En la semana que pasó, la intendenta Luz Sapag estuvo cerca de un cimbronazo, que de momento ha quedado larvado. Quizá se lo deba a aquella frase gastada pero siempre aleccionadora, que dice que "hablando se entiende la gente".
En rigor, la jefa municipal ha heredado el asunto, pero administra los caudales públicos y por acción u omisión lo ha convalidado. Y hasta con cierto alivio, porque la recaudación viene en alza y por allí va la cosa.
El punto focal es la nueva ordenanza tarifaria, que deviene de la gestión anterior, y que apuntó a una reforma y actualización de la normativa fiscal del municipio.
En concreto, para las tasas retributivas hace pie en una zonificación de la ciudad según el valor de las propiedades, en tanto que para las tasas comerciales toma como referencia la facturación del negocio del que se trate. A partir de allí se establece una escala por actividades y rubros.
La idea, al cabo, fue fijar criterios progresivos y de equidad conforme la capacidad contributiva; un modelo que ya ha sido probado en otras jurisdicciones.
Pero como suele ocurrir en estas lides que se dirimen con el bolsillo, el discurso de la equidad es seductor y lo compra casi todo el mundo, hasta que se torna "demasiado" equitativo. Ocurre que más de un comerciante se encontró, por estos días, con tasas que aumentaban hasta un 2.000 por ciento.
Un distribuidor de productos alimenticios no salía de su asombro y, boleta en mano, relataba su bronca al cronista: "fui a preguntar qué había pasado y me dijeron que esto ya era sabido, que se debatió hace tiempo en el Concejo Deliberante, y que los contadores estaban avisados... Al contador quizá le avisaron, pero el que paga soy yo", sentenciaba el buen hombre.
El caso es que las entidades gremiales del comercio comenzaron a recibir una retahíla de quejas y exigencias de "hacer algo" cuanto antes. Y lo que no muchos saben en los pasillos políticos, es que se estuvo a un tris de lanzar una verdadera rebelión fiscal, porque el criterio de muchos asociados era hacer pública la decisión de no pagar las tasas hasta que se revisara el entuerto.
La clave está en el dato que sirve de referencia al municipio para determinar las tasas comerciales, y que no es otro que la declaración de Ingresos Brutos.
Pero el caso es que un negocio puede tener un volumen de facturación importante pero un margen de utilidad más modesto. Por ejemplo, hay productos como la leche, que tienen un peso significativo en la facturación final pero dejan escasa utilidad al distribuidor.
En general, los sectores más castigados por la normativa son, precisamente, los distribuidores, los mayoristas en diversos rubros, las estaciones de servicio...
Pero como se apuntó, en tren de usar frases trilladas, por ahora la sangre no llega al río. Miembros de las cámaras y funcionarios de la intendencia se reunieron y avanzaron en el análisis de los rubros más conflictivos, con el compromiso de revisarlos y producir las correcciones necesarias.
De momento no hay "piquete" fiscal.
Pero la mirada estará puesta en la próxima boleta.
FERNANDO BRAVO
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