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  Domingo 14 de Septiembre de 2008  
  Edicion impresa pag. 40 y 41 » Cultura y Espectaculos  
  Sara Facio: "El mejor paisaje es una cara porque no me aburre nunca"  
Hoy inaugura en Neuquén una muestra antológica sobre la obra de la reconocida fotógrafa argentina.
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Sara Facio se ríe con ganas durante la media hora que dura la entrevista. Se ríe cuando dice que prefiere fotografiar un rostro más que las Cataratas de Iguazú, o al admitir, con modestia, que sus fotografías "no son nada de otro mundo". A mil kilómetros de distancia, en Buenos Aires, desde el escritorio en el que pilotea la editorial La Azotea, las risas de Sara, de 76 años ("7...6" como prefiere decir ella), se oyen en la conversación telefónica al final de cada respuesta como la risa reflexiva de alguien que ha vivido muchas cosas.

Dueña de una sensibilidad muy particular, Sara Facio es una de las fotógrafas argentinas más importantes. Mujer de convicciones, atractiva, fotoperiodista, curadora, editora, retratista de muchos pesos pesados de la literatura nacional, política cultural organizadora de muestras de fotografías en la Fotogalería del Teatro San Martín durante trece años, fundadora de La Azotea junto a la guatemalteca María Cristina Orive, y enamorada de una cámara Leica (al día de hoy lleva una mini Leica en su cartera) supo plantarse con mucho talento y determinación "en un ambiente de hombres" y recorrer el mundo con los ojos bien abiertos.

A partir de hoy, hasta el 28 de septiembre, los neuquinos tendremos la oportunidad de conocer una retrospectiva sobre la obra de la artista -entre 1960 y 2005- en el espacio de arte Imago de la Fundación OSDE (Brown 470). Ella, Sara Facio, una institución de la fotografía estará presente en la inauguración, hoy a las 19, pero antes, amablemente, dispara sus opiniones a esta cronista.

- La ensayista Susan Sontag escribió varios ensayos sobre la fotografía. En uno de ellos, hablando de lo depredador que puede ser la acción de tomar una foto, dijo que "fotografiar personas es violarlas, porque se las ve como nunca se ven a sí mismas, que transforma a las personas en objetos que pueden ser poseídos simbólicamente". ¿Piensa que fotografiar a alguien es tomar posesión sobre esa otra persona?

- Bueno no, no soy tan drástica. Me parece que hay un poco de exageración en eso. Obviamente cuando uno es un buen retratista, y lo dicen todos los grandes, quiere como apropiarse de algo. Por eso está también esa superstición de los indígenas que no quieren que fotografíen a sus guaguas y a sus chicos porque les van a robar el alma. Personalmente cuando hago retratos trato de hacer lo que se llama en fotografía un retrato psicológico, y para eso tenés que extraerle algo a la persona, algo de su ser íntimo, pero de ahí a transformarla en objeto me parece una afirmación un poco exagerada.

- ¿Hay que tener la licencia de la otra persona para fotografiarla?

- No necesariamente, porque hay muchísimos hechos que están en la vida pública y uno puede hacer fotografías y no está invadiendo la privacidad. Una cosa es si vos estas en tu casa, en tu oficina o bañándote desnuda o vestida y que te estén fotografiando como robándote la

imagen. Pero si estás en un café y pasa un reportero y te saca una foto, mientras no lastime tu dignidad no hay porque alarmarse tanto.

-Usted se dedicó mucho tiempo a la fotografía de prensa...

- Sí, empecé haciendo eso y tuve una larga trayectoria hasta que dejé por cuestiones ideológicas, y también por cuestión de edad, porque para ser un reportero hay que tener muy buen físico, estar dispuesto a viajar, a subir montañas, a andar mucho y una serie de cosas. Ahora con las cámaras digitales no tanto, pero en mi época había que llevar un equipo que era bastante voluminoso.

- ¿A qué cuestiones ideológicas se refiere?

-De ideas, no de política. En el sentido que creo que la foto periodística es válida cuando estoy haciendo y diciendo un hecho que a mí me importa, no un hecho que le puede importar a un editor o lo que se dice que le interesa a la gente.

