Los roces de Argentina y Estados Unidos por el escándalo de la valija representan otro capítulo en la historia de enfrentamientos con gobiernos peronistas, salvo el romance con Washington en los años 90 que estableció el ex presidente Carlos Menem.
El peronismo nació hace 63 años como un movimiento de oposición a las políticas liberales que impulsaba el embajador estadounidense en Argentina, Spruille Braden, y desde entonces el vínculo ha sido por lo menos turbulento. "¡Ni yanquis ni marxistas, peronistas!", cantaron desde siempre en sus mitines y movilizaciones militantes del peronismo, mientras que los gobiernos estadounidenses consideraron durante décadas al movimiento como inclinado al fascismo y protector de criminales nazis en fuga tras la II Guerra Mundial.
Aquel estribillo sintetizaba la tendencia ideológica del fundador del partido, el extinto tres veces presidente Juan Perón, quien promovía "la tercera posición, neutral, equidistante de los dos imperialismos, el norteamericano y el soviético".
El peor momento de la relación en los últimos años se produjo durante la Cumbre de las Américas de 2004 en Mar del Plata (al sur), cuando el entonces presidente Kirchner (2003-2007) combatió la iniciativa del ALCA que impulsaba el mandatario estadounidense George W. Bush. "¿Usted es de derecha o de izquierda?", le había preguntado Bush en la primera entrevista privada que mantuvieron en la Casa Blanca y Kirchner le contestó: "Soy peronista". La relación se encaminaba con gestos moderados y amistosos de Cristina Kirchner cuando era candidata por el peronismo, pero 24 horas después de asumir la presidencia estalló un escándalo con una denuncia de financiamiento ilegal de la campaña lanzada por la fiscalía de Miami. (AFP)