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Un puente entre los ritmos tribales y la electrónica | ||
Se presenta hoy en Neuquén junto a la Orquesta Sudaka. El músico trabajó con Caetano Veloso, Marisa Monte y Gilberto Gil. "Un disco no se termina, se abandona", dice el músico. | ||
De gira por el país, hoy está entre nosotros desparramando tonalidades, La Sudaka Orchestra con Ramiro Musotto en berimbaus, percusión y programaciones; Mintcho Garrammone en guitarra bahiana y cavaquinho; los berimbaus y percusión de Ramirito Gonzalo; y el percusionista Alejandro Panetta. Todos ellos se presentarán hoy, en el Teatro Español de Neuquén. Como arreglador y percusionista, Musotto ha construido una prolífica carrera con grandes músicos de medio mundo, además de editar los compactos "Sudaka" y "Civilizacao & Barbarie", y el devedé que lleva su nombre y el de su banda. Una vida que cambió con su participación en "Canto da Cidade", de Daniela Mercury, la grabación con Caetano Veloso y Gilberto Gil, además de Joao Bosco, Gal Costa, María Bethania, Sergio Mendes, Marisa Monte, Adriana Calcanhotto, Os Paralamas, entre tantos otros. En el pulso central de la música de Ramiro cruzan puentes entre la electrónica y las manifestaciones rítmicas tribales de Sudamérica y del candomblé, el canto de niños indígenas guaraníes y elementos europeos que él porta, como argentino que es. Fusión entre pasado y presente, oriente y occidente, tensiones y distensiones que no siempre se resuelven, como las que hay entre el músico y sus instrumentos, sus compañeros de ruta, sus obras, sus elecciones, su lenguaje... "El del lenguaje es un camino medio largo. Yo empecé algo tarde, digamos. Cuando lancé mi primer disco, en el 2003, tenía treinta y nueve años. Alcanzar el lenguaje no fue obvio ni fácil, pero -al mismo tiempo- los elementos que tenía para hacer mi música eran inusuales, como la percusión mezclada para sonidos electrónicos que yo hacía y me proponía continuar haciendo, mixtura de samplers, collages sonoros; todo tocando, como instrumento principal, el berimbau. Ya venía con ingredientes medio insólitos." "Después, manejar las tensiones y distensiones hasta encontrar el equilibrio, es trabajo. Yo soy cien por ciento workaholic. Cuando me pongo a armar un disco, un tema, soy un trabajador. Y para hacer los compactos, laburo con computador, manejo los sonidos con él. Luego de tener la idea principal, paso a la parte en vivo y a grabar. Entonces, eso sólo se consigue con trabajo (ríe)." "El concepto de tensión-distensión es tan amplio que se puede aplicar a tantas cosas. En mi música, a pesar de ser lineal en la armonía o el ritmo -meto mucho la repetición, la búsqueda de la atmósfera en base a ella- siempre está esa dupla, igual que crecimiento-relajación, inherentes a varios géneros musicales. En lo electrónico, la utilizo mucho para desarmar la linealidad o la cuestión cíclica de la música étnica que en muchas ocasiones no contiene tensión-distensión y labura con ciclos. La uso para hacer un contraste." "Cuando digo música étnica, no me refiero sólo a la brasileña. En Argentina, también, en el canto de una copla no existe ese concepto. Tensión-distensión es una forma occidental, así me parece, que proviene de la música clásica, de la armonía europea. Pero, justamente, se trata de mezclar." -¿Ese mismo juego lo has tenido también con tus compañeros músicos? -Al principio, cuando monté mi primer concierto, tuve mucho cuidado en elegir los que me parecía se iban a adaptar bien a mi música. Después, hoy en día, estoy mucho más tranquilo en ese aspecto. Ya pasaron cinco años desde mi primer recital solo y tengo más claro qué los colegas pueden darme, cómo pedirles lo que quiero, cómo elegir a alguien para que toque conmigo. Estoy con una formación en Brasil, otra en Europa, y hay instancias de cambio que intento, enriquezcan. Es un manejo que se aprende. Lo mismo que un director con sus actores, tiene que saber -dentro del cine- cómo hacer jugar a favor los diversos factores. Es genial... La interacción entre los músicos es bien interesante. Ahora, en todos mis grupos, está conmigo Mintcho Garrammone, el resto son, digamos, cambiables. -¿Cómo te ves en el rol de líder? ¿Cómo fue la transición de acompañante, de miembro, a conductor? -Ya en Bahía Blanca tocaba con grupos, después seguí como miembro de muchísimas formaciones e hice algunas experiencias de banda, pero me siento más cómodo como líder, en realidad. Soy yo quien elabora todas las ideas, el que las maneja y, en este momento, no puedo pensar diferente. Me siento cómodo en esa función. Hace mucho tiempo que vengo produciendo discos, cosa que es un poco eso, liderar un proyecto que culmina en un disco hecho; lo vengo haciendo hace más de diez años. Mi experiencia como productor me ayudó mucho en esa cuestión. -De congeniar, de trabajar en sintonía con otro. -Requiere eso y ser un poco psicólogo, saber qué puede ofrecer cada músico y cuál es el mejor modo de ensayarlo, de llegar al objetivo. A veces, tengo que ensayar con todo el grupo, o con uno y otro, separadamente; luego nos juntamos. Bueno, hay que manejar esa logística. -Y dosificar, moderar, las tensiones internas que crecen cuando algo no salen bien. -Hay que mantener la calma y ver si ese tema vale la pena seguir haciéndolo de esa manera, o cambiarla. En mi laburo me sirvió haber sido liderado por varios artistas, aprendí de ellos." - Retomando, cómo es tu relación con la música como lenguaje? ¿Te dominan los sonidos, los controlás, te buscan para que los toques? -Generalmente, sigo una máxima de Keith Richard que leí una vez: no anoto nada. Porque si lo olvidé no era tan bueno. Sólo cuando estoy ya en proceso de creación, anoto. Cuando empiezo a laburar con ideas que me vienen rondando en la cabeza hace bastante, si las recuerdo, insisten mucho en mi mente, hace tiempo que dan vueltas, es porque algo tengo que hacer con ellas. Después, trabajando, la idea musical me lleva para otro lado y no puedo dominarla. Ahí, ella lidera. De un disco no podés decir voy a hacerlo de este modo; se empieza y luego va para donde el quiere, en cierta forma. El de la creación es un juego que, imagino, pasa en las demás artes. Se comienza pensando que se domina la totalidad, pero después se resulta un tanto dominado. El gran punto es saber, dónde y cómo parar. Otro dicho es: un disco no se termina, se abandona. Uno tiene que reconocer el momento de abandonarlo, como a un cuadro; si el pintor se queda retocándolo, puede llevarle la vida. El problema es cuando decidirlo. Aunque no esté perfecto, está listo para ser mostrado. Y eso también se aprende con el tiempo. Mi primer disco fue un parto horrible, en el sentido de largo, tensionado, angustiante, complicado con los plazos para concluirlo. El segundo fue muchísimo más tranquilo...
EDUARDO ROUILLET | ||
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