Según los voceros gubernamentales, el escándalo provocado por la incautación de la archifamosa valija en que Guido Antonini Wilson -un "delincuente" de acuerdo con el ministro del Interior, Florencio Randazzo- que visitaba nuestro país con frecuencia, llevaba 800.000 dólares, fue obra del FBI norteamericano que, con habilidad asombrosa, logró ubicarlo en un avión fletado por una empresa estatal argentina con el propósito, es de suponer originado en la Casa Blanca, de ensuciar la imagen de Cristina Fernández de Kirchner. Y como si esta proeza no fuera suficiente, el FBI también consiguió que, a pesar del episodio desagradable que protagonizó en Aeroparque, Antonini Wilson fuera recibido en la Casa Rosada para después seguir viaje a Uruguay sin que nadie lo molestara. Por lo demás, parecería que los conspiradores yanquis presuntamente encabezados por funcionarios jerárquicos del gobierno de George W. Bush se las han arreglado para engañar a la prensa norteamericana, la que, huelga decirlo, no vacilaría un solo minuto en denunciarlos por haber arruinado la relación con un país latinoamericano si tuviera evidencia, por discutible que fuera, de que estaban procurando desestabilizarlo.
Aunque sería difícil concebir un relato más ridículo que el oficial, la presidenta, el jefe de Gabinete, el canciller, los ministros del Interior y de Justicia, además del embajador en Washington, se aferran a él, acaso por entender que si optaran por una explicación más verosímil el gobierno se encontraría en una posición insostenible. No es la primera ocasión en que un gobierno en apuros se haya ensañado con los norteamericanos. La actitud de los Kirchner frente a lo dicho por testigos en el juicio que está celebrándose en Miami es idéntica a la que fue asumida por la dictadura militar cuando en Estados Unidos se denunciaban las violaciones de los derechos humanos. En vez de intentar defender su accionar, los militares y sus aliados civiles acusaron a los norteamericanos de impulsar una "campaña antiargentina" con la esperanza de que la ciudadanía considerara tamaña infamia peor aún que su propio salvajismo. De la misma manera, el gobierno kirchnerista apuesta a que el ruido generado por los choques diplomáticos con Washington sirva para distraer la atención de la gente de lo que realmente está en juego. Es forzoso recordar que durante cierto tiempo la maniobra militar, que entre otras cosas popularizó la consigna "los argentinos somos derechos y humanos", disfrutó de cierto éxito, pero no es demasiado probable que prospere la ensayada por los Kirchner. Mal que les pese, se han desprestigiado tanto en los meses últimos que pocos creerán que la hipotética existencia de una conspiración norteamericana los libre del deber de dar información detallada sobre su relación con el caudillo venezolano Hugo Chávez y sobre la forma en que recaudan fondos para sus actividades políticas y personales.
Las preguntas planteadas por el caso de la valija atiborrada de dinero en efectivo son muchos. ¿Fue una entrega aislada, o llegaban con regularidad montos equiparables o mayores procedentes de Venezuela? ¿Se trataba, como dicen en Miami, de un aporte a la campaña electoral de Cristina, o se destinaba a una agrupación chavista relacionada con los Kirchner que operaba en el país? ¿O era sólo una coima común de la clase a la que nuestros dirigentes nos tienen acostumbrados? No sabemos las respuestas a tales preguntas, pero el que el gobierno crea que una confrontación furiosa con Washington sería un precio módico a pagar si de esta manera logra impedir que la Justicia intente contestarlas hace sospechar que los Kirchner entienden muy bien que lo peligrosas que son las posibles derivaciones del "valijagate". Si no sintieran pánico por lo que podría suceder, no hubieran actuado de modo tal que las vicisitudes del juicio en Miami recibieran la máxima publicidad, asegurando así que el caso tuviera repercusiones muy fuertes en la opinión pública que aún no ha asumido plenamente la importancia del hecho de que, de resultas del asesinato "mafioso" de tres empresarios cuyos cadáveres fueron encontrados en General Rodríguez, haya motivos de sobra para suponer que una proporción significante de los fondos de campaña de Cristina fue aportada por personas vinculadas con el narcotráfico.