Miércoles 17 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 02 y 03 > Nacionales
ANALISIS: Burbuja

El mundo se angustia por el derrumbe del sistema bancario estadounidense y de los mercados. Pero aquí la presidenta Cristina se solaza de tan grave cuadro: "Estamos viendo cómo este primer mundo que nos habían pintado como la meca a la que debíamos llegar, se derrumba como una burbuja y aquí nosotros, modestos y humildes, los argentinos con nuestro proyecto nacional estamos en medio de la marejada, firmes".

Una cosa es transmitir tranquilidad. Otra es hacer creer tal pobre, descontextualizado e ingenuo diagnóstico de la realidad. En el fondo subyace la misma táctica que la empleada en el caso Antonini: cuando el gobierno está en aprietos, echarles la culpa a los yanquies para esconder la inoperancia, en este caso por la desaceleración de la economía o de los descalabros adicionales en la inflación.

¿Se derrumba el mundo como una burbuja o es el gobierno el que vive en ella?

El país tiene por estas horas pocos vasos comunicantes con el mundo financiero. Este mazazo internacional agrava en la Argentina el deterioro de las expectativas, ya muy vapuleadas por cuestiones de la macro (inexistencia de una política antiinflacionaria, freno al consumo, presupuesto subestimado, defensa de los superpoderes, etc.) o de la política, que incluye la relación argentina con el mundo (caso Antonini, Chávez, posición frente a Bolivia, EE. UU., etc.).

Entonces, una vez más, vuelve la vieja película que incluye la credibilidad afectada, la inflación disimulada, las cuentas fiscales heridas y el dólar planchado con pronóstico de superávit comercial que va rumbo al achicamiento. Mientras tanto, el financiamiento no aparece, suben las tasas y la sensación es que la olla ha empezado a levantar presión.

El pánico global de estos días potencia al extremo aquellas prevenciones que los agentes económicos ya tenían en relación con la Argentina. Así lo refleja la caída sistemática que vienen registrando los bonos y la suba constante del riesgo desde hace muchas semanas, número que ahora acaba de trepar a los 863 puntos básicos, casi el mismo valor que registraba en el 2005, cuando se reestructuró la deuda.

No se hace demasiado desde el discurso, como si la cabeza estuviera puesta en otras prioridades. En otros tiempos, en medio de situaciones turbulentas internacionales de triste recuerdo (tequila, efecto arroz o crisis brasileña) los funcionarios locales se multiplicaban para jurar que la crisis no iba a impactar, que resultaba manejable y que los agentes económicos iban a percibir a la corta o a la larga que los títulos y las acciones estaban baratos y que, por lo tanto, retomarían las compras.

Hoy, prueba de la poca relevancia que se le otorga al manejo de la economía en la Argentina, sobre todo las autoridades del área no se permiten poner la cara para realizar ni siquiera ese tipo de comentarios destinados a moderar las expectativas, probablemente porque saben que están administrando un programa económico que hace rato que dejó de ser eficiente y que hoy es castigado por derecha, por izquierda y hasta por sus propios hacedores históricos.

Pero como la orden no llega desde Olivos, nadie se atreve a decir "esta boca es mía". (Redacción Central /DyN)

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