mismo, es posible que la persona, el grupo familiar, crean que se desligan del destino común que implica el miedo tal cual se proyecta hoy. Pero en realidad no se desligan del miedo como expresión abarcativa. Se defienden de esta o aquella circunstancia, pero no más.

-El miedo en tanto fenómeno de conjunto, ¿es un fenómeno nuevo en el marco de la salud mental, al menos en Argentina?

-Sin duda. El grueso de los problemas que abordamos hoy están relacionados con el miedo... la soledad, la inseguridad no sólo en términos del delito sino en términos de la dependencia en la relación de

pareja en cuanto al amor, el vínculo afectivo y todo lo que de allí tiene significación...

-Silvia Bleichmar sostenía que de frente al manojo de incertidumbres que signan hoy la vida, el núcleo más básico de la familia caía en actitudes individualistas que podían eventualmente afectar los lazos con el círculo familiar más amplio. Es decir, pueden afectarse vínculos, solidaridades. ¿Lo ve así?

-Sí, la familia también es blanco de comportamientos muy individualistas. Es un espacio donde se expresa, vía lenguaje y actitudes, mucha tensión debido al interés personal y/ o el interés del núcleo más íntimo...También es cierto que, y este es un fenómeno nuevo, en la familia muchos de los lazos de solidaridad e igualdad se deshacen debido a una mayor ilusión de libertad individual. Es decir, las personas tienden cada vez más a funcionar privilegiando su autonomía, su independencia y así pueden afectar ciertas dependencias...

-¿Ciertas dependencias?

-Claro, las relaciones de amor, de solidaridad, que son propias de la familia crean dependencias que se ven afectadas por mucho de ese individualismo, de esa autonomía.

- Hace poco leí un trabajo de Susana Torrado, una rigurosa investigadora. Sostiene que en el marco del capitalismo globalizado hay descarte de millones de seres. Dice, por caso, que a la luz de esa dinámica, África negra está dejando de importar para el resto del mundo. Y ante ese descarte, producto de aquella dinámica, se pregunta por qué podría importar que desaparezcan barridas enteras del conurbano. Esa sensación de quedarse afuera del sistema, ¿implica que para millones de seres la vida se ha tornado crecientemente agresiva?

-Absolutamente... Le respondo con un dato que refleja la tensión en que viven muchos sectores debidos, entre otras razones, a sentir que se

quedan fuera del sistema: la Corte Suprema de Justicia de la Nación acaba de crear una oficina para la atención de violencia doméstica... En este margen de desarticulaciones, emergen incluso fenómenos impensables no muchos años atrás. Yo acabo de regresar de España, donde tengo cátedras, justo en un momento en que se había convocado a un Congreso Mundial de Paidófilos en Barcelona. Estaba prevista la participación de gente de los Estados Unidos y Europa...Tenían incluso arrendado el lugar, pero hubo una presentación judicial para declararlo ilegal, pero como en España no hay ninguna norma para proceder de esa manera en lo que hace a ese tipo de reunión, bueno, al menos el congreso sesionó durante dos días. Finalmente, un juez logró pararlo. Curiosamente, la Iglesia Católica no hizo ninguna reflexión sobre el caso...

-Bueno, tiene la paidofilia metida en sus extrañas. A cada lugar que va el Papa le plantan el caso. Le pasó en términos muy duros en los Estados Unidos, por caso. Doctor, desde algunos planos con poder, se ha vuelto a hablar del "número", algo así como que somos muchos en el planeta y hay que resignarse a que algunos cientos de millones queden afuera de toda condición de vida. El tema vuelve con fuerza ahora luego de décadas de estar olvidado. ¿El número puede estar degradando la vida?

-En ese marco de cantidad al que usted se refiere, no hay duda de que hay nuevas conductas que están muy marcadas por una especie de indiferencia y desconocimiento voluntario del otro, lo cual implica una relajación de la moral que regula los comportamientos prácticos de las personas. Si uno tiene que caracterizar mucho de la cultura actual, partiría de la pérdida de una ética social y de la moral personal, en función del crecimiento de los sentimientos más egoístas.

-Si sigo uno de sus escritos, donde usted afirma que toda personalidad es siempre una personalidad "de época", ¿hacia dónde va el ser humano tras la mutación a que está sometido hoy el mundo de los valores, conductas y etc, etc.?

-¡Ah, incertidumbre pura!... Yo tengo la impresión de que hay dos elementos básicos que nos vinculan con el futuro: uno, el miedo como sensación amenazante de que lo que viene siempre será peor de lo que tenemos ahora. Dos, la esperanza forjada por la promesa religiosa de que el futuro será siempre mejor que este presente. Lo que yo veo en el ejercicio de mi profesión es que ambas alternativas crecen por igual entre la gente.

-Pero el miedo tiene, en este marco, cuerpo concreto. Responde a realidades tangibles. El factor esperanza alentado por la religión, cualquiera sea, responde a un plano muy subjetivo, etéreo... metafísica pura, posiblemente.

-Lo que usted quiera, pero uno y otro son los escenarios que nos vinculan al futuro.

-Si toda personalidad es personalidad "de época", se puede inferir que todo trastorno mental, y en alguna medida de esos venimos hablando, también es de época...

-Algunos sí, otros no. Hay patologías cuya naturaleza responde a razones que trascienden lo epocal. Cuando yo me inicié en la profesión, hace 42 años, había una especie de psicopatología básica: los trastornos psicóticos, delirantes, depresiones en general de tipo melancólico, que en aquel tiempo llamamos psicoflemia y las neurosis, por supuesto. Parte de esas patologías subsisten, pero las neurosis han desaparecido como problemática y aparecen, sin embargo, trastornos vinculados con la problemática del miedo; pero sí, hay sufrimientos mentales que son propios de un tiempo.

-La inquietud va por el lado de que cada vez que hablo con profesionales de la salud mental, en algún punto salta el 2001 que vivimos los argentinos. Vacío que no se terminaba nunca, pérdidas de referencias a ritmo vertiginoso, disolución. ¿Qué fue desde lo psíquico aquel proceso?

-La aparición de nuevos sufrimientos mentales a partir de asumirse la naturaleza de la misma situación... la sensación de perderlo todo desde el ahorro al trabajo... la exclusión como una posibilidad muy corporizada, todo en un marco de trastornos psicosomáticos, estrés... Todo, emergió de todo.

PERFIL

Emiliano Galende nació en España hace 68 años, y tiene seis hijos –entre los que se cuentan dos médicas y un politólogo–. Hijo de republicanos no dispuestos a vivir bajo la dictadura de Francisco Franco, Argentina lo cobijó junto a su familia siendo él muy pibe. Aquí se recibió de médico y se especializó en psiquiatría, en la que acumula 42 años de experiencia. Es autor, entre otras obras, de “Psicoanálisis y salud mental”, “Sexo y amor, anhelos e incertidumbres de la intimidad actual” y “El sufrimiento mental- el poder, la ley y los derechos”. Hoy es profesor en la Universidad de Granada, España; en la Universidad de la República, Montevideo. Mientras que en Argentina fue docente en la Universidad Nacional de Rosario y hoy está a cargo del doctorado en Salud Mental de la Universidad Nacional de Lanús.

CARLOS TORRENGO

carlostorrengo@hotmail.com