"Si Argentina quiere alcanzar estándares internacionales en su industria, en su sociedad y en su educación, debe superar los malos hábitos de su política. Soy optimista porque veo en los países vecinos procesos de modernización, con partidos políticos que no difieren demasiado entre sí pero que confrontan y a la vez se ofrecen como alternativas. Luchar contra el clientelismo político es la batalla fundamental. Si la Argentina no lo hace, verá sorprendida cómo Brasil y Chile avanzan y nosotros seguimos con un vuelo bajo como las gallinas".
Con esta frase definió Aleardo Fernando Laría la necesidad de que el país debata las debilidades de un sistema presidencialista y la conveniencia de optar por uno parlamentarista. Basó este argumento en que un presidencialismo fuerte no favorece la conformación de consensos ni de políticas a largo plazo sino que, por el contrario, "se arman coaliciones preelectorales, pero como el que gana gana todo, el presidente al asumir está deseoso de sacudirse cuanto antes a los aliados".
La reflexión fue parte de la charla debate en la cual se presentó el libro "Calidad institucional y presidencialismo", escrito por Laría, y que contó con la participación como expositores de Rodolfo Ponce de León -constitucionalista y exconvencional constituyente de 1994- y de Gabriel Rafart -profesor de ciencia política-. El encuentro convocó ayer a una setenta personas en el Salón de Usos Múltiples del diario "Río Negro", en Roca.
Ponce de León centró la cuestión en la representación, y reseñó las corrientes en favor de una representación individual con mandato abierto -tomando en cuenta los intereses de la Nación- o de una representación corporativa con mandato cerrado -en defensa de intereses regionales o sectoriales-. También distinguió entre la pasión y la razón como motores de la acción política. Concluyó que "es bueno plantear horizontes, pero el cambio de la arquitectura política no es una empresa que dependa de la voluntad de los actores, sino de la evolución de la sociedad".
Por su parte, Rafart argumentó que el presidencialismo actual "es mucho menos rígido de los que dicen sus críticos", y dio como ejemplo que dos de los cuatro presidentes elegidos desde 1983 debieron irse antes de terminar sus mandatos y eso no implicó una ruptura institucional. Citó a Torcuato Di Tella para defender que "a pesar de las desprolijidades, es necesario garantizar la solidez del poder", señalando que hay tal desprolijidad porque los argentinos somos humanos, y "es lo que hay". Además, dijo que "el parlamentarismo europeo dejó bastante que desear", a la luz de dos guerras mundiales y de la guerra fría.
Laría, en tanto, enunció dos razones fundamentales que aconsejan un cambio a un sistema parlamentarista: su mayor flexibilidad, y su predisposición a la formación de consensos políticos.
Argumentó que, ante un desgaste del presidente, el presidencialismo no ofrece soluciones, mientras que en un parlamentarismo, las fuerzas políticas deben trabajar acuerdos para reforzar al Ejecutivo o, en todo caso, para cambiar al primer ministro. "La democracia tiene así un gobierno 'pro témpore', es decir, mientras el titular representa el consenso del conjunto.
Como ejemplo, citó la crisis del campo: "ante el fantasma destituyente que vio, el gobierno actuó con mayor rigidez, por una intransigencia defensiva temiendo que ese fantasma tomara cuerpo. Y tal vez algunos opositores esperaban que así fuera". Indicó que su impresión es que crisis similares se producirán después de las parlamentarias del año próximo, si se rompe la hegemonía del oficialismo en el Parlamento. La charla siguió con un interesante cambio de ideas con integrantes del público.