Jueves 18 de Septiembre de 2008 > Carta de Lectores
Carrera de obstáculos

La mayoría de los políticos, en especial los muchos que ven todo cuanto ocurre a través de un prisma ideológico, cree que el destino del país será determinado por las decisiones macroeconómicas del gobierno de turno, de ahí los debates a menudo bizantinos acerca de los presuntos méritos y deficiencias del "modelo" que está de moda. Aunque no hay duda de que el "modelo" elegido incide en la evolución económica -a juzgar por la experiencia internacional, los que privilegian las empresas privadas son mucho más productivos que aquellos en que el Estado desempeña un papel preponderante-, también es necesario tomar en cuenta otros factores, sobre todo los relacionados con lo que el Banco Mundial llama "facilidad comercial", o sea, los desafíos que tendrán que superar los interesados en formar una empresa. Pues bien: de acuerdo con el informe más reciente del Banco Mundial, la Argentina está entre los países en que los empresarios en potencia se enfrentan con más dificultades. En el ranking que hizo, ocupa el lugar 113 de un total de 181 países, lo que supone una caída de 11 puestos desde el año pasado y 20 desde el 2005. Dicho de otro modo, a pesar del crecimiento registrado, los hombres de negocios locales tienen que luchar no sólo para conquistar clientes, sino también para correr una carrera de obstáculos por lo común burocráticos que pudieron haber sido creados con la finalidad de impedirles aportar más a la economía nacional.

Por cierto, no es ninguna casualidad que los países en los que resulta más fácil cumplir con todos los trámites precisos para que una empresa no viole la ley también sean los más prósperos. Como suele ser el caso cuando se mide la eficiencia económica relativa de los distintos países, la tabla de posiciones confeccionada por el Banco Mundial está encabezada por los escandinavos, los anglosajones y dos ciudades mayormente chinas que antes formaban parte del Imperio Británico, Singapur y Hong Kong, mientras que los países de tradiciones hispánicas e Italia ocupan puestos intermedios, con la Argentina entre los países más rezagados, aunque en este rubro por lo menos se ubica mejor que Brasil. Por un lado, entonces, están los países en los que se da por descontado que hay que permitir que los empresarios hagan pleno uso de sus capacidades porque su eventual éxito beneficiará a todos; por el otro, están aquellos en los que se presume que de tener la oportunidad violarán la ley y maltratarán a los trabajadores, de suerte que hay que mantenerlos bajo vigilancia en todo momento, inventando reglas arbitrarias a fin de disciplinarlos. Como resultado de dicha actitud, no hemos logrado desarrollar una cultura empresaria equiparable con la norteamericana, la escandinava o la característica de los chinos de ultramar, cuya adopción progresiva por China continental ya ha cambiado el balance de poder económico del mundo. Asimismo, la plétora de reglamentos que se dan en países como el nuestro viene de perlas a los corruptos, motivo por el que abundan los reacios a abolirlas.

Conforme al Banco Mundial, en la Argentina abrir un negocio exige el cumplimiento de 28 trámites que -con suerte- podrían cumplirse en 338 días, pero en otros países requieren menos de una semana. Es comprensible, pues, que una cantidad fenomenal de empresarios humildes haya preferido quedarse en la ubicua economía negra, lo que con toda seguridad no sería el caso si sólo fuera necesario llenar un formulario sencillo y pagar un impuesto razonable. Para reducir las dimensiones de la economía negra bastaría con simplificar radicalmente los reglamentos, pero a juzgar por el informe del Banco Mundial el gobierno kirchnerista no tiene la más mínima intención de hacerlo, tal vez porque la mera idea de liberar a los empresarios les parezca herética, propia de los odiados "neoliberales". Por lo demás, aunque redactar reformas encaminadas a estimular la creación de nuevas empresas y en consecuencia a generar más empleos no sería del todo difícil -bastaría con importar los esquemas vigentes en países más prósperos y más equitativos que el nuestro-, escasean los políticos que se interesan por el tema, razón por la que no sorprendería que en la próxima edición del informe anual del Banco Mundial nos encontremos aún más cercanos a los países más atrasados del África subsahariana y más lejos de los desarrollados.

Use la opción de su browser para imprimir o haga clic aquí