Las consecuencias geopolíticas de la guerra en el Cáucaso entre Georgia y Rusia también se sienten en el Caribe. El Kremlin ha vuelto a mostrar un interés comprometido por uno de los últimos regímenes comunistas que quedan en el mundo, que después del colapso de la Unión Soviética, hace 17 años, había perdido de la noche a la mañana los favores de Moscú.
Tras los graves destrozos que los huracanes "Gustav" y "Ike" causaron a Cuba, Rusia ha ofrecido ayuda de emergencia y cooperación económica al antiguo satélite soviético frente a las costas norteamericanas. Sin embargo, es evidente que detrás de esta renovada cooperación se esconde también el deseo común de desafiar a la superpotencia Estados Unidos.
Quienes conocen la política rusa no dudan de que el apoyo a Cuba y el coqueteo con el presidente izquierdista venezolano Hugo Chávez también deben interpretarse como una reacción a la ayuda militar y política que Estados Unidos brinda a Georgia.
Así lo demuestra el proyectado desplazamiento hacia el Caribe del mayor buque de guerra ruso, el crucero nuclear lanzamisiles "Pedro el Grande", para que participe en las maniobras que las Fuerzas Armadas de Rusia y Venezuela llevarán a cabo en la zona en noviembre próximo.
Y el canal televisivo estatal Rossi ya dedicó hace poco un amplio espacio de su programa noticioso al envío a Venezuela de bombarderos de largo alcance del tipo "Tupolev 160". El reportero de la emisora afirmó con un orgullo no disimulado: "Su vuelo sobre el Caribe ha cambiado los acentos geopolíticos en la región. No habrá sido su última presencia allí".
Nuevamente, las Fuerzas Armadas rusas están mostrando sus músculos en una región muy alejada de su patria. Los años de penuria militar que siguieron a la desintegración de la Unión Soviética, cuando incluso faltaba el combustible para aviones de combate y buques de guerra, han quedado atrás. En el Kremlin existe nuevamente la firme voluntad de restaurar el antiguo poderío.
En Cuba, Moscú podría dar una clara señal de sus aspiraciones, ya que el país caribeño necesita ayuda más que nunca. Las tormentas causaron destrozos en toda la isla. Gran parte de los cultivos de caña de azúcar, tabaco y plátano están destruidos. Cientos de miles de casas están gravamente dañadas. Doscientos mil personas se han quedado sin techo. La producción de níquel está por los suelos. En el futuro cercano Cuba sólo tiene posibilidades limitadas de ingresar divisas. Y aunque su principal aliado en estos momentos, la rica Venezuela, cuenta con grandes cantidades de dinero y petróleo, no tiene suficientes alimentos y materiales de construcción.
Para Moscú, la debilidad de Cuba es un buen momento para establecer nuevamente, tras una larga ausencia, su influencia en la región.
Las gélidas relaciones que siguen manteniendo Washington y La Habana sólo pueden ayudar a lograr ese objetivo. Cuba se niega estrictamente a aceptar ayuda de Estados Unidos, que desde hace más de cuatro décadas mantiene un embargo comercial a la isla para derrocar el gobierno comunista de los hermanos Fidel y Raúl Castro. Los líderes cubanos tampoco quieren aceptar donaciones en dinero, ya que eso implicaría, según el discurso oficial, una ofensa y la humillación de la revolución cubana.
La Habana también rechazó el ingreso en el país de una delegación estadounidense que debía examinar los daños ocasionados por los huracanes, con el argumento de que tales especialistas afortunadamente abundan en la isla. De modo que la nueva Rusia está intentando ahora recuperar la confianza de Cuba, una confianza que La Habana había perdido luego del hundimiento de la Unión Soviética.
FRANZ SMETS Y STEFAN VOSS
DPA