BUENOS AIRES (Sebastián Busader, Enviado especial).- Dmitry Tursunov lanzó su última bola de fuego y le puso fin a tres horas y 27 minutos de sufrimiento extremo, de tensión angustiante. Con uno de sus tantos saques ganadores, el colorado más simpático de la región Rusa prolongó hasta hoy la definición de la semifinal de la Davis en el Parque Roca, que por ahora está 2-1 para los locales.
También acabó con un partido de dobles carente de lógicas, cambiante, desproporcionadamente loco. Un partido que terminó en cinco sets (6-2, 6-1, 6-7 (11-9), 3-6, 8-6), que estuvo para cualquiera de los dos, y que ahora sembró muchos interrogantes de cara a la trascendental jornada de hoy.
La sentencia del periodista Gonzalo Bonadeo le cae justo a lo que brindaron David Nalbandian-Guillermo Cañas vs. Tursunov-Kunitsyn: "Esto es así, es la Davis, es el terreno de lo impredecible. Nadie pensaba que el viernes Argentina ganaría sus dos primeros puntos de singles tan fácil. Tampoco que el juego de hoy (ayer) iba a ser tan anormal, como finalmente lo fue".
No es exagerado decir que todos los protagonistas se salieron de libreto, que la ejecución de su música sonó muy diferente a las partituras que entregaron los capitales Alberto Mancini y Shamil Tarpischev.
Rusia ganó con tanta facilidad los dos primeros sets que parecía lógico apurar la derrota para darle descanso a las piernas y los nervios de Nalbandian. La abrumadora superioridad de los visitantes les permitió estar 2-0 arriba en apenas 54 minutos.
Tursunov, como sucedió en la final del 2006 en Moscú, fue la bestia negra de los argentinos, el hombre que manejó con precisión de relojero lo que sucedió durante la primera hora de juego. Sus saques lastimaron en todo momento y siempre fue perceptivo para definir en la red. Nalbandian lo entendió, y por eso vio que era más conveniente "castigar" al debutante Kunitsyn.
Claro, esos planes pocas veces se pudieron ejecutar porque de Cañas, sólo deambulaba su sombra. Durante los dos parciales, "Willy" sacó cuatro veces y en tres de ellas le quebraron. Es más, en los primeros ocho games cometió siete errores no forzados.
El panorama era desolador, aunque en realidad se trataba de la puerta de ingreso a un choque esquizofrénico. Es que Argentina llegó a estar 4-1 arriba en el tercero, pero se desconcentró y arribó arañando al tie break.
Rusia tuvo tres bolas para partido, pero cuando nadie lo esperaba "Willy" comenzó a jugar como un top ten. Mejoró la devolución, afirmó su derecha y le puso carácter a cada golpe. David ya estaba en partido hace un rato largo y el frío tajeaba como una daga, aunque era un sufrimiento algo más placentero.
El Parque Norte se volvió una masa uniforme, bochinchera, que hacía la ola, cantaba, ponía en duda la hombría de los rusos, que se elevaba con cada volea de David, como un mar embravecido. Algunas horas después, ya bañado y con el resultado puesto, Tursunov criticaría la actitud del público, hablaría de "falta de respeto" y de que Rusia "vino a jugar tenis, no a la Tercera Guerra Mundial".
Tursunov exagera, pero es cierto que el rebautizado "Monumentalito" brama duro cuando los jugadores argentinos están en problemas. Y al que mejor le cae ese antídoto popular es al cordobés. Es indetenible cuando baja el aliento desde la tribuna, su revés a dos manos se torna agresivo, delicioso, irresistible a cualquier ángulo corto.
Nalbandian guapea a sus adversarios, les apunta, los agrade sin agredirlos, pero inmediatamente después muestra su eclecticismo y los pone en ridículo con voleas de seda.
Así, porque David fue enorme y Cañas acompañó, Argentina llegó al quinto set con el Parque Roca hecho una caldera. "Ya está, son nuestros", decía un productor del programa de Susana Giménez mientras se autofotografiaba con su cámara digital y de fondo paseaba la ola humana gritando "Argentina, Argentina...".
Cañas defendió su saque, Tursunov, algo nervioso, hizo lo propio y Nalbandian cerró el suyo con un ace. Kunitsyn, por quinta vez, se ganó la desaprobación del puñado de rusos y dejó el juego en manos locales (3-1 arriba).
Pero el partido volvió a la anormalidad: "Willy" sucumbió son su saque, Tursunov confirmó el quiebre y David perdió el suyo con dos dobles faltas. ¿Más? Sí, porque al ruso debutante se la escapó el servicio, Cañas puso el juego 5-4 y Tursunov lo igualó con tres misiles.
El silencio se quebró con un alarido de David después de dos jugada dignas de su estirpe, pero a "Willy" lo volvieron a quebrar y este partido quedó en la raqueta de Tursunov, que no perdonó. Así, la serie quedó abierta. Así terminó un partido esquizofrénico. O como diría Tarpischev, un partido donde quizá "hubo intervención divina (para los rusos)".