| "Jorge....tenía miedo del segundo libro de Aristóteles, porque tal vez éste enseñase realmente a deformar el rostro de toda verdad....quizás la tarea del que ama a los hombres consiste en lograr que éstos se rían de toda verdad, en lograr que la verdad ría..." (Umberto Eco, El nombre de la rosa). Si algún signo indica qué mundo insano hemos generado, es que cobre auge una terapia de la risa. La risa como instrumento de salud, de curación física y sicológica. Eso que un niño hace naturalmente, puesto que el ser humano es, dicen, el único con capacidad de reír, eso vamos perdiendo. Porque, como bien sabía el monje ciego de la novela de Eco, el poder y el control se basan en el miedo, y eso no cambió de la Edad Media hasta ahora. La risa desafía al miedo, y a su cohorte de miserias: la tristeza, la vergüenza, la adulación. La risa, como ha redescubierto la ciencia, estimula la segregación de endorfinas, al igual que el deporte, el sexo, la música, los colores y cualquier actividad placentera. Y si hemos perdido esta capacidad de poner distancia entre lo que nos atemoriza, nos intimida, y nosotros mismos, pues, ¡a recuperarla! Como la mayoría de las cosas sencillas y eficaces, no estoy diciendo nada nuevo. Hace más de 4.000 años en el imperio chino, había templos donde se reunían a reír para equilibrar la salud. En la India aún existen. Sigmund Freud atribuyó a las carcajadas el poder de liberar el organismo de energías negativas, lo que quedó demostrado al descubrirse que la corteza cerebral libera impulsos eléctricos negativos un segundo después de comenzar a reír. En los niños, como está ligada a la experiencia del juego, es natural. Porque estos talleres de la risa son cosa seria: la carcajada, la legítima y estentórea carcajada, es el resultado de técnicas que ayudan a liberar las tensiones del cuerpo, ente ellas la expresión corporal, el juego, la danza, ejercicios de respiración, masajes...La experiencia de los "payamédicos" se expande cada vez más, puesto que el humor y la salud tienen una relación simbiótica que muestra su eficacia precisamente cuando estamos enfermos. En verdad, esto lo sabemos muy bien cuando compartimos un asado, cuando nos juntamos con amigos y familiares, cuando la comida y la alegría se hermanan. ¿Por qué, entonces, las vivimos como pausas, momentos excepcionales, en vez de bañar en risa el resto de nuestro día? Oh, claro que lo sabemos: las relaciones de jerarquías, de poder, que dominan nuestro trabajo y nuestra vida cotidiana, y que muchas veces se extienden al hogar, necesitan del silencio y el miedo. Lo que llaman, erróneamente, el "respeto". El venerable Jorge de Burgos, contendiente intelectual de fray Guillermo de Baskerville, llegó al crimen por defender un manuscrito alabando a la risa, y lo hizo en nombre de la Iglesia de la Edad Media. Sus tremendos, lúcidos argumentos, asombran por su actualidad. Releer - o descubrir -esta novela maravillosa sobre el poder y el control, y burlarse con una estentórea carcajada de algo que lo intimide, es el mejor de mis deseos para el día de hoy. | |