El guanaco es una especie animal que pertenece a la familia de los camélidos silvestres. El diputado petroemepenista Omar Lorenzo, quien milita en la especie humana, tiene su segundo hogar -el primero, como corresponde a toda sociedad cristiana que rechaza el amor libre, es la familia- en el Sindicato de Petróleo y Gas Privado de Río Negro y Neuquén, cuyo líder y secretario general es Guillermo Pereyra. ¿ Y por qué, se nos dirá, asociamos a Lorenzo con el camélido que habita nuestras pampas? Porque, para poner en su lugar a algunos periodistas que consideró responsables de críticas recibidas por su colega igualmente petroemepenista Juan Gómez, Lorenzo quiso traducir su indignación llamándolos "guanacos". No camellos, o llamas. O vicuñas, sino guanacos.
Para mejor entender esto que venimos diciendo, conviene aclarar que las críticas a Gómez se relacionan con un incidente callejero de hace un par de semanas entre el legislador y un agente municipal de los llamados "zorros". Prefiero abstenerme de entrar en detalles para evitar que se me acuse de falta de objetividad por ser amigo del Vasco Mauriño, blanco preferido de la catilinaria de Lorenzo y porque he podido apreciar que las humanidades de Lorenzo y Pereyra suman un tonelaje superior a los 200 kilos.
No puedo, sin embargo, dejar de echar una mirada sobre las peripecias que afectan a nuestra profesión. No para hablar de Rodolfo Walsh, y ni siquiera de José Luis Cabezas, sino de menudos episodios de estos pagos.
Por aquí están de moda las amenazas. Lo que Lorenzo lanzó como un insulto tiene, por lo menos, la virtud de dar la cara (también la ventaja de la impunidad que dan los fueros), de la que carecen las amenazas, que son anónimas. El anonimato protege al autor de la amenaza, que es un delito, porque la policía neuquina no tiene forma de detectarlo, no obstante todos los avances tecnológicos incorporados por la empresa Damovo.
El más amenazado en estos días es el corresponsal de este diario en Chos Malal, Juan Carlos Parada, al que se suman quienes "se juntan" con él, como el diputado provincial Juan Oltolina. En la lista siguen los reporteros gráficos Leonardo Petricio, Gabriel Oyarzo y Cecilia Maletti, los tres amenazados por haber fotografiado a imputados por los crímenes de la última dictadura militar. El medio es el teléfono y el tenor "buscate una cámara acuática porque ahí vas a terminar sacando fotos" (para Oyarzo); "que se deje de hinchar las pelotas porque la puede pasar muy mal" (Maletti); y "que se deje de joder con los juicios" (Petricio).
No puedo, antes de referirme a la reacción oficial acerca de estos asuntos, dejar de hacerle justicia al guanaco, un animal que, según Wikipedia, es "elegante, de huesos finos, con una altura aproximada de 1,60 metros y cerca de 91 kilos de peso". Pero lo que lo distingue de otros miembros de su especie camélida es que escupe. Por eso, en Chile, le dicen "guanaco" al camión hidrante que usan las policías de todo el mundo para reprimir manifestaciones Eso está muy lejos de las intenciones del guanaco, que carece de maldad. Es cierto que el escupitajo da asco a la víctima, pero un periodista que lo sufrió en Junín de los Andes coincidió conmigo en que no reconoció propósitos agresivos sino, tal vez, un acto deportivo, como el de tiro al blanco.
A decir verdad, es tan bueno el guanaco que Felipe Sapag, en su penúltimo gobierno, asesorado por un veterinario de apellido Mena, quiso poner en marcha un plan en el norte neuquino para promover la reproducción de la especie, con ventaja sobre la oveja por la calidad de su pelo.
De la reacción oficial habría que decir que estuvo buena la del gobernador Jorge Sapag respecto de las amenazas a Parada. Dijo que es su propósito el de "construir una sociedad pluralista, democrática, republicana y abierta, donde sólo seamos esclavos de la ley". Antes, siempre sobre el caso de Parada, había expresado enfáticamente su voluntad de "defender la libertad de prensa, la libertad de comunicación y -explicó- lo vamos a hacer dándole (a Parada) la protección de todos los medios a nuestra disposición".
Por el contrario, del -si se nos permite llamarlo así- exabrupto de Lorenzo no quiso hablar. Sí lo hizo la vice Ana Pechen, quien dijo del "desagrado" que le causaron las expresiones de Lorenzo. Pero, como para que no se vea en ella a una enemiga de la clase obrera, criticó a los medios diciendo que "han estado transcribiendo este incidente, que es de tránsito y no político, con exagerada reiteración desde mi punto de vista". Así fue como "se motivó la molestia de quien se siente imputado". Lo que pasa, digo yo, es que hay gente que quiere ver la política en todo.
Es comprensible, sin embargo, que Sapag no quiera hablar y que Pechen busque un punto de equilibrio. Lo es porque Pereyra, en la interna con sordina entre Sapag y Jorge Sobisch, es un valioso aliado de Sapag.
JORGE GADANO
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