De madre argentina y padre norteamericano, Kevin nació en Fairbank, Alaska, pero se crió en Argentina desde los doce años. El 12 de octubre del '90, se fue a redescubrir América del Norte y se quedó casi diez años en Nueva York. Durante esa década, grabó y tocó como house band en el Knitting Factory y el Mercury Lounge, entre otros. En el 2000 regresó a Buenos Aires y se instaló definitivamente. "The Nada" es el grupo que fundó en Nueva York, donde grabó su primer disco precisamente con ese nombre, editado en nuestro país y España.
A fines del 2002 grabó "Sur o no Sur". En el 2003, la musicalización de una tira de tevé con sus temas lo acercó a un público masivo. Giras por Argentina, Uruguay, Estados Unidos y España. En junio actúa a sala llena en el Gran Rex. En julio hizo su segundo desembarco en Madrid, Barcelona y el Festival Pirineos Sur. En octubre viajó a EE. UU. para cantar en la entrega de los MTV Latino; de allí pasó a Miami, Nueva York, Chicago, Los Angeles y San Francisco. El cierre, otro Gran Rex, el 12 de diciembre. En el 2004, "Sur o..." fue publicado en México, España y Chile. Entre febrero y marzo dio conciertos en Barcelona, Madrid y Valencia. De julio a agosto volvió a pasar por Madrid, Barcelona, más Gijón, Zaragoza, Bélgica y Estados Unidos. En octubre, junto a "The Nada" visitaron Santiago de Chile. El disco fue nominado a tres Grammy Latinos, como Álbum y Canción del Año y Mejor Video.
Entre tantos viajes, fue grabando "City Zen", tercer compacto -para "aguantar la vorágine de la ciudad donde la música siempre está presente", según propias palabras- presentado durante dos fechas de diciembre en el Teatro Ópera, y nominado en el 05 al Grammy norteamericano Best Latin Pop Álbum. En abril del 2007 sale "Logo" en Argentina y Chile, editado a mitad de ese año en Latinoamérica, EE.UU. y España, con la colaboración de La Chiringa, Paulinho Moska, Albert Plá, Andrea Echeverri y Amparo Sánchez, de Amparanoia.
"La música, al ser invisible y estar presente en la cabeza del compositor que vive rodeado de caos, tiene algo de orden y algo que se hermana con el desorden, a la vez." Ríe Kevin mientras su niño, Tom Atahualpa de casi un año, balbucea reclamando su atención. Son casi las siete de la tarde y aún no han regresado
a casa. "Tiene también un elemento de sorpresa, de sorprenderse a uno mismo. Como digo, de tocar un nervio propio para tocar uno ajeno. Hace poco charlábamos con el dibujante Liniers sobre el elemento sorpresa, con quien estamos armando un libro y parte de su prólogo es un diálogo que ambos sostenemos; si a vos no te conmueve algo es difícil que perdure, que tenga posibilidades de una vida interesante."
"Por eso creo mucho en el poder de la canción, en ese sentido, en el poder del susurro, de sugerir; de no pegar por la cabeza tipo cavernícola, tomarte de pelos, arrastrarte a la cueva y decirte, este es mi producto. Hay modos de aproximarse a la gente y hay gente que pide cosas diferentes. Por suerte, hay un público que no le gusta que le den un palazo en la cabeza."
"La música puede ser muy publicitaria y efectista. El punto es que no suele tener mucha vida. Siempre existió y seguirá existiendo en todos los géneros, en el rock, en la canción, en el pop; pero detrás tiene que haber sustancia. Parafraseando a Fito (Páez), "no es sólo una cuestión de actitud". Con todo respeto, el sería de los primeros que lo entendería; justamente puede decirlo porque tiene sustancia detrás de la actitud. El tema es que se perdió un poco esa línea; hasta (Diego) Capusotto en su carga al rock desde el humor, ha dicho que la actitud cobró una vida, una dimensión gigantesca por sobre la sustancia, por encima de lo que se cuenta, de lo que se dice."
"En el rock siempre hubo un equilibrio. Las grandes bandas lo tuvieron, desde Queen a Led Zeppelín, de Beatles a los Stones. Está el efectismo, esa cuestión visual que también atrapa, pero hacían grandes canciones. Ese era, entre comillas, el producto que vendían u ofrecían. Quizás, en la canción sucede lo mismo; hay ciertos logos o ciertos tics, ciertas maneras de llamar la atención por parte del cantautor, que me parecen efectistas."
"Hace poco, Laurie Anderson contó, cuando vino a Buenos Aires, que en sus comienzos en Nueva York, algunos críticos habían escrito que su humor podía ser un disfraz para la banalidad; ella replicó que la seriedad también puede serlo. Me pareció muy inteligente su respuesta. Hay gente que me cuestiona que utilizo la ironía, como si estuviera cometiendo una herejía desde la canción."
- Como si no se pudiera usar.
-Con inteligencia... Como si utilizar la ironía o el humor hace perder seriedad al trabajo. Si usás el humor no tenés sustancia, sos liviano. Me parece una lectura tan superficial que estoy más metido que nunca en esta lucha contra la solemnidad y la boludez del cantautor que justamente con esa seriedad disfraza una gran banalidad.
-Bastaría citar a Quino, a Les Luthiers, dos ejemplos de muchos que han usado el humor de un modo agudo, profundo.
-Gente de lo más seria en el humor. Una buena letra de (Joaquín) Sabina, una buena de Leonard Cohen, otras dos muestras del mundo latino y anglo, de gente que lo ha utilizado con agudeza. Lo digo últimamente, la ironía es tristeza disfrazada. Es un poco reír por no llorar. Por supuesto, hay un montón de cosas que nos entristecen y nos ponen mal, pero escribir y -quizás- despertar una carcajada en la gente y luego -en la misma canción- hablarle de algo profundo o hacer una observación de algo social que sucede y no te agrada, obliga al oyente a una segunda lectura. En una canción, Joaquín o de Albert Plá, tiran una frase que parece graciosa y después descubrís lo que quiso decir este hijo de su madre! Cómo la dio vuelta y te envolvió como un guante! Eso me parece un trabajo muy interesante.
-¿Y Kevin Johansen, en qué lugar está?
-Nuestra generación, por suerte, abrió bastante el abanico en la canción. Yo me considero un cancionista y a mucha honra. Amo la canción y por más que diga que soy un des-generado, respecto a los géneros porque me gustan muchos, la canción es el formato, lo que yo aprecio. Con coetáneos con los que he tenido mucha interacción como Jorge Drexler o Paulinho Moska de Brasil, si bien somos muy diferentes, hay una afinidad estética desde romper con la canción tradicional, con: quiero besar tus labios rojos carmesí veinticuatro horas por día y no puedo más sin tu amor. Con la canción demagógica. Siempre me estoy planteando ser sincero, a la vez, entregar belleza cuando quiero, pero no desde el engaño. No cantarle a la gente sólo lo que quiere escuchar. A todos nos gusta oír: te amo y nunca te dejaré... Hay tantas sensaciones hermosas, ambiguas, contradictorias, extrañas, raras, que dejan perplejo y que no se escriben, no se describen en canciones y hacen tanta falta. Cuando compuse "Desde que te perdí", por ejemplo, en el mismo disco ("City Zen") estaba "Ups", un bolero que dedique a Les Luthiers y habla de los tropezones del amor; hay una frase en él: "quieres que te diga lo que quieres escuchar o vas a escuchar lo que te quiero decir". Resume mucho lo que le canto al público. Es la esencia de lo que quiero decirle...
EDUARDO ROUILLET