- ¿Cosas que causen impacto o puedan salir en tapa?

- Claro, cosas que se ven muchísimo más en la televisión. Los empresarios de televisión dicen "hacemos esto porque da rating y a la gente le gusta". Y en las editoriales pasa exactamente lo mismo, con más o menos descaro, también los editores, sean literarios o gráficos, están buscando noticias que atraigan al público que va dirigido. Entonces, eso hizo que de golpe yo me haya alejado de algunos medios. No me interesaba esa línea. Ideológico en ese sentido, para no decir filosófico que queda como demasiado solemne.

- ¿Cómo ve hoy las imágenes de prensa?

- Siempre trato de mirar la fotografía como fotografía pura, no tanto como los momentos que están describiendo, como antes decíamos el amarillismo o la exageración en las noticias. Pero rescato que hay muchísimas fotografías que son muy buenas.

- Hay fotografías como la del asesinato de Kostequi y Santillán que no admiten reflexión alguna del fotógrafo...

-Por supuesto, pero eso fue una situación límite. No estuvo buscado, fue algo que estaba aconteciendo y que el fotógrafo tuvo la valentía de hacer. Porque también tenés que tener coraje, y tener agallas, estar en ciertas situaciones de riesgo total, porque así como mataron a esos muchachos también se podría haber disparado una bala a un reportero. Ese tipo de fotografía me parece realmente muy valiosa, y más como hecho histórico, porque es una foto que hace a la historia de las ciudades.

- ¿Hay en ese caso una tensión entre fotografía y arte?

- Hay fotos que capturan esos instantes y son grandes imágenes, y otras que capturan esos instantes y son un documento histórico y social, pero no llegan a tener la categoría de imagen como para decir: "es una obra de arte". Eso lo tienen que dar los entendidos y el tiempo que pasa, porque de la historia que comentamos nosotras conocemos los sucesos, pero hay que ver si dentro de 50 años, si no tenés toda la explicación de lo que pasó, hay que ver si esa imagen te va a atraer. La imagen sigue atrayéndote porque es una imagen válida y tiene la categoría de una foto de arte y no simplemente porque es una muy buena foto periodística.

- ¿Qué tiene que tener una buena foto de prensa?

- Tiene que contarte algo, atraerte. Eso solamente se da por la fuerza que pueda tener la imagen, sin necesidad de que te digan nada. Con las Torres Gemelas vos veías esas fotos y no necesitabas que te contaran nada.

- No hacía falta epígrafe...

- Por supuesto, ni epígrafe, ni título. Hay fotos en las tapas de los diarios que no necesitan nada de eso porque son buenas, aún en el deporte. Hay fotos de deporte que no necesitas leer que esa persona que está ahí ha ganado o perdido. Ese es el valor de la foto periodística.

- Usted fotografió a grandes intelectuales y artistas como Cortázar, Neruda, Borges, María Elena Walsh, Piazzolla y Goyeneche, ¿era gente que usted admiraba?

- Sí, en principio son casi todas fotografías de temas elegidos por mí. En el caso de Piazzolla y Goyeneche me habían llamado del teatro Regina donde se iban a presentar juntos para hacer fotos de prensa. Pero las que conoces justamente no fueron fotos para la prensa, sino que fueron fotos que estaban más posando, más arreglados. Fíjate que Piazzolla está fuera de foco y están en camisa, de entrecasa, en un ensayo. No fueron las fotos que se publicaron en la prensa ni en el programa del teatro. Porque siempre que iba a hacer trabajos encargados, cuando eran esos personajes que admiraba, como en este caso, hacia fotos para mí.

- ¿Era una buena forma de hacerse amigos?

- Sí, porque había simpatía. Era una corriente natural como con cualquier persona. Si te acercas a Piazzolla y le decís "Astor, además de sacarte fotos tengo todos tus discos", ya la persona se ablanda porque le gusta lo que le estas diciendo y se crea otro tipo de corriente, de simpatía.

- De alguna forma compartían una intimidad, algo fugaz.

- Claro. Y después, pasado el tiempo, si Goyeneche veía las fotos y le gustaban era todavía mejor, porque no sólo a mi me gustaba lo que él hacia, sino que a él le gustaba lo que

yo hacía. Entonces, después del espectáculo los artistas iban a tomar algo, a comer y te invitan y vas con ellos.

