Domingo 14 de Septiembre de 2008 Edicion impresa pag. 34 > Sociedad
Hace cien años que cruzan el río en un cajón y arriesgan sus manos
Son los pobladores de Butalón Norte, un paraje en el que viven 96 personas. La escuela del lugar, con 17 alumnos, no tiene gas y está cerrada.

BUTALÓN NORTE (enviado especial).- A Pedro Vázquez el cajón se le escapó de golpe, corrió rápido por las roldanas y arrastró su mano hasta que el cable maroma le "molió" tres dedos. Pudo frenar la estructura afirmándose con el pie, antes de que el cajón golpeara contra las rocas que sostienen la precaria estructura. Así salvó su mano.

Con los dedos hinchados y chorreando sangre llegó al puesto de don Fuentes, finado ya, donde lo curaron con agua oxigenada, previa limpieza con jabón de lejía, que es bueno para cicatrizar. Anduvo jodido algunos meses hasta que se curó con más agua oxigenada, yuyos, y el mismo jabón casero.

Pedro, de 70 años, es uno de los 96 vecinos del paraje Butalón Norte, bien arriba en el mapa de Neuquén, en un retazo de colores de lienzo a orillas del río Neuquén. El accidente le ocurrió hace 40 años. Pero pudo haber sido hace una semana, pues en Butalón Norte el río se cruza igual que hace 100 años. Se

viaja por encima del agua, dentro de un cajón que se arrastra manualmente sobre un par de cables de acero de varios pelos, enganchados de costa a costa. Los cables están atados a fierros oxidados y cubiertos de rocas de voladura.

"Este cajón tiene 200 años, lo pusieron los Méndez Urrejola, cuando acá tenían para engorde 5.000 vacunos que traían de Chile. Desde ese tiempo que está el cajón, aunque antes lo tenían más arriba del río...Yo creo que debe está podrido abajo por la humedad", cuenta Ananías Retamal, de 69 años, un nacido y criado en Butalón. Es jueves y el hombre que bajó a comprar los vicios está a punto de marchar hacia su puesto en los cerros, a caballo y mula: "muchos se agarraron la mano ahí", cuenta el criancero.

Puede que no le den los números a Ananías, pero está claro que el viejo cajón funciona aquí desde finales del siglo IXX. Lo confirma Fernando González, tataranieto de Diego León González, el primer habitante del Butalón y quien le dio el nombre a la escuela 246.

El pueblo está al final de una ruta de tierra, entre cornisas, faldeos y precipicios, a diez kilómetros de La Ovejas. Viajamos en el tiempo.

El 3 de septiembre pasado, Nolasco Iturra cruzaba el río con su hijo Sanzón, de cuatro años. En un descuido, el niño tocó el cable maroma que le arrastró la mano hasta la roldana que cortó su dedito índice. Lo llevaron a Las Ovejas, de ahí a Zapala, lo operaron para un reimplante y otra vez para quitarle la falange. El periplo llevó varias horas y no hubo nada que hacer.

"No ha llorado mucho y yo lo veo bien, pero uno le mira la manito y enseguida piensa que esto va a ser toda la vida. Sería bueno que arreglen eso, que hagan un puente...O que hagan otra pasarela aunque más no sea", dice Beatriz Quintana, la mamá de Sanzón Nelson Emilio Iturra y de otros cuatro chicos.

Tiene un gesto sufrido Beatriz y habla bajito. No critica a nadie aunque el cajón ya lastimó a cuatro miembros de su familia. Su esposo Nolasco lo sufrió en una mano y hace un par de meses le tocó al dedo mayor de Simón, su hijo de 15 años. Nazario Iturra, su cuñado, perdió la yema de un dedo aunque "después como que le creció y se le acomodó".

Si bien el cajón nunca dejó de funcionar, hasta mayo había aquí una pasarela (puente colgante) que el río se llevó puesto durante la última gran crecida. Desde entonces hay gente que incluso se anima a pedir un puente. Es que Butalón está lejos de todo. Depende de Huinganco, ubicado a 45 kilómetros y adonde se llega a través de un camino sólo apto para caba

llos o vehículos doble tracción. Por eso, el lazo más fuerte es con Las Ovejas, pueblito al que se llega cruzando el río. A través del cajón, claro.

El drama del pequeño Sanzón provocó algunas reacciones, apenas algunas.

"Ahora, esta semana nomás, le pusieron esa protección a las roldanas pero antes no había nada", explica Amaranto Orellana, de 30 años, y flamante cajonero.

Amaranto Orellana lleva 90 días en su nuevo trabajo, por el que cobra 800 pesos mensuales. Es cajonero -léase hombre que conduce el cajón- realiza hasta veinte viajes diarios sobre río, con tres personas como máxima carga.

A esta altura del año, él y sus dos compañeros cajoneros debería tener más trabajo pero aquí todavía no empezaron las clases. No hay gas en la escuela 246 y las maestras le tienen miedo al cajón. Así, los 17 alumnos del paraje esperan que al fin comience el ciclo lectivo septiembre-mayo. No se han acercado autoridades ni nadie ha ido a la casa de los Iturra. Esperan por una reunión y también por el regreso de los maestros quienes tienen casa junto a la escuela.

Todo parece muy lejos aquí, a pesar de los paneles solares y de las antenas de tv satelital, que florecen sobre las casas de adobe y ladrillos.

"Es una desgracia lo del nene, es buenito él y anda siempre contento, no sé qué le pasa que no quiere hablar", comenta Beatriz y apaga el televisor donde una presentadora del Disney Channel promociona la nueva película de Jonas Brothers.

 

RODOLFO CHÁVEZ

rchavez@rionegro.com.ar

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