Jueves 18 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 41 > Cultura y Espectaculos
MEDIOMUNDO: El camino del tarot

El reino de lo simbólico hablándonos a la cara. Un juego de reyes, reinas, locos y desenfrenados. Oráculo del cambio. Traductor de las energías circundantes. Literatura fragmentaria. Eclipse de luna. Big Bang de entrecasa. Luz sobre la conciencia. Ejercicio de la magia. Alma y sangre. Voluntad y equilibrio. La vida. El Tarot.

Creo en el tarot del mismo modo en que creo en la infancia. Porque siendo un chico, sumergido en el decorado antiguo de la casa de una tarotista de mi pueblo, aprendí que las fronteras de lo real y lo mitológico pueden desvanecerse mientras te tiran las cartas. Es un regreso a nuestras fuentes. Un viaje a lo profundo del núcleo en llamas que nos mantiene vivos.

No podría explicar con precisión qué ocurre cuando las cartas comienzan a hablar desde la superficie de una mesa. Como no puedo dar razones a la virtud que las hace desnudar la condición de quien pregunta.

Su origen es también un enigma. Algunos estudiosos lo sitúan en el marco de la cultura egipcia, otros lo acercan mucho más ubicándolo a fines de la Edad Media. Una de las tantas teorías asegura que el tarot es producto de la combinatoria de varias formas de entender el mundo: Oriente, y su juego de reencarnaciones, los cruzados, hijos de la fe cristiana, y las tribus gitanas que siglo tras siglo fueron puliéndolo a lo largo y ancho de Europa.

Alejandro Jorodowsky, famoso director de cine, escritor, actor y uno de los mayores especialistas en Tarot de la actualidad, asegura que la baraja es una especie de enciclopedia de bolsillo. Una suma del saber espiritual y emocional concentrada en un número preciso de imágenes. Un espacio donde confluyen las artes y los alegatos del corazón. Cambio y permanencia. Riqueza y crisis. Locura y poder, diseminados a través de 22 arcanos mayores cuya significación se amplía en 56 arcanos menores.

Ésta es una teoría personal y de ningún modo busca la polémica ni la aparición de nuevos estatutos. Sin embargo, digo, el tarot funciona mediante la acción de mecanismos invisibles pero ciertos. Los mismos que actúan cuando un ser humano se confiesa con otro, o cuando una mujer o un hombre se dispone a cocinar o plasmar una idea sobre una pintura o una hoja en blanco. El mecanismo es exacto. No miente. Tampoco calla. Todo queda dicho de un modo u otro, y revela lo que permanece latente en un espacio de la conciencia. Decimos mediante el contacto con las cartas y las cartas actúan como un rompecabezas que obedece a energías postuladas por quién las requiere. En las cartas nos confesamos. Un poderoso hilo de luz sale proyectado desde nuestra humanidad y hace contacto con un fragmento simbólico. Así, en silencio, sin premeditación, encuentra la respuesta verdadera en el mazo. El Loco, la libertad total, incluso libertinaje; el Emperador, orden, bases del control; la Papisa, paciencia e inspiración; la Muerte, cambio, transformación; la Justicia, el debido reconocimiento; el Enamorado, el amor; el Colgado, suspensión, transición, espera; la Torre, crisis; el Papa, sabiduría y espíritu; el ermitaño, conocimiento y ostracismo; la Luna, conflicto en marcha; la Templanza, el valor necesario, la paciencia; el Carro, el accionar; la Rueda de la Fortuna, éxito y movimiento circular, la Voluntad, la vocación indispensable para obtener un logro; y así.

Las cartas tienen infinitos códigos de funcionamiento y su relación entre ellas suma y abre nuevos rumbos y exquisitas facetas. El sol alumbra cada amanecer, y un cielo flamante se abre en cada tirada.

Aunque he leído numerosos textos y libros dedicados al tema poseo mis propias reglas a la hora de tirarlas. Mis argumentos para torcer la tradición son simples y funcionales.

Tres cartas correspondientes a los arcanos mayores son suficientes para indicar un camino. No me apunto a leer una carta dada vuelta. No es necesario. El tarot trae, al derecho, las respuestas suficientes. El tarot no establece el futuro, revela un escenario y una determinación profunda. En estos términos, como dice Jodorowsky, el futuro es una estafa.

El tarot es un poema. La construcción de su lectura debe resultar un acto inspirado. Como una canción, como un verso entrañable, una vez que sucede, nos deja una señal que nos clarifica y nos impulsa.

 

CLAUDIO ANDRADE

candrade@rionegro.com.ar

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