- El elemento humano es una constante en su fotografía

- Sí, la verdad que es lo que más me gusta (ríe). El otro día yo decía que las Cataratas del Iguazú son bellísimas, los glaciares son divinos, pero para mí el mejor paisaje es una cara, porque no me aburre nunca.

- ¿Cómo fue ser mujer y fotógrafa, sobre todo en una época donde no había mujeres fotógrafas?

- Por suerte, en la Argentina hubo dos o tres muy buenas, muy importantes, como Annemarie Heinrich o Grete Stern que hicieron que respetaran la profesión fotográfica. Pero de todas formas, como en todos los ambientes, el ser mujer es un punto en contra de entrada. Después tenés que demostrar que sos buena, sino no te perdonan... y si sos buena a veces tampoco.

- Es cuestión de hacerse un nombre...

- Sí, es cuestión de que los que haces merezca respeto, pero no es fácil y ahora tampoco. Por más que se ha a avanzado muchísimo y hay mucha más liberalidad, pero de todas formas si te fijas en los staff de los diarios y las revistas verás que hay muy pocas mujeres.

- ¿Annemarie Heinrich fue su maestra?

- Sí, primero fui su admiradora, después fuimos amigas y luego trabajé junto a ella y hemos sido amigas toda la vida.

- ¿Cuáles fueron sus enseñanzas?

- Sobre todo su conducta como fotógrafa. También que hizo mucho más que yo para imponerse siendo mujer en su época, en los '30 y '40. Su conducta como profesional, el amor por su trabajo. Como estilo nunca jamás pretendí hacer lo que ella hacía, porque pensaba que lo que ella hacía era insustituible. Nunca la imité. De modo que como estilo no me enseñó, sino como actitud hacia la fotografía y ante la vida.

- Cartier- Bresson dijo que el día que descubrió la Leica, la cámara se transformó en la extensión de sus ojos. ¿Cuál fue su cámara de toda la vida?

- También la Leica (ríe). Sí, porque mi carrera cronológicamente es continuación a la de Cartier-Bresson. Él terminó de hacer sus mejores y grandes fotos en los '60, '70 y yo ahí empecé. No había salido en esa época una cámara mejor que la Leica, después creo que tampoco, pero sí hubo otras mucho más sofisticadas y con mucha más promociones como la Nikon. Pero la Leica realmente tiene un personaje, uno tiene algo en la mano que es más que una máquina. Es la extensión de la mano, de la cabeza, de los ojos, de todo, es como tener una extensión de algo vivo en la mano, no es una máquina fría ni independiente.

- Cuando usted empezó en la editorial La Azotea decidieron publicar a fotógrafos latinoamericanos, ¿era una forma de reivindicar el ser nacional o latinoamericano?

- Sí, tenía esa fantasía de que a los buenos fotógrafos latinoamericanos no los conocía nadie. Ni en sus países, mucho menos en los limítrofes. A todos lo fotógrafos de América Latina los conocí en Europa, a ninguno lo conocí en su país. En Brasil no hubo fotógrafos, en Perú tampoco, recién ahora, desde hace unos 15 años, estamos todos en nuestros países.

- ¡Nadie es profeta en su tierra...!

- No, pero había muchas circunstancias. Te hablo de los años '70 que casi todos los países de América estaban invadidos de dictadores. Entonces toda la gene joven con más ansias de libertad se iban de su país. Ya sea por política o por cultura. Cortázar vivía en París y no porque estuviera exiliado por cuestiones políticas, estaba exiliado por cuestiones cultura¤les. Severo Sarduy, de Cuba, no se fue porque le gustaba; se fue porque era homosexual, y si no se iba lo metían preso.

- ¿Cómo sintetiza a los 76 años su obra como fotógrafa?

- Creo que está bien. No me parece ni nada genial, ni nada del otro mundo. Pero creo que dentro de la evolución de lo que es la fotografía argentina es un escalón.

- Qué modesta...

- Noooo, te digo exactamente lo que siento.

 

FLORENCIA LAZZALETTA

culturanqn@rionegro.com.ar


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