Antes de caer la avioneta en la que se desplazaba y salvar milagrosamente la vida, el emblemático chacarero que dirigió la protesta del campo, Alfredo De Angeli, tuvo una conversación con la dirigente opositora Elisa Carrió, segunda en las elecciones de octubre del 2007.
En dicha ocasión, "Lilita" -según reveló a este diario- le advirtió sobre la inconveniencia de juntarse con personalidades como el vicepresidente Julio Cobos, del que opina pésimo a pesar de reconocer el mérito de su voto "no positivo" por las retenciones y el ex mandatario Eduardo Duhalde, a quien identificó con el "pasado" que habría que sepultar para ser un país plural y republicano.
"Conocí muchos famosos efímeros en la Argentina. Yo misma he llegado a tener 80 por ciento de imagen positiva y es insoportable. Y a lo largo de 14 años me mantuve. En el 2000 conviví con (Domingo) Cavallo, quien seis meses después no podía caminar por la calle. Con (Carlos) Ruckauf compartí el 60 por ciento de aceptación. Y Cobos está entrampado en su fugaz popularidad: si se queda, es gobierno, si se va es Chacho (por Carlos Álvarez). Ahora, es más claro, si De Angeli no quiere convertirse en otro (Juan Carlos) Blumberg, debería saber que soy la única que no voy a transar".
La anécdota sirve para describir uno de los intentos -el más frontal- por construir una alternativa a la presidencia de Cristina Kirchner, debilitada por la pelea con el sector agrario, al punto que iniciativas a simple vista positivas -la liquidación de la deuda con el Club de París o el proyecto de movilidad en las jubilaciones- de poco sirvieron para regenerar la confianza de los inversores o levantar de sus sillas entusiasmados a los pasivos atosigados por la inflación real.
Los estoicos enseñaron que hay que buscar la serenidad para aceptar las cosas que no se pueden cambiar y el valor para modificar lo que es posible. Acotaron que también hay que tener la sabiduría para diferenciar las dos circunstancias.
¿Será viable, como predica maravillada "Lilita", eliminar la matriz de corrupción que impera en organizaciones políticas, empresarias y sociales; expurgar el narcotráfico y crecer con desarrollo?
Otra vez los esfuerzos por encontrar paradigmas de normalidad se desbarrancan: el juicio en Estados Unidos por espionaje, que tiene como testigo protegido al "valijero" Guido Antonini Wilson, reveló el contenido de cintas que comprometen a funcionarios de la actual administración K. El influyente ministro Julio De Vido, por caso.
Ello volvió a minar el trato bilateral, aunque en esta oportunidad, Cristina ni su marido Néstor Kirchner -ambos refunfuñando en El Calafate este fin de semana, especialmente contra los diarios- se apoderaron del atril para despotricar contra las "operaciones basura" sino que canalizaron la dura protesta a través de la vía diplomática.
Procuran preservar actividades en común con EE. UU. y poner distancia del aliado venezolano, Hugo Chávez, quien mandó "al carajo a los yanquis" y expulsó al embajador norteamericano, en solidaridad con su par boliviano, Evo Morales, tras los sangrientos episodios en la nación del Altiplano.
Kirchner -con su influencia intacta, según confirmó el ex ministro Martín Lousteau- aconsejó hacer tiempo y esperar a que el actual mandatario George Bush se vaya, para recomponer (su esposa ya hizo saber que el preferido es Barack Obama). Pero mientras tanto, Cristina trata de no romper el diálogo con el
influyente subsecretario Tom Shannon, quien se vio con Héctor Timerman y ordenó al representante en Buenos Aires, Anthony Wayne, actuar con guantes de seda.
En El Calafate, sin el expulsado y convaleciente Alberto Fernández, el matrimonio imaginará planes para tratar de recuperar el centro del ring. En principio, encomendarán al senador Miguel Pichetto no retroceder con el proyecto de movilidad jubilatoria. Insistirán en los superpoderes y remitirán un presupuesto de 240.000 millones de pesos, que contempla la baja de los subsidios a los combustibles y aumento de partidas educativas.
Luego, Cristina y Néstor se prepararán para viajar a Nueva York, donde habrá sesión de Naciones Unidas y la presidenta buscará luces refulgentes para encuentros con mandatarios del primer mundo. Hay necesidad de reinsertarse en un mundo, también en crisis, política y financiera.
Tras los acuerdos complementarios con el Brasil de Lula, Cristina se trasladará luego a España para ver a su amigo-sostén José Luis Rodríguez Zapatero, en medio del áspero proceso de reestatización de Aerolíneas Argentinas.
El armado del otro que se proyecta para gobernar es mucho más lento. Mauricio Macri está concentrado en la gestión, difícil a la hora de encarar la realidad y el carácter autodestructivo de los porteños, pero uno de sus delfines, Federico Pinedo, está poniendo ladrillos de una estructura en el interior, donde el macrismo es inocultablemente macilento.
Carrió arrancó con ventajas, imbuida de un espíritu religioso, al que sus detractores apelan para descalificarla: "Es una mística que habla con Dios", le reprochan. Ella no se amilana. Profesa amor por el líder radical Raúl Alfonsín, pero subraya que sus diferencias con él son insalvables porque quiere otro pacto, tipo Olivos, con Duhalde, al que Cobos sería funcional.
ARNALDO PAGANETTI
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