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La música, ese viaje posible | ||
El ex Redondito se presentará hoy en Club Pacífico. "La única guía que tengo es el corazón", dice. | ||
A los 12, todavía era Eduardo Beilinson y llegaba a su casa de La Plata corriendo desde la escuela para escuchar "Beatlemanía" por Radio El Espectador de Montevideo. Tras descubrir los tres acordes de "Twist & Shout", armó el grupo The Longfellows. Nunca se llevó materias durante el secundario en el Liceo Víctor Mercante. No jugaba al fútbol ni practicaba otro deporte. Su primera viola la construyó con sus propias manos. Yendo en barco a Sudáfrica con sus padres en 1967, ganó un concurso tocando guitarra; el premio, un pasaje a Europa que un año más tarde se transformó en viaje iniciático junto a su hermano Guillermo. A fines del 68 llegaron al Barrio Latino de París y participaron de varias revueltas estudiantiles, posteriores al Mayo francés, hasta que los deportaron a Londres. Allí se encontraron con Daniel, su otro hermano, y juntos vieron un recital de Jimi Hendrix en el Albert Hall. De regreso, se trajo un amplificador Marshall, una guitarra Grestch, un wah-wah, un distorsionador y un pilón de discos de Hendrix, Cream y Pink Floyd. Su concepción del mundo y la vida había cambiado definitivamente. Abandonó el cole, la seguridad burguesa y la contención familiar modelo clase media acomodada. Conoció a Carmen "La Negra Poli" Castro en 1969 y, junto a ella y Guillermo, vivieron en comunidad en un baldío platense, en Isla Paulino cerca de Berisso, Sierra de la Ventana, en un campo por Pihué, en una casita en Tolosa, en la selva salteña y en San Rafael. En el 70 armó el grupo Diplodocum Red & Brown que llegó a grabar un simple. También integró un trío acústico con Morci Requena y Kubero Díaz. Por 1974, 75 apareció en su vida Carlos "El Indio" Solari y empezaron a brotar canciones como "Mariposa Pontiac" y "Un tal Brigitte Bardot". En el 76 hay allanamientos, desaparecidos, diáspora y un concierto mítico en la ciudad de Salta, nacimiento de Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota, en 1977, una historia-leyenda aún vigente. En noviembre de 2001, Los Redondos se tomaron un año sabático. Fue entonces cuando Skay editó su primer compacto solista que salió en 2002, "A través del Mar del los Sargazos", con Daniel Colombres en batería y Claudio Quartero en bajo, producido por la Negra Poli. Con Colombres, Quartero, Oscar Reyna en guitarra y los teclados de Javier Lecumberry generó "Talismán" (04). Los Redondos se han disuelto y aunque se volvió mito el retorno, en cada oportunidad que se lo consulta, Skay asegura que no le interesa hacerlo por plata, "si alguna vez ocurre el regreso de Patricio Rey, tendrá que ser con disco nuevo". En 2007 salió "La marca de Caín", con más acento violero que sus anteriores placas. En la banda que actualmente lo acompaña, "Los Seguidores de la Diosa Kali", siguen Lecumberry, Quartero y Reyna, con Topo Espíndola en batería. Una constante búsqueda de libertad, por distintos caminos... La suya. "Sin duda es así. En realidad, uno va transitando por la vida y trata de encontrar el propio camino. A mí, me tocó nacer en una época interesante. Cuando me agarró la adolescencia, mi juventud, en todo el mundo estaba ocurriendo un proceso muy transformador. Se estaba generando por todos lados. Aparece el hipismo, lo del Mayo francés... - ¿Qué edad tenías cuando llegaste a París? -Dieciséis años... (Sonríe, como si se sorprendiera por los pocos que eran). Y caí en medio de ese lío, de esa revuelta, sin entender demasiado. Pero, había algo sumamente claro y era un reclamo de vida, de libertad, una idea generalizada en toda una generación, en toda una época. En París, en medio de unas manifestaciones, caímos presos y tuvimos que salir de Francia, por decirlo de algún modo, y pasamos a Londres. Empezaba justo el 69 y ahí descubrí el mundo fascinante de la música que andaba gestándose." - ¿Qué determinó que ese fuera tu camino? Podrías haberte dedicado a escribir, al pensamiento político o a otro tipo de luchas que entonces también estaban en efervescencia... -Sí... Yo, en realidad, nunca fui un cultor de esas cosas si no hasta un poco más grande. Para mí, la música fue el gran despertar, mi despertar. - ¿Lo sigue siendo? -Sigue siéndolo. Para mí es un camino, insisto con la idea. A veces defino el arte como la búsqueda de la belleza. Así como dicen que la ciencia es la búsqueda de la verdad y la religión, la búsqueda de Dios, bueno... El arte lo es de la belleza y yo intento reflejar, a través de esa estructura, de esa experiencia maravillosa que es la música, hallar los vínculos con el misterio. - Precisamente no vivimos en un mundo en el que abunde la belleza. -En realidad está, pero nos encargamos constantemente de ocultarla y de hacer macanas. Nada más que mirar un poco la naturaleza y te das cuenta que ahí hay un gloria que, a veces, resulta inasible. Nuestra cultura se ha vuelto absolutamente materialista y estamos todo el tiempo atosigados y aturdidos por el consumismo. - La música ha pasado a ser un producto de consumo. -Para mí, fundamentalmente, no. Es otra cosa. Nos permite conectarnos con otra realidad. Que después eso, si entra a perder ese espíritu, sí... El rock, de alguna manera, hoy, es más un reflejo del negocio que de otra cosa. En general. Más atrás de eso, todavía está la música, todavía está el viaje posible. - La posibilidad de expresarte a través de ella. -Para mí, que la hago, sí. En los comienzos que era más un consumidor de músicas, fue una ventana al misterio. Yo intento, mis temas lo son, aunque me es difícil juzgarlo desde afuera, como si mirara mi propia obra. - ¿Por qué el público que te sigue confía tanto en tu palabra, en tu sonido? -No lo sé... En el momento que me pongo a componer, en realidad, la única guía que tengo es el corazón. Hay algo que me confirma el corazón, una cierta sensibilidad... En el momento de plasmarlo en una canción, en un disco o en un recital, intento ser lo más fiel posible a esa primera chispa que originó la canción. - ¿Qué se leerá del otro lado para que dé la comunión? -Me pregunto lo mismo. Suponete, escuchando a Los Beatles yo me conmuevo profundamente. O a (Led) Zeppelín y un montón de músicos. El misterio pasa por el mismo lugar. Qué provoco en los demás, desconozco. En la música es muy poco lo que se puede explicar; funcionan mecanismos tan curiosos. A mí me expresa. Para otro tipo de manifestaciones soy muchísimo más torpe. Ese es el lugar donde más fácil me puedo expresar.
EDUARDO ROUILLET | ||
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